El pilarense Inocencio ingresó a la Penitenciaría Nacional de Tacumbú en diciembre del 2010 y cumple una condena de 16 años. En ese lugar él descubrió que tenía un don para la panadería y por la insistencia de un compañero de celda ingresó para aprender de cero en el 2011, primero como ayudante de la panadería penitenciaria y luego como encargado.
La pasión que puso para aprender y enseñar a otras personas en su misma situación hizo el resto. Antes de ingresar a la penitenciaría, se dedicaba a la comercialización de ropas y pescados. Realizaba el ida y vuelta entre Ayolas y Asunción, donde proveía de sus productos a otros comerciantes del Mercado 4.
Nació en Pilar y desde los 13 años se dedicó a trabajar para conseguir un ingreso, ya que con 9 hermanos era difícil que alcance el dinero, a tal punto que no superó la primaria escolar. Uno de los 11 asistentes que tiene en la panadería de la penitenciaría opina sin dudar: “Inocencio cocina como los reyes, cuando probamos su comida no paramos de comer”.
Una dura jornada diaria
El duro trabajo en la panadería arranca muy temprano y en el portal del Ministerio de Justicia se recoge parte de la rutina diaria de Inocencio y su equipo de asistentes aprendices. Enfundado con el delantal, la cofia y el tapabocas, Inocencio se pone serio para el testeo de los equipos de cocina.
Luego fiscaliza el estado de las pesadoras, las dos amasadoras, tres refinadoras, ocho hornos y el aseo de las batidoras, entabladoras, bandejas, canastos y la mesada de moldeado y corte. Toma todos los resguardos durante la jornada de 5:00 a 18:00; la necesidad de adaptar el volumen de trabajo le demanda el uso de maquinarias de porte que conlleva peligro mecánico, energía calórica y piezas en movimiento.
El calor está aminorado con gigantes extractores de aire, ventiladores y split central. Su radio “de batalla” ameniza con músicas desde que da la orden de arranque. Bolsas de harina y abundantes bloques de manteca llegan desde la intendencia penitenciaria.
En breve saldrán del horno más de 30.000 unidades de galletas de miga esponjosa, el producto estrella que mantiene una calidad invariable y una parte de la masa madre se convierte en galletón y pan flauta con anís. Otra tanda se cuece lo justo para dorar 2.000 unidades de bollo, tortas bizcochuelo y 2.000 deliciosas porciones de sopa paraguaya.
Todo Tacumbú reconoce a Inocencio, le llaman “vecino” por lo amiguero; es muy querido. “La comida nos provee Dios y yo cocino para servir a los demás. Estoy tratando de ser correcto, confío en mí mismo y no quiero fallar”, cuenta el panadero Inocencio.