La irrupción del COVID-19 ha convulsionado no solo nuestro modo de vivir o nuestra economía, sino que ha destruido familias completas, llenando de dolor millones de hogares alrededor del mundo, miles de ellos en nuestro país, desde hace poco más de un año.

Algunas personas tienen el valor y muchas la necesidad de compartir su dolor y su experiencia tan cercana con el mortal virus, y lo expresan en sus redes sociales, donde pueden llegar a miles de personas desconocidas, pero que son capaces de solidarizarse con quienes sufren este drama mundial.

Trágica odisea familiar

“Lari”, una joven paraguaya, estudiante de ingeniería, según se describe en Twitter, se atrevió a narrar la sufrida odisea familiar desde el primer contacto con el virus a finales del mes de marzo pasado.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Relata que sus padres pasaron a buscarla para pasar la Semana Santa en la ciudad de Paraguarí, porque ella temía contagiarse si viajaba en transporte público, sin saber que ellos ya estaban contagiados.

Con los primeros síntomas, al día siguiente de la llegada a Paraguarí, su madre se realiza el test rápido, arrojando un resultado positivo y, un día después, los resultados se repiten para su padre y sus pequeñas hermanas.

Lea también: Covaxin y AstraZeneca, las vacunas que reciben los adultos mayores

“Trato de aislarme, pero es imposible, se sienten mal y tengo que cuidarlos”, sigue narrando Lari en un hilo de Twitter. El día 29 de marzo aparecen en ella los primeros síntomas de la afección, mientras mide el nivel de oxígeno de su madre, que se mantiene en el límite de 90.

Su padre decide salir a tomar sol, buscando de esa manera aliviar el malestar que sentía. Al mismo tiempo, le confirman que ella también ya estaba contagiada, misma situación para sus abuelos y su tía, hermana del padre.

Todas son malas noticias

Todas estas malas noticias coinciden con la internación de su madre en el hospital de Paraguarí, quien a falta de un lugar, la dejan en uno de los pasillos con oxígeno. No pasa mucho tiempo para que llegue a urgencias también su padre, con presión alta y mareos.

A su padre lo dan de alta, pero la madre queda internada, y muy pronto sería ingresada a una sala común. Tanto su padre como sus hermanas deben mudarse a la casa de los abuelos, pues Lari tenía que regresar a permanecer junto a su madre en el hospital.

Su madre ya no puede respirar y apenas se mueve; además, comienzan los gastos de medicamentos, uno tras otro. Las cosas lastimosamente se pondrían peor porque un día después es su padre quien es internado de urgencias, permaneciendo en un pasillo.

Contagiada, pero luchando

A ella le toca correr, incluso contagiada, de pasillo a pasillo, pues los pedidos ya no son solo para su madre. “Al toser, me duele la espalda como si me patearan, pero ese dolor duró solo un día”, recuerda ella en su publicación.

Los abuelos de Lari también llegan a ayudar al centro asistencial y apenas lo trasladan a su padre del pasillo a una sala, su abuelo es ingresado a urgencias.

El cuadro de salud de su padre empeora con las horas y es cambiado de sala para que los doctores lo puedan atender mejor. “Mamá y papá están a solo dos salas de distancia, pero no se pueden ver, aunque cuando se sienten bien, hacen videollamadas entre ellos, o bien se envían audios”, explica.

“En la sala hace mucho calor y todo el hospital escucha su tos y sus arcadas. Le pongo paños fríos para tratar que esté fresco, le fricciona la piernas, la espalda y me avisan que si no mejora, lo van a intubar”, recuerda luego de contar que ella duerme en su auto o en el pasillo, en una silla cable en la sala donde permanece su madre.

El 5 de abril, alrededor de las 20:00, una vecina llega a visitar a sus padres y ella aprovecha para ir a dormir un momento, llevaba dos días sin hacerlo ni higienizarse. Sin embargo, recibe un llamado dos horas después avisando que intubarían a su padre y regresa de inmediato al hospital para ver cómo más de seis doctores entran y salen de la sala donde está su padre.

Horas finales

El oxígeno no llegaba a sus pulmones y le avisan a Lari que si en las próximas dos horas esa situación no cambiaba, era el final para él. “Se me cae el mundo a pedazos”, dice.

Su padre tuvo que ser trasladado hasta Asunción y ella lo acompañó, dejando a su madre y sus abuelos internados, al cuidado de un tío que llegó a Paraguarí.

Ya en Asunción, una vez internado su padre, ella se quedó en una carpa mientras esperaba a que le pidieran medicamentos, lo cual sucede a la madrugada.

Lea también: El mundo asiste a aumento de restricciones y de obstáculos en la vacunación

Pero, mientras con otro tío estaba realizando algunas compras, recibe una llamada donde le avisan que su padre había tenido un paro cardiorrespiratorio y que estaba siendo reanimado. Luego de 24 minutos, le comunicaron que su padre había fallecido.

“Mis abuelos no se pudieron despedir de su hijo mayor, mi mamá no se pudo despedir del amor de su vida por 26 años, mi tía, la hermana de mi papá, estaba en el hospital con mis abuelos, apenas pudo salir un rato como para ver cuando le enterraban y mi vida como la conocía terminó en menos de cinco días, fue rápido, desgarrador y no parece real”, dice parte del impactante relato publicado por la joven compatriota.

Cada vez peor

El COVID-19 está desgarrando familias enteras y en la fecha se ha registrado la máxima cantidad de víctimas fatales en un solo día (78), según el reporte presentado por el Ministerio de Salud.

Lea también: El peor récord: reportan 78 fallecidos, entre ellos 2 menores

Déjanos tus comentarios en Voiz