Un grupo de jóvenes junto con la asociación Nepomucenos Unidos decidieron encender el espíritu de la Navidad en su distrito con un árbol de doce metros y un hermoso pesebre. Foto: Gentileza.
San Juan Nepomuceno: encienden árbol navideño con más de 10.000 luces led
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Para que estas fiestas sean coloridas y que se llene de espíritu navideño, dejando atrás todas las malas situaciones que aquejan al país, un grupo de jóvenes junto con la asociación Nepomucenos Unidos decidió encender el espíritu de la Navidad en su distrito con un árbol de doce metros y un hermoso pesebre.
Desde la semana pasada quedó inaugurado oficialmente el pesebre navideño y encendieron las 10.000 luces del árbol de Navidad. La actividad se desarrolla por segundo año consecutivo y el objetivo principal es conmemorar el nacimiento del Niño Jesús.
De esta forma, los pobladores de San Juan Nepomuceno vivieron varios momentos cargados de emotividad y simbolismo navideño, atendiendo el difícil momento que se vive a causa de la pandemia. Durante el encuentro el vicario Gabino Martínez realizó la bendición del pesebre y el árbol navideño que se encuentra en el patio de la Iglesia de San Juan Nepomuceno.
Durante el encuentro, el vicario Gabino Martínez realizó la bendición del pesebre y el árbol navideño. Foto: Gentileza.
“Este año los jóvenes quisieron darle un brillo diferente e incluyeron más atractivos a los ya existentes del año pasado; agregaron una cascada de agua en medio del pesebre, colocaron más de 10 mil luces led en el arbolito navideño de 12 metros y un trineo para el rincón de fotos destinado para los niños”, explicaron desde la asociación.
Afirmaron que este año el costo estimativo fue de unos 12 millones de guaraníes, que se consiguió a través de actividades como la venta de comidas típicas, rifas, polladas y donaciones directas de los compueblanos, quienes una vez más apoyaron esta iniciativa que se está volviendo costumbre en la capital económica del sexto departamento.
Tanto el pesebre como el árbol están dentro del patio de la Iglesia local. Foto: Gentileza.
“¡Nadie nos mira, me encanta, es la libertad!”, se exclama Nathalie, mientras olvida por unas horas sus obligaciones familiares y profesionales en una de las fiestas sólo para mujeres que, bajo el concepto “Mamá se va a bailar”, ganan popularidad en Francia. Son las 19:30 de un martes en París, pero la pista de baile de la sala Raspoutine, cerca de los Campos Elíseos, está repleta y seguirá así hasta las 22:00. Es “Fiesta de Divas” en el club, donde decenas de mujeres bailan al ritmo de viejos temas discotequeros.
Los únicos hombres en la sala son los camareros y un animador contratado para lanzar coreografías y “desacomplejar a aquellas que no se atreven a bailar”. “Vamos de fiesta de inmediato, es eficaz”, afirma Julie, una responsable de comunicación de 37 años que llegó directamente al salir del trabajo.
“Es un concepto ‘afterwork’, de siete a diez de la noche, exclusivamente femenino, destinado a las madres, aunque no únicamente. Es para aquellas que quieran desconectar después de la jornada laboral o al salir del túnel de escuela-deberes-baño-cena de los niños”, explica Constance d’Amécourt, que organiza estos eventos con dos amigas.
El concepto “Mamá se va a bailar” nació en Alemania y en los últimos meses han surgido versiones en varias ciudades de Francia por iniciativa de jóvenes mujeres. Las 260 entradas para la segunda “Fiesta de Divas” en la capital, celebrada en marzo, se vendieron en cinco días.
Las asistentes, en su mayoría entre 30 y 60 años, llegan después del trabajo y muchas van en grupo. “Nos conocimos haciendo kite surf y nos vemos dos veces por mes, en restaurantes o clases de danza. Esta es una actividad más”, explica una doctora.
Flore, que trabaja en recursos humanos y es madre de cuatro niños de entre 3 y 9 años, acude con cinco amigas. En casa “la atmósfera es complicada en este momento, es bueno distraerse, es una burbuja de alegría”, se regocija Martine, de 71 años, a cuyo marido “no le gusta bailar”.
