Por: Viviana Orrego, periodista

(viviana.orrego@gruponacion.com.py)

Hoy hablamos con un artista que acostumbra dejar boquiabierto a todos con sus obras, especialmente aquellas que conocimos en momentos históricos para la religiosidad católica, tales como la visita del papa Francisco y la beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado, más conocida como Chiquitunga, con el retablo hecho de frutos de la tierra y el último trabajado de rosarios, cargados de miles de vivencias de fe.

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Se trata del artista plástico Delfín Roque Ruiz (63), más conocido como “Koki Ruiz”, oriundo de San Ignacio, Misiones, quien asegura que su formación como artista fue muy influido por sus maestros quienes le enseñaron que el arte es una creación que debe transformar para convertirse realmente en una obra de arte y su compromiso como artista es también ser maestro, haciendo que la gente participe de esa creación para que la sociedad se transforme.

Koki Ruiz, el artista plástico paraguayo es muy conocido a nivel internacional por sus emblemáticos retablos de frutos de la tierra así como de rosarios. Foto: Nadia Monges.

- ¿Cuándo se inició como artista plástico?

- Me dediqué a pintar desde muy criatura, en mis primeros años de secundaria yo empecé a pintar cuadros, mis obras siempre fueron figurativas, empecé copiando algunas técnicas en figuras humanas. Después de haber terminado la secundaria viajé a Brasil, en donde estudié la carrera de arquitectura en la Universidad Presbiteriana Mackenzie de San Pablo, en donde tuve la oportunidad de adquirir muchos contactos.

Durante el desarrollo de mi carrera estuve más detrás de los cursos y talleres de pintura, no era parte de mi carrera, pero en la misma universidad en donde estudiaba habían carreras relacionadas al arte, entonces yo me colaba como podía para participar. Allí conocí a los pintores que vendían sus cuadros en las plazas de San Pablo, Brasil, me hice amigo de ellos y conocí mucho sobre sus talleres, incluso participé de las ferias vendiendo mis cuadros en la famosa Plaza de la República de la capital brasileña.

Me ayudaba la venta de cuadros económicamente, salvaba en algo (dijo entre risas). Como yo era estudiante convenio, me salía todo lo que era matrícula y mensualidad gratis, pero tenía que costear comida, alojamiento, entre otras cosas, vendiendo cuadros y haciendo retratos.

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- ¿Terminaste la carrera de arquitectura?

- No terminé la carrera, vine a Paraguay antes de culminar arquitectura porque realmente estaba muy atrasado y realmente, aunque también era arte lo de arquitectura, no era lo mío. Había un límite de tiempo para terminar la carrera y como yo estaba tan metido en las clases y galería de arte, me atrasé. Yo me fui al Brasil a estudiar arquitectura, pero lo que realmente quería era estudiar pintura y como no había convenios con esa universidad para la parte de pintura o bellas artes, por eso hice arquitectura.

- ¿Qué contactos hiciste con artistas en Brasil?

- Conocí a un famoso artista y profesor llamado João Rossi, quien estuvo enseñando un poco antes en Paraguay en el Centro Cultural Paraguayo-Brasilero. Él tenía un gran cariño a los paraguayos y cuando le dije que era paraguayo me dejó participar de sus cursos siendo yo estudiante de otra carrera, hablaba mucho conmigo, tenía mucho cariño a Paraguay, me sorprendió a mí que al contar que era paraguayo me facilitó todo y me trató con mucho cariño, casi como un hijo me tenía.

Las partes del retablo que fueron hechas para la misa que ofició el Papa Francisco en Ñu Guasu. El retablo completo fue trasladado en 10 camiones. Foto: Agustín Acosta.

Rossi formó a muchos artistas en Paraguay en la década del 50 o 60 por ahí y yo lo conocí a él en 1976 ya en Brasil, conversó mucho conmigo, eso es lo que más valoro porque me sirvió mucho como formación. Él era profesor de artes plásticas.

