Al ver una ambulancia circulando con la sirena o baliza encendida, lo primero que uno relaciona es con una urgencia, emergencia o enfermo. A pesar de esa primera impresión, el importante papel que desempeña la persona en el volante de la ambulancia pasa casi desapercibido ante los ojos de la ciudadanía.

El día a día del chofer está acompañado de mucho riesgo, responsabilidad, compromiso y, por sobre todo, de miedo a no poder dar solución a la urgencia del paciente. Así describe su trabajo Vicente Riveros, conductor de ambulancia del Servicio de Emergencias Médica Extrahospitalaria (SEME), dependiente del Ministerio de Salud, en una entrevista concedida a La Nación.

Con 40 años de edad, Riveros posee una experiencia de más de 20 años en brindar auxilio y socorrer a personas. Además de ser conductor, es también licenciado en emergencias y bombero voluntario.

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Con la llegada de la pandemia del COVID-19 es doble el riesgo que debe asumir el chofer de ambulancia y el equipo paramédico en cada misión. Además del peligro vial de todos los días, a esto se suma el peligro de contagio y de llevar el virus al hogar.

“Además de nuestra vida, bajo nuestra responsabilidad llevamos la vida del compañero, la del paciente y de su familiar a bordo. Te soy sincero, hay guardias de las que no quiero volver a mi casa porque tengo miedo de llevar el virus (COVID-19) a mi hogar”, relató Riveros.

Vicente Riveros, conductor de ambulancia del SEME. Foto: Gentileza.

Conocimientos y estrategias

Para poder llegar con rapidez al lugar en donde se encuentra el paciente y luego derivarlo en un menor tiempo a un centro asistencial existe una serie de estrategias o conocimientos básicos que debe manejar la persona al mando de la ambulancia.

Vicente Riveros asevera que es de suma importancia, y en muchos casos puede marcar la diferencia, que el conductor conozca las avenidas o calles con menor tránsito, con menos lomadas y pocos semáforos, que facilite la llegada del enfermo en un menor tiempo posible.

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En ese sentido, agregó que entre el apuro y afán de hacer llegar al paciente para ser atendido, el conductor debe ir sorteando el humor y el desconocimiento de las reglas de tránsito de los demás conductores en ruta, sin tener muchas opciones más que encender la sirena o la baliza y recurrir a las bocinas para tratar de ir haciendo paso.

Un punto bastante importante que resalta el funcionario del SEME es el conocimiento de los mensajes transmitidos desde una ambulancia, ya sea mediante la baliza o la sirena encendida. Según explica, una ambulancia en circulación con las balizas encendidas pretende transmitir el mensaje de llevar un paciente consciente, pero en urgencia. Mientras que las sirenas encendidas transmiten emergencia, donde la vida del paciente ya depende del tiempo de llegada al centro asistencial.

Sentimientos y miedo

Al igual que la responsabilidad, los sentimientos del conductor también se ponen a prueba todos los días, expresó Riveros, al momento de reconocer que, pese a sus 23 años de experiencia, sigue sintiendo miedo antes de llegar a cada escena.

“Creo que manejar ese miedo ya es parte del profesionalismo en sí, pero ese miedo le hace mucho más sensible a lo que hacemos. Ese miedo de no poder solucionar el problema. Uno ve en el paciente y en sus familiares, sea la urgencia que sea, esa mirada de esperanza que tienen en uno, y eso hace que la responsabilidad sea aún más grande”, comentó.

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