Prácticamente todos los días, entre las 17:00 y las 20:00, quienes circulan por la avenida Costanera, antes de la lomada que está cerca del edificio de Aduanas, tienen la gran oportunidad de probar uno de los 20 exclusivos sándwiches que prepara diariamente don Francisco Montanía, de 71 años de edad.
Este emprendedor, quien llegó desde los 9 años desde su natal Yaguarón en compañía de sus hermanos y su madre, dedica toda la mañana a preparar la misma cantidad de sándwiches que los carga en una canasta, se toma un ómnibus y viaja desde el barrio Santa Ana, en el Bañado Sur, hasta el centro de la ciudad, para rápidamente vender a G. 5.000 todos sus productos y así regresar con el dinero necesario para salvar el día, como él mismo lo menciona.
La magia de las redes sociales
Don Francisco, viudo desde hace 8 años, vive con su hija y sus nietos en una humilde vivienda en el barrio mencionado y su don de gente, además de su infaltable presencia, hizo que un usuario en redes sociales publique su caso. La magia de la solidaridad hizo el resto.
Enrique López Arce, director de la Oficina de Empleos de la Asociación Nacional Republicana (ANR), publicó en su cuenta de Twitter que varias empresas de diferentes rubros se solidarizaron con don Francisco y su familia, luego de haberse hecho conocido el caso a través de las redes sociales, así como un grupo de personas que se han acercado hasta su hogar para entregar su ayuda solidaria y voluntaria.
Medicamentos y cenas de Navidad y Año Nuevo
Dos importantes empresas del rubro de los medicamentos y dos más del sector gastronómico ya lo están ayudando a él y a su familia con los tests de COVID-19, además de varios tipos de medicamentos que necesitan, y ya está la promesa de recibir las respectivas cenas de Navidad y de Año Nuevo.
Don Francisco comentó a LN que también llegaron personas que no conocía y le dejaron provistas como azúcar, yerba, arroz, fideos y alimentos no perecederos. “Estoy muy contento y muy feliz por recibir la ayuda de tanta gente”, comentó en guaraní.
Dejó los estudios por el trabajo
Recuerda que cuando llegó a la Capital con su familia, se instalaron en barrio Obrero y asistió a la escuela Perpetuo Socorro, donde cursó hasta el 4º grado y luego tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar como ayudante de albañil.
También vendía asaditos y empanadas frente al Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS), en el barrio Trinidad, pero donde mejor le iba económicamente era durante las fiestas patronales por las ciudades del interior del país.
Nunca faltó a Caacupé
Nunca faltó a una festividad de Caacupé, salvo este año, comenta don Francisco, sin perder la alegría y la esperanza por recibir a un mejor 2021. “El 5 de diciembre ya cargaba mis cosas y me iba a Caacupé para vender todo en dos días y luego me quedaba para la misa”, recuerda.
En un tiempo en que tanta gente perdió todo o parte de lo que tenía, muchos quienes aún cuentan con algo tienen la gran oportunidad de colaborar con este señor, quien a sus 71 años tiene toda la vitalidad necesaria para continuar luchando para llevar el sustento diario a su hogar. Las lágrimas de don Francisco se lo agradecerán.