Estamos a semanas de la mayor festividad mariana del Paraguay. Todos los años, en la medida que se acerca el 8 de diciembre, miles de personas iban caminando desde Ypacaraí, Piribebuy, Cabañas, Atyrá, Pirayú y otros puntos cercanos para pagar alguna promesa hecha a la madre espiritual de todos los paraguayos: la Virgen de Caacupé.
Sin embargo, este año las cosas son distintas con la llegada de la pandemia del COVID-19, pues la peregrinación hacia la Villa Serrana quedó suspendida en formato presencial y se anima a que las festividades sean celebradas desde las casas y no caminando hacia Caacupé.
La semana pasada, el obispo de la Diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, instó a la ciudadanía a hacer un pequeño altar para la Virgen en la casa de cada uno de los que hicieron una promesa, o en cada familia creyente. Caso contrario, pidió que simplemente se pueda prender una vela para conmemorarla y recordó que todas las promesas este año ya estas pagadas. Sin embargo, lamentó que esto no frena a los peregrinos, que cada cada siguen llegando hasta la basílica, pese la vigencia de las medidas restrictivas.
Es aquí donde surge la interrogante: ¿Porqué peregrinamos cada año? Para orientar al pueblo paraguayo, el comunicador católico Pedro Kriskovich, en contacto con canal Gen y Universo 970 explicó sobre la devoción hacia la Virgen de los Milagros de Caacupé. “La peregrinación empezó en el siglo XVIII, cuando se empieza a venerar a la Virgen de Caacupé y surgen las primeras peregrinaciones, en momentos muy difíciles para el país con la guerra del 70 y la guerra del Chaco”, comentó.
Pero, ¿qué motiva al corazón del creyente a llegar hasta la casa de la Virgen? “Para mí es una respuesta de amor. Es una respuesta del pueblo creyente, por las apariciones de la virgen o muestras de amor de la virgen. Es como un amor reciproco entre el pueblo y el amor manifestado por María a un sitio en particular”, explicó.
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Sacrificio de amor
Indicó que sí se puede rezar en cualquier lugar y punto del país en este momento, pero que eso no es igual para la ciudadanía. “Son sitios en concreto donde la Virgen demostró su amor. Ahora en particular -ante la crisis que estamos viviendo- se entiende que la gente se quiera ir porque fue en el lugar donde ocurrió el milagro”, explicó.
Aclaró que en este momento se requiere un acto mayor de amor, ya que “todos pasamos por ese momento en que no podíamos visitar a nuestras madres”. Indicó que esa misma restricción se puede imitar en esta oportunidad en la que no se puede visitar a la Virgen. “Sería el mismo sacrificio de amor que hicieron los hijos durante la cuarentena total para proteger al pueblo”, indicó.
Sostuvo que se debe de vivir ciertos sacrificios como el que vivió mucha gente en la pandemia. “Que eso se refleje con la virgen y si se nos exigen cierto sacrificio como acto de amor, que manera más bella que demostrar nuestro amor a la Virgen de Caacupé de esta manera”, señaló el comunicador.
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Seguir desde sus casas
Instó a la ciudadanía seguir las exigencias como un acto de amor hacia la virgen y ahora que estamos sumidos en la tecnología, a que utilicen estas herramientas para seguir todas las actividades que se desarrollen en la basílica desde sus casas. “Compartir a través de las redes, televisión y acercarse a la Villa Serrana cuando todo esto pase. A los jóvenes se pueden conectar a la peregrinación online donde podrán meditar y compartir sobre la Virgen. Ya tendremos tiempo para visitarla”, aseguró.
Dijo que todos somos luz en medio de esta pandemia y que el llamado de la Virgen de Caacupé es para todos sin distinción de religión. “Somos luz ante la oscuridad, en este momento tan difícil que estamos pasando en el mundo. El llamando a la esperanza de la Virgen es universal”.
Parecida a la plaza de San Pedro
Resaltó que para Caacupé se debería hacer una comparación con la Plaza de San Pedro, que ante la pandemia quedó totalmente vacía y que se debería imitar eso para venerar a la Virgencita desde nuestras casas. “Eso fue en marzo cuando empezaba todo ese tema de la pandemia y donde tal vez se veía una plaza desierta y en soledad, pero acompañada de la fe, porque el papa Francisco pedía que se rece desde las casas y estar unidos en oración. Esa comparación deberíamos hacer ahora”, indicó.