- Cuando volviste a Paraguay ¿a qué te dedicaste?

- Trabajé como dibujante en el diario La Tribuna cuando se utilizaba aún lo que se llamaba como la “imprenta caliente”, yo dibujaba la tapa del diario. Todo surgió cuando dibujé el hundimiento del barco Myriam Adela, no había fotos de eso, yo hice un dibujo que luego publicó el diario Última Hora y a raíz de eso me llamaron a trabajar en La Tribuna, donde era una suerte de reportero dibujante, dijo entre risas.

Yo trabajé allí en 1979, por tres años luego de venir de San Pablo, Brasil. Una de mis lindas experiencias fue cuando tenía que hacer la tapa del diario cuando murió el papa Pablo VI y se tenía que hacer el dibujo del nuevo rostro del Papa porque la gente quería saber quién era el nuevo Papa y se envió en lo que antes se usaba “teletipo” la foto que iban a utilizar los diarios. Lógicamente, era pésima la calidad de la fotografía y los diarios ya imprimían, y ese tipo de fotos salía horrible en la tapa, después recién las agencias enviaban vía correo fotos más lindas.

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Como nosotros hacíamos todo dibujo, yo dibujé el rostro del papa Juan Pablo II, que fue electo, lo hice con tinta y se imprimió eso. Fue una tardecita recuerdo que salió el humo blanco y había nuevo Papa y todos querían conocer su rostro, salió la foto en otros diarios, pero no se le distinguía porque era una cara muy blanca y yo le di la expresión mediante el dibujo y recuerdo que tuvimos la mejor tapa, una gran satisfacción.

- Además del mundo del arte y la prensa ¿en qué otro sector trabajaste?

Cuando salí de La Tribuna me fui a trabajar en Tacuatí, cerca de esa estancia donde hubo secuestro, yo hablo más en forma coloquial el idioma alemán, eso tras estudiar en un colegio alemán en la secundaria y trabajar como ayudante de un padre que me hablaba netamente alemán para que aprenda. Entonces, conocí a unos alemanes que me contrataron como traductor para comprar campos.

Me fui yo como traductor, les acompañé en varios viajes y como hice un par de años arquitectura, me contrataron para hacer la parte de construcción, luego me quedé por dos o tres años más o menos por allá, tiempo en el que hice de todo, hice alambrados, picadas, cimientos, era una estancia muy grande. Se fundó en Tacuatí en ese tiempo una especie de colonia alemana.

Tuve la oportunidad de viajar en varias ocasiones a Alemania junto con los alemanes de Tacuatí. Allí pude conocer bastante, llegué a exponer cuadros en algunos lugares de Alemania, siempre con bastante éxito en la venta, muy buena venta tuve siempre. Viajé a Alemania, España y Francia, donde expuse bastante.

Una de las galerías en donde expuse se llamaba Della Rovere de España, también expuse en la Galería Arco 86 de Madrid, una feria gigante de arte y una de las más importantes del mundo y en otras más.

Tañarandy, puesta escénica de luces y sonidos en donde se conjugan religiosidad popular con arte, de la mano de Koki Ruíz. Foto: Archivo.

- ¿Trabajaste de joven con un religioso, entonces siempre estuviste ligado a la religión católica?

- Siempre estuve muy cerca de la religión en San Ignacio viviendo cerca de los jesuitas, allá en Obligado también estuve viviendo en un colegio internado. Trabajé con un pa’i como su secretario. Como somos 11 hermanos no teníamos muchos medios, entonces yo trabajaba para pagar mis estudios en la secundaria.

- ¿Qué representa para vos Tañarandy?

- Yo Tañarandy empecé en el año 1992 porque estaba buscando algo que me quedó como un aprendizaje conociendo a un artista alemán llamado Josep Beuys, él tenía un discurso o una forma de explicar lo que era el arte, que a mí me pareció muy interesante. Él decía que el arte no es solo saber pintar, dibujar o tallar, no está precisamente en hacer algo lindo nomás, sino que el arte tiene que crear algo, tiene que servir para algo, es creación que debe servir para una transformación y que eso es lo más importante para que sea una obra de arte.

