Un hombre de 37 años volvió a la vida luego de aprender a hacer parrillas y braseros en el taller de la Penitenciaría Regional de Villarrica, desde donde alquiló una herrería para lanzarse como independiente en sus salidas transitorias e incluso compró un camión y una moto para las diligencias. Se trata de Pedro, quien desde hace 12 años se encuentra en prisión y mientras espera su libertad mantiene a dos familias mediante este oficio.
Entre careta de soldar, taladros, pulidoras y guantes, Pedro está presto en el taller del penal a las 7:00 como desde hace 4 años. Empieza revisando la lista de pedidos y trabajos pendientes. El hombre hizo uso de los aprendizajes adquiridos profesionalmente en el curso de herrería dictado por el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP), terminó el colegio secundario y cursó panadería, artesanía de origami y electricidad domiciliaria, todos con el SNPP.
“La gente tiene mal concepto de la cárcel. Tiene que servir para pisar tierra y el resto depende de cada uno. Yo casi no sentí el tiempo porque me puse a estudiar y a trabajar. Con dos talleres herreros y la cantina, ayudo a mantener dos familias, la de mis papás, y la que tengo con mi novia Maribel”, expresó Pedro.
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Su trabajo realiza en el penal y en su propio taller herrero, que cobra vida en un local alquilado del barrio Santa Librada, haciendo usufructo de su beneficio de transitoria, permitiéndole un hueco horario de lunes a viernes para salir de la penitenciaría. Para realizar pedidos de sus productos piden contactar al celular (0981) 910-713.
“Ahora ya tengo un trabajo independiente como herrero y voy ganando clientes que me recomiendan de boca en boca. Estoy actualizado con lo que se usa en hierro; hago desde rejas, portones, muebles, juego de sillones y asador al espiedo hasta aparatos de gimnasio, porta planteras, braseros y parrillas para asado con soportes móviles y rueditas. Con lo ahorrado, compré un camioncito y una moto para transporte”, contó Pedro.
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Pedro nació el 29 de abril de 1984 en Colonia Independencia y creció con sus padres y cinco hermanos carpiendo el campo y alimentando chanchos y gallinas para un granjero. Tuvo momentos agradables con su familia, como los domingos de gran almuerzo, pero no se le vienen a la mente los juegos ni de niño, ni de adolescente, porque nunca los tuvo. Sin embargo, los amigos que llegaron solo sumaron para cometer errores.
Remarcó que no le enorgullece haber delinquido y quiere demostrar que cambió. “Le pido perdón a la gente que hice daño, fui muy inconsciente. Uno no piensa en esos momentos que, además, está dañando a su familia, que es el apoyo más grande”, manifestó.