Desde la Dirección General de Vigilancia de la Salud (DGVS) mencionaron que si bien el escenario epidemiológico de COVID-19 en el país muestra un progresivo y continuo descenso de infectados, el nivel de riesgo de transmisión comunitaria del virus todavía sigue siendo alto.
Es por eso que relajar las medidas de bioseguridad en estos momentos, sobre todo en el uso de mascarillas, podría resultar contraproducente, según explicó la doctora Viviana de Egea, titular de Vigilancia de Enfermedades Transmisibles. Indicó que la obligatoriedad de esta medida debería ser la última en ser retirada.
En este sentido, la profesional de la salud mencionó que países como Estados Unidos e Israel, con un alto porcentaje de su población vacunada, comenzaron a experimentar un repunte de casos e internaciones tras flexibilizar el uso de las mascarillas. “Este repunte se está observando actualmente en Estados Unidos, sobre todo en la población no vacunada”, alertó.
Manifestó que en estos países, en la medida que la población vacunada aumentaba, los casos de la infección iban disminuyendo, por lo que decidieron relajar la utilización de mascarillas en espacios públicos. Posteriormente, los contagios comenzaron a incrementarse rápidamente, llevándolos a retroceder y volver nuevamente al uso universal de mascarillas. “A mi parecer quitaron precipitadamente el uso obligatorio de mascarillas”, agregó.
La titular de Vigilancia de Enfermedades Transmisibles sostuvo que ante esta situación lo recomendable es continuar con las medidas no farmacológicas de prevención para evitar un repunte de casos y retrasar la aparición de una tercera ola que ya lo están experimentando otros países.
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“Cuando se decrete el fin de la pandemia, el uso de mascarillas en espacios cerrados, principalmente de personas con síntomas respiratorios es una medida sanitaria que debe quedar implementada”, expresó. De Egea recordó que usar mascarilla se viene recomendando mucho antes de la pandemia para el control de infecciones, como influenza y otras de índole respiratorio, al igual que la etiqueta de la tos para impedir que el virus se disperse a otros.
“Esto debe ir acompañado de una concesión de reposo domiciliario (previa consulta médica) por parte del empleador para impedir de esta manera que la persona enferma vaya a trabajar en esas condiciones y contagie la infección al resto de sus compañeros”, expuso la profesional.
Inmunidad colectiva o de rebaño
Finalmente, la especialista señaló que la variante de preocupación delta produce una tasa de transmisión mucho mayor que el virus original. “Anteriormente, una persona infectada con el virus original contagiaba a un promedio de 5 personas, en cambio con la delta, la persona enferma puede infectar a unas 9 personas”.
Teniendo en cuenta esto, se calcula que el porcentaje de vacunados debe ir entre 60 y 80% para alcanzar la inmunidad de rebaño frente al COVID-19 que conducirá a lograr el corte de transmisión del virus y en consecuencia, poner fin a la epidemia.
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Es por eso que cuanto más contagiosa es la enfermedad, mayor es el porcentaje de la población que debe ser vacunada para lograr la inmunidad de rebaño; es decir, establecer un escudo para los no vacunados.