El arte es lo que se puede transformar en la gente, es la experiencia que uno mide con el arte, con lo que uno hace y acá lo importante es hacer participar a la gente de esa creación, hay que llegar a las personas y hacer que sea una transformación en la sociedad. Para algo tiene que servir el arte, tiene que ser útil, esa era la postura de este artista que era además profesor y así enseñaba.

Para mí desde entonces el compromiso del arte es trabajar con la gente, crear una revolución en la gente, crear una transformación social siendo útil y ejercitando la creatividad con la gente. El arte no es una obra que solo yo tengo que entender o solo una elite, sino para todos, eso yo interpreté.

Entonces, busqué la forma en cómo motivar a la gente a ejercitar la creatividad y, entonces, encontré que en la religiosidad popular se podía lograr ese acompañamiento de la gente a hacer una obra de arte con las personas, con los elementos de la religiosidad popular que se conviertan en un ejercicio creativo.

El artista utilizó los elementos de la religiosidad popular como las luminarias, los faroles, el canto de los estacioneros para despertar la creatividad de su gente. Foto: Gentileza.

Siempre tuvimos las procesiones de Semana Santa en Tañarandy, utilizando los elementos de la religiosidad popular que son las luminarias, los faroles, el canto de los estacioneros, la pasión y muerte de Jesucristo, la Dolorosa, el descendimiento de la cruz, todas esas cosas y así empezamos en el 92, un buen tiempo eso hacíamos con lo tradicional.

Luego, los jóvenes de la comunidad se acercaron, se querían involucrar. Yo los invité, pero trataba de que ellos entiendan que se trata de nuestro mestizaje cultural barroco guaraní. El barroco era algo inentendible para ellos y así empezamos a hacer los cuadros vivientes, lo hacíamos con la gente, con los jóvenes y a veces también participaban los padres y toda la gente de Tañarandy, la última cena llegamos a hacer todos con gente mayor, por ejemplo.

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- ¿Cuándo nacen los retablos?

- El primer retablo que hicimos fue en el 2014, fue con maíz, coco y andai (calabaza), que son los frutos de la tierra que representa a la cultura guaraní y las formas del barroco en el retablo representan la influencia barroca que fue el mestizaje misionero de las Misiones Jesuíticas.

En el 2014 hicimos el primer retablo, en el 2015 hicimos solo un retablo. En el 2014 entre los cuadros vivientes había un retablo que fue el momento del cambio y ahí dijimos, en adelante esto es lo que vamos a hacer, no vamos a hacer más los cuadros vivientes.

Al año siguiente hicimos un retablo y de ahí me llamaron el Viernes Santo por la noche y me preguntaron sobre la posibilidad de trasladar ese retablo a Asunción para la misa del papa Francisco y yo les dije no, para la misa del Papa tenemos que hacer un nuevo retablo. Hay que hacer algo que sea para ese momento porque lo importante de una obra de arte es trabajar e involucrarle a la gente.

El retablo para la misa oficiada por el Papa Francisco fue una obra de arte en la que el artista logró involucrar a todo un país con los 200.000 cocos firmados. Foto: Pánfilo Leguizamón.

Entonces, nos propusimos involucrar a todo el país con el arte, con el retablo que era para el Papa. Así fue que empezamos a recolectar esos cocos que la gente firmaba. Ese retablo para la misa del Papa tenía 200.000 cocos, todos ellos firmados por la gente. De esa manera involucramos a la gente para que participen en esa obra de arte que tenía 40 metros de ancho por una altura de 22 metros y a los 22 metros arrancaba la cruz de siete metros. Tenía 35.000 espigas de maíz más los 1.200 andai que venía de los campos, de la gente, nosotros íbamos a buscar.

- ¿Qué significó para vos hacer el retablo para la misa que sería oficiada, nada más y nada menos que por el Sumo Pontífice?