Una mayoría de madres se relaja en las nuevas fiestas de baile exclusivas para mujeres que están ganando popularidad en Francia. Foto: Rahabi Ka/AFP
“Nos sentimos seguras”
“Mi esposo me mostró un documental sobre estas fiestas en Alemania, llamé a personas en el mundo de los eventos, lo mencioné a mi alrededor y me dije ‘¡vale la pena intentarlo!’”, explica una de las organizadoras, Lucie de Gourcuff, que se propone celebrar dos “Fiestas de Divas” en París cada mes.
La tercera está prevista para el 8 de abril en un club que podrá recibir al doble de personas. ¿Por qué sin hombres? “Con la presencia de hombres, las mujeres prestan más atención a su aspecto, se preguntan qué van a pensar de ellas o están en el modo de seducción. Aquí nos liberamos”, confiesa Isaure, madre de dos niños de 5 y 7 años.
“Algunas aprecian no ser molestadas por el género masculino que puede ser un poco insistente en las fiestas. Cuando salgo, no suelto mi vaso por miedo a que le pongan algo. Aquí nos sentimos seguras”, explica Kelly Forêt, de 32 años, que trabaja en el sector inmobiliario y ha lanzado las fiestas “Mamá y sus amigas” en la ciudad de Nantes, en el oeste de Francia.
Los vasos se dejan sobre las mesas sin supervisión. En el bar, se sirve champán sin alcohol, vino rosado, sodas. La fórmula de las “Fiestas de Divas”, por 45 euros (casi 49 dólares), incluye bebidas y un bufet ligero compuesto por salmón, frutas, tomates cherry y pasteles.
Son las 22:00 y el club se dispone a cerrar. “Tengo la sensación de que ya son las dos de la madrugada”, se exclama Indre, madre de dos niños de uno y cinco años. “Pero no estamos ebrias, ni cansadas. A las once estaré en la cama y mañana lista a las siete para el desayuno de los niños”, afirma Elisabeth con una sonrisa.
The Offline Club populariza fiestas sin teléfonos ni redes sociales
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Londres, Reino Unido. AFP.
“¡Con mucho gusto se lo dejo! Para eso vine”, dice Lois Shafier, desprendiéndose de su teléfono móvil a la entrada de una fiesta del “Offline Club” de Londres. Aquí no hay mensajes, ni redes sociales, sino reuniones, en el mundo real. Las entradas para estas “desintoxicaciones digitales” de dos horas, en este “Club sin Conexión”, están agotadas. A mediados de febrero, la taquilla volvió a mostrar el cartel de “completo”, con más de 150 personas presentes, la mayoría jóvenes de entre 20 y 35 años.
Por disfrutar de ese momento sin teléfono pagaron 9,50 libras (unos 12 dólares). “Somos la generación de la tecnología y las redes sociales, pero estamos hartos. Queremos reconectarnos con el mundo real”, afirma Bianca Bolum, de 25 años. Esta es la segunda vez que esta diseñadora de joyas participa en una velada. Viene sola y espera conocer a otras personas.
Según Ofcom, organismo regulador y supervisor del sector de telecomunicaciones, radiodifusión y servicios postales de Reino Unido, los británicos de entre 25 y 34 años se conectan una media de cuatro horas y tres minutos por día a su móvil. Liliann Delacruz, de 22 años, explica que pasa unas diez horas diarias conversando con su familia o amigos y navegando en redes sociales. “Estoy aquí para salir de mi burbuja”, señala esta estudiante.
En las mesas en las que se sientan los participantes hay juegos y material para pintar. “Haber dejado mi teléfono es liberador”, afirma Harry Stead, un ingeniero de 25 años. “A menudo siento la necesidad de mirarlo”, por miedo a perderse algo.
Lois Shafier se confiesa “adicta” al teléfono y afirma “odiar” eso. Esta ejecutiva de 35 años vino acompañada de una amiga con la que conversa mientras cose. Si estuviera en casa “seguro”, que estaba pegada a su teléfono. De hecho, cuando la velada termina, lo enciende rápidamente. Resulta irónico que los participantes conocieron la existencia del club a través de las redes sociales. “No estoy en contra de la tecnología. No digo que hay que deshacerse del teléfono”, explica Ben Hounsell, fundador del club de Londres. Pero “mucha gente se da cuenta de que dejarlo unas horas les hace bien”, afirma el joven de 23 años.
