Este jueves se llevó a cabo el quinto día del novenario de la Virgen de Caacupé. La misa estuvo presidida por el monseñor Adalberto Martínez, obispo de Villarrica del Espíritu Santo y administrador apostólico de las Fuerzas Armadas (FFAA) y la Policía Nacional (Diócesis Castrense), con el tema “Vocación misionera de los laicos”.

En la ocasión, Martínez instó a los laicos a no ser indiferentes ante los hechos de injusticia cometidos hacia los pueblos indígenas y campesinos, asegurando que hay que jugarse la vida en ser como Cristo. “La Iglesia existe para evangelizar. Los laicos son la Iglesia junto con sus pastores”, expresó y los invitó a ser partícipes de los asuntos públicos e iluminar con el ejemplo en los diferentes ámbitos de la sociedad. “Les alentamos que asuman el compromiso bautismal, que en sus decisiones y actos reflejen los valores del reino de Dios. Vayan y anuncien la buena noticia a toda la creación”, agregó.

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Sostuvo que no basta escuchar la palabra de Dios y celebrarla en la Eucaristía, sino que es necesario ponerse en camino para anunciar a Cristo. “Todos los instantes son tiempos oportunos y necesarios para proclamar la buena noticia. Escuchar y poner en práctica las palabras del Señor es cumplir su mandato misionero, vayan y anuncien el Evangelio a todo el mundo, lo que significa para nosotros anunciarlo en todos los ámbitos donde nos toca vivir y actuar”, enfatizó.

El obispo de Villarrica dijo, además, que el llamado a la santidad de la vocación cristiana se pone en práctica en las situaciones temporales, impregnado con el mensaje evangélico y la ética de Jesús. “Todas las dimensiones de la vida personal, social, familiar, política, cultural, científica, económica y a ustedes miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional también en su delicada y específica misión de ser custodio de la seguridad nacional y ciudadana”, resaltó.

Agentes de la Policía Nacional participaron de la misa. Foto: Milciades Toledo.

Ir contra la corriente

Afirmó que la Iglesia existe para evangelizar. “La razón de su existencia es anunciar y proponer al mundo el reino de Dios. Los laicos son la inmensa mayoría en la iglesia, son la iglesia junto con sus pastores, así este mandato misionero los interpela con fuerza. Los tiempos que vivimos nos exigen edificar nuestra fe sobre roca firme para resistir las lluvias, los torrentes y los fuertes vientos”, apuntó.

”En este sentido, los obispos tenemos la tarea de seguir acompañando al interior de la iglesia en la sociedad paraguaya, la formación de santos que asumen con alegría el desafío de ir contra la corriente del hedonismo, de la corrupción, del individualismo, de la apatía, de la mentira, del abuso de poder, de la cultura frívola del dinero, de la comodidad complaciente con el mal”, añadió.

La vocación misionera de los laicos exige asumir el desafío de ser levadura del evangelio en su ambiente, sobre todo con su testimonio de vida orientada por la caridad con el prójimo. La sociedad debe ver en ustedes el amor mutuo de la misericordia, la generosidad y el compromiso con el bien común. Su vida, su forma de ser, su forma de tratar a los demás, su comportamiento en sus deberes como ciudadano, como profesional, como esposos y padres de familia, entre otros, debe ser reflejo de los valores del Evangelio. Se evangeliza por atracción y no por proselitismo”, remarcó.

El ejemplo de Chiquitunga

Habló, además, del ejemplo de nuestra beata María Felicia de Jesús Sacramentado “Chiquitunga”, quien en su vida laical encarnó la misericordia de Dios e iluminó la vida de las personas incluso en situaciones de periferia existencial como cuentan sus biógrafos.

”Cuentan que le dio también por ir a las cárceles, donde decidió visitar al poeta anarquista Marcelino Valiente, quien empezó a conocerse antes la verdad transparente y el testimonio de la muchacha que le visitaba. Con su presencia, con su forma de ser, con su cercanía a un hombre sin fe y sin esperanza, Chiquitunga tocó la vida de este hermano con la misericordia de Dios. Vayan a todo el mundo y anuncien el Evangelio, es el mandato del Señor”, indicó.

Señaló que hay territorios de misión que desafían la fe comprometida de los bautizados que trabajan en puestos de liderazgo y responsabilidad en esos ámbitos. “El mundo político, los poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, al Ministerio Público, los gobiernos departamentales y municipales. El mundo de las empresas, la producción y el trabajo, el mundo de las finanzas, de los medios de comunicación, los uniformados, de la educación, del deporte, de la cultura del espectáculo y tantos otros ámbitos de la vida pública”, argumentó.

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”Les alentamos que asuman su compromiso bautismal siendo fermento del Evangelio y que en sus decisiones y en sus actos en el ámbito de su competencia reflejen los valores del Reino de Dios. Un nuevo Paraguay necesita de laicos comprometidos con Cristo y su iglesia que desde su conversión personal a Dios, busca y trabaja por instaurar los valores del Reino de Dios en nuestra sociedad”, añadió monseñor Adalberto.

Así también, mencionó que es necesaria esa conversión para que la sociedad paraguaya con mayoría católica por sustrato cultural y profundamente devoto de la virgen María supere la inequidad social estructural, los vicios de corrupción, de la impunidad, del individualismo egoísta, de la codicia que margina, excluye y mata al prójimo por falta de salud, educación, tierra, techo y trabajo.

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”Es mandato del Evangelio la opción preferencial por los pobres, por los pequeños, indefensos. No podemos quedar indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos indígenas y campesinos que han sufrido desalojos inhumanos en estos días. Pedimos que se proteja la vida de los más vulnerables, asegurando que en sus reclamos legítimos o en disputas por conflictos de propiedad estos no sean perjudicados o postergados en favor del poder económico de otros”, manifestó.

A los laicos invitó a que no se queden indiferentes a las cosas públicas ni replegados dentro de los templos ni que esperen las directivas y consignas eclesiásticas para luchar por la justicia por formas de vida más humanas para todos.

“Laicos católicos sean discípulos misioneros del Señor. Vayan y anuncien la buena nueva, nuestro pueblo transforma en su familia su lugar de trabajo. La transformación social según los valores del evangelio comienza con la conversión personal y con una vida ejemplar en el seno de la propia familia, iglesia doméstica y núcleo fundamental de la sociedad. El primer lugar para la misión es la familia, tan golpeada, tan amenazada por tantos factores internos y externos que requieren un compromiso y una fe sólida”, subrayó.

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