Estos tiempos de pandemia demostraron la resiliencia y capacidad de superación de aquellas personas que se encontraron con obstáculos que les impedían avanzar hacia dónde se proyectaban. Esto ocurrió en el caso de un grupo de amigas de la ciudad de Encarnación que a raíz de la crisis financiera por el COVID-19 se vieron obligadas a abandonar sus estudios universitarios. Ellas hoy, armadas de valor y con creatividad, idearon un negocio a fin de recaudar fondos para seguir con sus sueños de estudiar y prepararse profesionalmente para el futuro. Además, también ayudan a sus respectivas economías familiares.
Analía Arévalos (19), Micaela Torres (15) y Sofía Saldívar (19) son amigas que viven en el barrio Mboi ’ê de Encarnación, departamento de Itapúa. En el caso particular de Analía y Sofía, según comentaron a La Nación, terminaron el colegio en el 2019 y con todas las ansias y emociones de sus vidas iniciaron sus respectivas vidas universitarias en el 2020.
Analía optó por la carrera de administración de empresas y Sofía, por su parte, comercio internacional. Todo iba bien pero en marzo comenzó la pandemia y el momento que cambió la vida de todos. En cuanto a Encarnación, una ciudad más que dependiente del comercio fronterizo, era afectada por la decisión del Gobierno Argentina de cerrar el paso entre esta ciudad con Posadas, provincia de Misiones.
“Por la pandemia no pudimos más costear nuestros estudios y nuestros padres que dependían mucho del comercio de frontera, tampoco pudieron ayudarnos y solo empezaban a ganar para lo que era el día a día. Los primeros meses pudimos estudiar pero después ya no se nos hizo imposible costear la cuota”, comentó Analía.
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Momento de cambio
Esta situación vino a parar ese anhelado sueño de estudiar y volverse profesionales en sus ámbitos de interés, pero no las ganas, las cuales seguían más fuertes que nunca. Analía relató que en su grupo de amigas se dedicaban antes a vender ropa. Visitaban casa por casa para mostrar sus productos o los promocionaban a través de redes sociales, para luego hacer entrega por delivery.
“Pero empezamos a ver que ya no había buena venta. Entonces, de lo poco que teníamos ahorrado decidimos invertir en lo que es frutas y verduras. Vimos que es algo que se utiliza para la comida de la casa. Se vende si o si porque es un producto necesario para todos los días”, expresó.
Fue así que se colocaron en un modesto puesto fresco y limpio, con todas las medidas sanitarias y con sus productos en exhibición, en una de las esquinas más concurridas del barrio. El lugar también cuenta con una sombra gracias a un frondoso árbol del lugar.
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Buenas ventas
“Estamos aquí desde el lunes pasado y empezamos bastante bien, gracias a Dios. La gente nos apoya mucho y nos felicita. No dicen que acá en el barrio hace rato ya hacía falta un puesto así. Nosotras ofrecemos verduras en general, productos de limpieza, ensalada de frutas, estamos variando también. Estamos de lunes a viernes de 7:00 a 18:00”, expuso.
El puesto está ubicado a exactamente dos cuadras del Colegio Técnico con dirección a la Playa de Mboi Ka’ê, según comentó Analía. Lo que ellas recauden de este negocio, irán ahorrando una parte, otra será destinada a la compra de más productos y una tercera porción de las ganancias a ayudar a sus padres con la economía familiar.
El sueño de ambas es la de poder reunir los suficientes fondos para retomar sus estudios cuanto antes, para seguir en la senda del aprendizaje universitario como tanto anhelan. Ya son tan populares en el barrio que incluso las chicas fueron denominadas como “Las Verduleras Chetas”, y hasta ya tienen página de Facebook.