La labor del médico intensivista pudo visibilizarse aún más durante la pandemia del COVID-19, con el crecimiento y los requerimientos de este servicio especializado. En el país, alrededor de 194 médicos intensivistas se dedican a la atención de pacientes críticos.
En ese contexto, hay que mencionar que los recursos humanos de esta área realizan una labor multidisciplinaria, que incluye no solamente la estancia del paciente en terapia intensiva, sino además la atención a personas cuyo ingreso a la unidad de terapia intensiva (UTI) pudo haberse originado en cualquier servicio, como urgencias, quirófanos, salas de cirugía, clínica médica, obstetricia, traumatología, entre otros.
Al respecto, el director de Terapias y Servicios de Urgencias Hospitalarias del Ministerio de Salud, Dr. Ángel Núñez, definió la labor llevada a cabo por los médicos intensivistas como un trabajo en equipo y sostuvo que no solamente incluye al equipo médico como tal, teniendo en cuenta el importantísimo rol que cumple el personal de enfermería especializado en medicina crítica, fisioterapia, rehabilitación, nutrición y los demás servicios que apoyan al intensivista a realizar el trabajo diario.
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La atención de un intensivista se orienta a pacientes de riesgo, aquellos que se encuentran en una situación críticamente enferma, o que las funciones de sus órganos vitales o su propia vida estén en peligro. “Esto, sin importar que el paciente haya acudido a otro profesional de otra especialidad médica, el intensivista ve a todos los pacientes críticos de un hospital”, remarcó.
Así también, expresó que el principio fundamental de la medicina es “primero no dañar”, y dentro de esa premisa está el afán de los intensivistas de brindar el mayor cuidado posible a todos los pacientes críticos a su cargo. No obstante, explicó que existe la posibilidad de que los mismos no respondan al tratamiento instaurado o en el peor de los casos, fallezcan.
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“El sentido de la especialidad está dirigido a la calidad humana de la persona acostada en la cama frente a nosotros y a su familia, a recuperar su estado de salud previo, a evitar su deterioro o a dar lo mejor por ellos, aunque no sea suficiente”, sostuvo.
Aseguró que en los momentos difíciles es cuando el temple del médico intensivista debe relucir y evaluar los criterios adecuados para darle confort a aquellos pacientes y a sus familiares en sus últimos momentos de vida.