Desde que se abrió el club a finales de octubre, han participado más de 2.000 personas. “Está creciendo rápidamente”, explica. Este tipo de club ha llegado también a París, Barcelona y Dubái. El primero fue creado hace un año en Ámsterdam, por Ilya Kneppelhout y dos amigos. Para Kneppelhout, existe “adicción” al móvil y a las redes sociales. “Nos enganchamos sabiendo que no nos hace bien”, señala. Estos clubes sin conexión también responden a “una epidemia de soledad”. “La gente busca una interacción real con otras personas, lejos de las pantallas”, explica.
Ilya Kneppelhout se inspiró en clubes de lectura, como Reading Rhythms, en Nueva York, o el Silent Book Club, en varias ciudades del mundo, donde la gente se reúne para leer en compañía de otras personas. Para desconectarte del teléfono durante varios días, existen lugares de retiro en muchos países.
Incluso ‘influencers’ intentaron bajar el ritmo. La francesa Léna Mahfouf relató a sus millones de seguidores su “mes sin conexión” en noviembre. Venetia La Manna, escritora y creadora de contenido, conocida por su trabajo en temas de justicia social, sostenibilidad y bienestar emocional, se desconecta todos los fines de semana y lo da a conocer con el hashtag #offline48. “Estoy más con mis seres queridos. Duermo mejor. Soy más creativa”, explica a AFP.
En la mayoría de la gente, los móviles y redes sociales “no dañan la salud mental”, afirma Anna Cox, profesora de la Universidad UCL de Londres, especializada en la interacción entre humanos y tecnologías. Se trata más, según ella, de “oportunidades perdidas” de conversar con tu pareja.
Pero existen “estrategias excelentes” para controlar el uso del teléfono y redes sociales, como aplicaciones que establecen límites de tiempo. Configurar las pantallas en blanco y negro también las hace menos atractivas. “Necesitamos educarnos, especialmente los jóvenes, para controlar nuestros dispositivos”, enfatiza.
Brasil: detienen a sospechosa de envenenar torta de su suegra con arsénico
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Una mujer fue detenida en Brasil acusada de envenenar con arsénico colocado en un pastel de Navidad a varios familiares, tres de los cuales murieron, dijeron ayer lunes las autoridades. Seis personas de la familia se sintieron mal después de compartir el pastel la noche del 23 de diciembre en Torres, una localidad de Rio Grande do Sul, en el sur del país.
Eran tres hermanas, el esposo de una de ellas y la hija y nieto de otra. Tras ser hospitalizados, dos de las hermanas, de 58 y 65 años, y la hija de esta última, de 43, murieron con diferencia de horas. La tercera hermana, de 61 años y quien preparó el pastel, permanece ingresada en estado estable, según el último boletín médico. En tanto, ya recibieron el alta el hombre y el niño, de 10 años.
Existen “pruebas sólidas” sobre la responsabilidad de la familiar detenida, señaló el lunes en conferencia de prensa el policía a cargo de la investigación, Marcos Veloso. El agente no reveló su identidad, ni cómo habría intervenido en la preparación del pastel. La prensa brasileña sostiene que se trata de la nuera de la mujer, Deise Moura dos Anjos, que preparó el postre letal, o de mezclar el químico con la harina utilizada para el pastel.
La sospechosa podría enfrentar los cargos de triple homicidio doblemente calificado por motivo fútil y con empleo de veneno y triple tentativa de homicidio doblemente calificado. Los análisis identificaron arsénico en la sangre de las víctimas y en el pastel. La sustancia, altamente tóxica y de venta restringida en el país, se hallaba en la harina usada en la preparación.
Los comensales notaron un sabor extraño al ingerir el dulce, “picante” y “desagradable” por lo que la cocinera pidió que no comieran más, dijo Veloso. Pero ya era tarde. La directora de la policía científica de Rio Grande do Sul, Marguet Mittman, dijo que “fueron encontradas concentraciones altísimas de arsénico en las tres víctimas”.
“Para dar una idea, 35 microgramos son suficientes para provocar la muerte de una persona. En una de las víctimas había una concentración 350 veces mayor”, detalló. Aunque no se adelantó ninguna hipótesis sobre el posible móvil, Veloso afirmó que la familia tenía una relación “muy armoniosa” pero con “divergencias” antiguas que podrían explicar el origen del crimen. La policía también pidió la exhumación del cuerpo del exmarido de la mujer que preparó el pastel, muerto en septiembre pasado por “intoxicación alimentaria” y cuyo deceso no fue investigado.