Nadie está preparado para recibir una mala noticia, mucho menos cuando se trata de una que pueda determinar el fin de nuestra propia existencia, sin importar que tan largo o corto pudiera ser el plazo para un desenlace. Esta situación tiene agravantes sentimentales, sobre todo cuando se trata de personas que comienzan su recorrido por la vida o como es el caso de Juan José, nuestro entrevistado, cuando está iniciando la plenitud y el futuro está lleno de proyectos y sueños.
En marzo de 2016, Juan José Alonso, el menor de cuatro hermanos, era estudiante de ingeniería Industrial de la Universidad Nacional de Asunción, quien como muchos otros, dedicaba gran parte de su tiempo a formarse en una profesión con mucho futuro, pero que al igual que otras, era de muy difícil acceso.
La familia, los amigos, una novia, una carrera en formación, un grupo de oración de la comunidad juvenil del Movimiento de Schoenstatt además de todas las actividades que un joven de 22 años pudiera tener, ocupaban la vida de Juan José. Su participación en el movimiento religioso cuyo nombre traducido del alemán significa “lugar hermoso”, está fuertemente vinculado a la figura de la Virgen María, a quien denominan como la Mater.
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Los primeros síntomas
Un leve zumbido dio paso a mareos cada vez más constantes y frecuentes que se fueron sumando a la pérdida de la audición de manera gradual pero sostenida. A estas molestias, en poco tiempo se agregaron los dolores de cabeza, con fuertes puntadas que no le permitían manternerse en el mismo lado cuando intentaba dormir.
“Era mi último semestre, estaba terminando ya la facultad. Era una persona muy exigente conmigo mismo y no quería que nada impidiese que yo pudiera terminar la carrera en ese momento”, recuerda. Las molestias físicas lo llevaron a realizarse estudios para determinar qué los causaba.
Apenas estuvieron listos los resultados de sus estudios, tuvieron que darle la noticia, esa que nadie desea escuchar. “Me dijeron que tenía un tumor cerebral de 3,5 centímetros, pero lo peor no era solamente el tumor, sino la ubicación”, nos cuenta, con palabras entrecortadas porque parece revivir aquel doloroso momento.
Sin tiempo que perder
Contactó con varios neurocirujanos y uno de ellos, muy cercano a la familia fue quien expresó que era algo urgente y que la cirugía tenía que realizarse lo antes posible. El problema es que tras recurrir a varios especialistas, todos se pusieron de acuerdo en algo, no era posible realizar esa cirugía en Paraguay, era demasiado complicado y se requería de tecnología avanzada para lograr un resultado satisfactorio.
Mientras tanto, los síntomas velozmente comenzaron a hacerse más y más intensos, incluso ya tenía síntomas de hidrocefalia porque el líquido que circula a través del sistema nervioso no lo hacía y era retenido en el cerebro. “Comenzaba a sentir mucha presión en la cabeza, además del mareo, el vomito, los dolores de cabeza y la pérdida de la audición y de la vista”, explica Juan José.
Gracias a los contactos que hicieron los doctores con quienes consultó, le consiguieron la posibilidad de ser intervenido quirúrgicamente en la ciudad de Sao Paulo, Brasil. “Me sentí muy mal, no lo acepté y lo primero que pensé fue ¿por qué todo esto? Era una cirugía que me tenían que hace de urgencia y no sabia si al salir de ella iba a seguir hablando, caminando o viviendo”, nos cuenta mientras se lo nota desanimado al recordar aquellos terribles momentos por los que atravesó.
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El día de la Alianza
“Le conté al Padre, quien era nuestro asesor espiritual en el grupo al cual asisto y estuvimos hablando mientras se hacía la unción a los enfermos”, explica. “Pero en ese momento él me dice, hoy vamos a hacer tu alianza de amor con la Mater”, en referencia a un rito muy especial, significativo e importante para todos aquellos que forman parte de esta tradicional comunidad mariana.
“Para mí, esa alianza que hice con la Mater fue un hito en mi vida y fue como que ella me entregaba su corazón en ese momento, aunque en realidad fue un intercambio de corazones. ‘Que sea la voluntad de ella’, dije mientras pensaba en las tres posibilidades que podrían suceder luego de la operación y que ya no siga en esta vida, significaba conocer más rápidamente a Dios, porque tengo fe que todos un día vamos a encontrarnos en el cielo”, siguió contando.
Agregó que pedió a Ella que lo protegiera y que intercediera tanto a su hijo por él y le ofrecía también sus oraciones por su madre y pensaba: “Ella también sentiría, como las dos son madres”, indicó. “Fue increíble la tranquilidad que sentí luego de haber hecho esa alianza, ya no me deprimí y al terminar la misa me entregaron dos Vírgenes Peregrinas y las llevé conmigo a Sao Paulo”, rememora.
