En el marco de la misa central del 8 diciembre por la Virgen de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela manifestó en su homilía que este año se ha tomado una actitud responsable al realizar las fiestas litúrgicas a puertas cerradas por el COVID-19. Consideró que si se emula el amor de la Virgen María con Jesús en la concepción inmaculada, tendremos la fuerza para superar la pandemia.

Pidió además no permanecer “ciegos” ante los intentos de instalación del aborto legal. Solicitó a las autoridades luchar contra la corrupción, la injusticia, el narcotráfico, la pobreza y la depredación de los bosques.

Minutos cerca de las 7:00 de este martes 8 de diciembre, el obispo de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, caminó solitario hacia la Basílica y tras quedar un momento en la explanada mirando la plaza vacía, tocó el crucifijo y abrió las puertas del templo donde se realiza la misa central, iniciando de esa forma una celebración totalmente atípica de la Virgen de los Milagros.

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“Este año celebramos el 8 de diciembre, la fiesta de Tupãsy Caacupé de una manera muy especial. En primer lugar, la pandemia afectó el número de peregrinos y la forma festiva de las diferentes manifestaciones que habitualmente caracterizan la gran peregrinación de cada año. Todos sabemos que esta forma de atención y cuidado surge de una actitud necesaria y responsable, dado que la pandemia ha alterado radicalmente toda la vida de la humanidad, especialmente en las formas en que las personas se relacionan con las nefastas consecuencias que conocemos y que afectan especialmente a los más débiles”, expresó en su homilía.

El obispo añadió que piden a la virgen luz y fuerza para vencer a la pandemia, e instó a dejarnos guiar por la palabra de Dios para que nuestra peregrinación con la mente y el corazón pueda ser iluminada por el Espíritu Santo. En la ocasión, el tema para reflexionar fue: “La eucaristía y la Virgen María”. Hizo un recuento de cuando María recibió la visita del Espíritu Santo y sembró en su vientre al Dios encarnado. “Podríamos decir que, durante nueve meses, a cada segundo era como si en ella se celebrara la Santa Misa”, dijo.

Valenzuela expuso que la eucaristía es uno de misterios profundos de nuestra fe: las apariencias, los sabores y los aromas son de pan y vino. “Sin embargo, tanto en una como en la otra especie, solo encontramos la sustancia del cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo. Los sentidos nos presentan una realidad, pero nuestra fe nos dice otra, en la cual creemos”, añadió.

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“Vivimos ciegos”

En otra parte de la homilía, el obispo aseveró que con frecuencia no consideramos en profundidad todos los beneficios recibidos en la sagrada convivencia con la eucaristía, pues vivimos en una época absorbida por el mundo. “Nos dejan ciegos y no percibimos lo que sucede a nuestro alrededor, cómo el intento de instalar el tema de la legalización del aborto, que constituye una amenaza a la racionalidad, pues agrede vida, familia”, fustigó.

Pidió también que desde las instrucciones y misiones que hagamos se ponga la fuerza suficiente en la transformación de la educación, de la salud, del mundo, del trabajo y combatan férreamente la corrupción, el narcotráfico, lavado de dinero, abuso de menores, secuestros, violencia contra la mujer y todo tipo de males, para que vuelva a reinar la paz en los hogares paraguayos.

“Es necesario llegar a un consenso ideal para encontrar soluciones a los problemas de todos, particularmente la pobreza, la injusticia y la depredación de nuestros bosques, que ponen en peligro el futuro, como indica el papa Francisco en su última encíclica ‘Fratelli Tutti’. Este no es el plan de Dios ni el camino que María nos señala. Esta no es la forma de construir la Iglesia, la casa de Dios para toda la humanidad”, señaló.

Finalmente, mirando a la justicia, Valenzuela requirió a los responsables de la justicia, fiscales y jueces, que sean audaces y combatan decididamente la corrupción, para que nuestra casa común, el Paraguay, esté limpia y exenta de compras de justicia.

“Estamos en el mismo barco”

Consideró en ese sentido que la pandemia ha hecho que estos problemas sean más visibles y también muestra la necesidad de encontrar formas y soluciones para todos. Sostuvo que la dimensión de los problemas a los que nos enfrentamos requiere soluciones que cuenten con la participación de todos y cuyos beneficios también puedan ser disfrutados por todos. “Estamos en el mismo barco y solo es posible salvarnos a nosotros mismos si todos colaboramos para que todos se salven”, dijo.

Por último, expresó que en los hogares, en medio de esta pandemia, la palabra de Dios invita a contemplar a María como “peregrina de la fe”, como la mujer que se dejó encontrar por Dios en su vida cotidiana. “Si lo hacemos, guiados por el espíritu del Señor e imitando las actitudes de la Madre María, saldremos de esta crisis con más vida y la posibilidad de afrontar los retos que nos depara el futuro”, culminó, para dar lugar a la continuidad de la misa.

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