Siempre ha sido una tradición que cuando un paraguayo sale de su casa se encomiende a Dios realizando la señal de la cruz, o que ya saliendo del hogar, la madre o abuela, derrame su bendición para que él o la viajera llegue bien a destino. Este es el caso de la familia de Celeste Shaerer, quien es muy devota de la Virgen María y en cada viaje se encomienda a Ella. Con su familia y amigos rezan el rosario desde que salen hasta llegar a destino.
En contacto con La Nación, Celeste contó dos de sus tantas historias y verdaderos milagros que le había concedido la Virgen María. En ambas oportunidades, luego de que emprendieron viajes de larga distancia y se trasladaban toda la familia y algunos amigos y pasaron por momentos críticos, pero la Virgen María los protegió.
El rosario de cada sábado
“Recuerdo que cada sábado por la tarde íbamos a rezar el rosario en Piribebuy. Siempre había personas que nos acompañaban para compartir ese momento, pero en uno de esos tantos sábados que ya estábamos preparados para ir vino una tormenta muy fuerte”, recordó. Agregó que ya se habían preparado todos y se acercaba la hora para rezar, porque lo que tuvieron que salir para ir hasta el sitio del encuentro.
Pese a la gran tormenta que llegó a la zona, ella igual emprendió el viaje acompañada de toda su familia, una monja de las Dominicas de Areguá y otras personas, quienes también iban a rezar el rosario. Pero antes de salir ella dijo: “Bueno Virgencita, bajo tu amparo vamos a salir”.
Los creyentes conocen el pasaje bíblico del antiguo testamento que habla del milagro de Dios cuando Moisés guió al pueblo de Israel para cruzar el río Nilo para sacar a los judíos de la opresión de Egipto. Según este relato, las aguas se abrieron para dar paso y poder cruzar el caudaloso río.
Si bien la comparación resulta exagerada, es sabido que los raudales generados tras los grandes temporales en nuestro país se han cobrado más de una vida y llevó a su paso vehículos, causando estragos en los ocupantes de los móviles.
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“Parecía que se abrían las agua”
Celeste contó que desde el momento en que emprendieron camino para llegar a destino, todos comenzaron a rezar el rosario ante el temor de ser arrastrados por algún raudal. “Llovía torrencialmente y como de costumbre rezábamos el rosario por el camino. Pronto nos dimos cuenta que en la medida que avanzábamos, no llovía sobre nosotros. Llovía en todas partes, pero donde pasaba nuestro vehículo no llovía. Podíamos ver que pasábamos sobre los grandes raudales. Era increíble”, dijo muy emocionada de solo recordar el momento.
Afirmó que todos quedaron muy sorprendidos ya que la tormenta era tal y resultaba imposible que no sean alcanzados o arrastrados con toda la camioneta. “Tanta fue la emoción que se nos cortó el rosario, porque no podíamos hablar, seguíamos y era la misma cosa. Eso fue el milagro de la Virgen María que quiso que fuéramos y llegáramos al grupo para rezar. Era realmente hermoso, parecía que se abrían las agua por delante, porque veíamos a los costados y llovía torrencialmente”, dijo.
Envió a los ángeles
En otra oportunidad nuevamente Celeste se comprometió a emprender un viaje junto a sus primos que llegaron para hacer turismo al país. “Les llevamos a conocer Foz de Yguazú y por el camino se nos descompone el vehículo en zona de Caaguazú. En eso me dice el chofer: acá y si podemos llegar hay dos o tres talleres grandes que nos pueden ayudar”, comentó.
Entonces ella accede a ir a uno de los talleres, pero primero debían dejar que el vehículo descanse ya que salía mucho humo del motor y era claro que era por sobrecalentamiento, ya que iban como 10 personas dentro del móvil. “Esperamos un rato y decidimos seguir despacio hasta llegar a uno de los locales. Llegamos al lugar y me bajo para hablar con el mecánico. Entonces el empieza a sacar piezas del motor y yo decía dentro de mí, será que va a poder armar otra vez”, recuerda entre risas.
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En un momento, ella en medio de nerviosismo por la falla que podía tener la camioneta observa al señor y que todo lo hacía de forma tan fácil. “Lo miraba y parecía que no tocaba nada, parecía que flotaba sus manos sobre las cosas. Después de un rato viene y me dice: ya esta señora. Se fue hacia el fondo, yo me quedé esperando, pero como no venía lo busqué hacia el fondo para preguntarles cuanto alcanzaba y no lo encontré”, sostuvo.
Agregó que le pareció extraño porque lo vio haciendo unas cosas en el fondo y luego desapareció por lo que le preguntó a un muchachito que también estaba en el lugar. “Le pregunté por el señor que reparó la camioneta y me dijo: solo yo estoy en este lugar. No puede ser le contesté, entonces decidí poner en marcha el motor y estaba funcionando, entonces vuelvo al fondo a buscarlo donde estaba arreglando, pero desapareció”, manifestó emocionada.
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Siempre acompañados de la Virgen
Celeste quedó sorprendida todo el camino y cuando llegaron a Ciudad del Este, el chofer le dijo si no quería hacer revisar el motor de la camioneta. “No le dije, ya está y anda perfectamente, no va a fallar. Eso fue el poder del rosario que rezamos desde que salimos hasta llegar y esa es fue obra de la Virgen María, quien mandó a un ángel para arreglar porque siempre nos encomendamos a ella, llegamos a destino y volvimos”, aseguró muy feliz.
Resaltó que es una tradición en su familia que una vez que emprenden un viaje tomen el rosario y se encomienden a la Virgen María, para que todos lleguen protegidos a destino. “Lo hacemos todos, mis hijos y nietos, todos sabemos rezar el rosario desde pequeños y siempre vamos acompañados de la Virgen”, concluyó.