Doce horas en el quirófano
Un día antes de la operación, él ya no podía caminar a causa del acelerado avance del invasor de su cerebro y lo llevaron en silla de ruedas hasta la capilla que está en el interior del hospital. Él estaba vestido con una remera de su movimiento. Al sacerdote que había oficiado la misa le explicaron cuál era su situación y él, al ver la inscripción en la remera, se marchó presuroso para regresar con una Virgen Peregrina, similar a la que le habían entregado el día de su alianza con la Mater.
“Para mi fue un momento increíble porque era un día antes de la difícil operación y ella de nuevo estuvo junto a mi, protegiéndome y dejándome muy tranquilo”, recuerda. Luego ya fue sedado y dormido se lo llevaron al quirófano para una operación que duró 12 horas. A pesar que salió todo bien, quedaron restos del tumor, que para no exponerlo a un mayor riesgo, no pudo ser completamente retirado.
Luego de su operación, el 4 de abril de 2016, comenzó el tratamiento con radioterapia. El 15 de mayo, junto a sus padres y su hermano, quien ese día cumplía años, salieron a pasear por Sao Paulo y llegaron hasta la iglesia de Nuestra Señora del Brasil.
En todo momento
“Era una iglesia muy hermosa y estaba llena de esculturas de santos y en una parte central del templo, todas las diversas Vírgenes que son guías de las congregaciones y nuevamente sobresaliendo entre todas ellas, una Virgen Peregrina”, una similar a la que lo había acompañado desde su salida desde Asunción hasta minutos antes de entrar al quirófano.
“Era el Día de la Madre y ella nuevamente se me presentaba, me alegró tanto verla. Ella estuvo en todo mi camino”. El tratamiento dio resultados y luego los restos del tumor desaparecieron completamente”, aseguró. Juan José recuerda que retomó de manera virtual las clases y se adaptó a las exigencias a pesar de la situación. Se había prometido a si mismo, terminar la carrera en ese mismo semestre.
Regresó varias veces a Sao Paulo a continuar el tratamiento y en cada visita, la presencia de la Virgen Peregrina de Schoenstatt se le manifestaba, ya sea en forma de mensajes para fortalecer el momento que vivía y que le eran entregados por personas desconocidas o simplemente la aparición de personas, que a pesar de parecer intimidantes, terminaban orando a su lado en algún lugar.
El premio a tanto sacrificio
El 29 de diciembre de 2016 era el último día en que Juan José podía presentar su tesis y logró entregarla al filo del plazo. Al año siguiente era la ceremonia y aunque sabía que era difícil por todo lo que pasó, soñaba con ser el mejor egresado, además de confiar en su promedio.
Pero para Juan José, lo verdaderamente importante era haber sanado y poder concluir en tiempo y forma su carrera, era un premio a su fe y a su sacrificio. “Todo eso fue un regalo que Ella me dio, porque además comprendí que nosotros no manejamos los designios, y por eso cuando le pedí, le dije que solo si era su voluntad y si Ella lo quería”, explica.
“Pasé por mucho sufrimiento y estaba muy feliz por ese logro, fue un regalo de Dios y de la Virgen María, porque yo había aceptado mi cruz. Hasta hoy la Mater es mi mamá y le doy cariño como hay que darle a todas las madres”, concluye.
Otra gran prueba
En mayo del 2017, Juan José fue para otro de los controles rutinarios a Sao Paulo, en donde tuvo una nueva difícil situación. El tumor había hecho metástasis en la columna. “Cuando recibí la noticia del doctor no podía creer y sentí mucha impotencia y tristeza. Me había indicado que era muy importante comenzar el tratamiento lo antes posible” menciona. A los 5 días de haber recibido la noticia, comenzó tratamientos de quimioterapia y radioterapia de todo el sistema nervioso.
“Fue muy difícil para mí lo que estaba pasando pero nuevamente la Virgen María me sostuvo y me obligó a aceptar la voluntad de Dios a través de una novena que llevé, en donde me preguntaba como respondía a Dios en ese difícil momento, y me llevó a dar nuevamente un sí a Dios así como ella lo hizo. Ella me enseñó que nuestro sufrimiento tiene un profundo significado y que aceptando nuestras cruces día a día, más nos podemos asemejar de alguna manera a su hijo Jesús”, recordó
En septiembre del 2017 culminaron los tratamientos desapareciendo todo resto de tumor dentro de su cabeza y columna. Actualmente sigue con controles rutinarios con una vida normal mencionando que en cada estudio lleva consigo a la Virgen peregrina. “María estuvo y sigue estando en todo momento conmigo. Así como le pedí en la Alianza, Ella me protegió, me educó, me guió y me transformó”.