- Fue una experiencia muy importante porque la gente respondía mucho, nuestra idea era hacerle participar a la gente con la idea del retablo y que eso nos representaba a todos. Yo sentí eso como un gran logro por la respuesta de la gente, para firmar los cocos venían de lejos, habían filas y filas para dejar su nombre en esos cocos.

- ¿El Papa te felicitó por tu trabajo?

- Sí, en un momento tuve la oportunidad de encontrarle y que estaba muy contento con lo que presentamos. Lo que yo quería es que salude al grupo de personas que trabajó conmigo en la creación del retablo, el señor Horacio Cartes nos prometió que nosotros íbamos a recibirle, todos teníamos la camiseta de Paraguay, pero en el aeropuerto con toda la gente y el coro al final nos quedamos atrás.

Ya después cuando se despedía, tuvimos la oportunidad de tener un acercamiento con él en un salón del aeropuerto, saludó a los chicos que trabajaron y me dijo: ¡Qué trabajo inmenso! y con esa frase recordé unas palabras que me había dicho mi mamá que se llamaba Rosa, durante los 15 años de mi hermana.

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En esa oportunidad, en los 15 años de mi hermana, recuerdo que mamá había hecho una enorme torta en forma de barco para el cumpleaños de mi hermana, el barco simbolizaba las ganas que tenía de viajar mi hermana, el mensaje que le dio mi mamá es que es libre de ir. Yo le había ayudado a mamá a decorar esa torta con papelitos y algodón, tenía ya habilidades a esa edad.

Cuando llegaron los invitados, todos decían por la torta ¡Qué trabajo inmenso Rosa!, pero nunca decían que era linda la torta y le dije a mamá, todas las tías son envidiosas, ninguna dijo que era linda. Mamá me dio una lección: Acá lo que se pondera mi hijo es el trabajo, el sacrificio de hacer con amor algo lindo, lo que hacemos es ofrecerle nuestro trabajo, porque se pudo haber comprado otro mucho más lindo, pero lo hicimos nosotros para ella.

El Papa me respondió lo mismo que mis tías, ¡Qué inmenso trabajo! por el sacrificio, las ganas y la entrega en ese retablo. Cuando hice el retablo siempre recordé lo que me había dicho mi madre, nunca me desprendí de aquella lección. Era el trabajo lo que importaba.

- ¿Cómo fue para hacer el retablo de la Chiquitunga?

- Y se volvió a repetir, en cuanto a la participación de la gente, para mí fue una experiencia un poco distinta, pero también muy gratificante, fue una experiencia mucho más profunda con lo de Chiquitunga porque se trataban de rosarios. El retablo de rosarios surgió porque las monjas me mandaron decir que estaban rezando por la beatificación de Chiquitunga, no me dijeron que se iba a beatificar ya cuando me pidieron.

El artista volvió a hacerlo, involucró a más de 70 personas en el retablo de Chiquitunga mediante rosarios cargados de vivencias y fe. Foto: Gentileza.

Un año antes de la beatificación las monjitas ya me pidieron que pensara yo en algo y las palabras de ellas eran: estamos rezando por la beatificación de Chiquitunga, ese fue el mensaje y en el momento en que me dijeron estamos rezando yo ya pensé en el rosario. Entonces yo les dije, vayan juntando rosarios porque con rosarios vamos a hacer el retablo.

Necesitábamos 12.000 rosarios, entonces yo dije vamos a pedir 20.000 para asegurar que lleguen los 12.000 y con eso hacemos. Cuando llegó el plazo de que nosotros pedíamos los 20.000 rosarios, llegaron 40.000 rosarios y había mucha gente más preguntando si necesitábamos más, nosotros decíamos que sí, que vengan más.

Con los 40.000 logramos completar el rostro de Chiquitunga, pero llegamos a recaudar 70.000 rosarios porque la gente quería entregar sus rosarios, estaban cargadas de historias y experiencias de fe, así como peticiones. La experiencia para mí fue impresionante.


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