Como signo de unidad católica entre las Iglesias del Oriente y Occidente, este domingo a las 11:00 horas, monseñor Edmundo Valenzuela, arzobispo Metropolitano procederá a la entronización de la imagen de San Chárbel en la Catedral de la Santísima Asunción.
Entronizar una imagen es darle un lugar dentro del templo para que la gente pueda venerarla y a la vez pueda ocupar un lugar en el corazón de lo fieles. Este acto es considerado histórico, pues se pedirá San Chárbel que proteja al Paraguay en estos tiempos difíciles.
Las personas que deseen participar de la celebración, podrán hacerlo por agendamiento, llamando al 0984 600 777 (Abuna Pedro) o al 0971 503 965 (Sra. Celeste).
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¿Quién es San Chárbel?
Conocido como el “el Hombre de los Milagros”, o el “ermitaño del Líbano”, San Chárbel es el primer santo del Líbano y uno de los más conocidos y milagrosos santos orientales. Etimológicamente, Chárbel, nombre arameo, se deriva de dos palabras: “Charb”, que quiere decir “historia”; y “El”, que significa Dios. Chárbel significa, pues, historia de Dios.
Nació en Beqakafra, Líbano, cercano a los famosos Cedros. Era el quinto hijo de Antun Makhlouf y Brigitte Chidiac, piadosa familia de campesinos. Fue bautizado a los ocho días, recibiendo por nombre Yusef (José). A los tres años, su padre es requerido en el ejército turco y muere en la guerra contra los egipcios. Su madre cuida de la familia siendo buen ejemplo de virtud y fe. Pasado un tiempo, ella se casa de nuevo con un hombre devoto quien eventualmente será ordenado sacerdote (en los ritos católicos orientales, hombres casados son elegibles al sacerdocio diocesano). Yusef ayudó siempre a su padrastro en todas las ceremonias, notándose en él un raro ascetismo a la vida de oración.
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La vocación
A los 20 años de edad, Yusef es el sostén de su casa. Es el tiempo de contraer matrimonio pero el se siente llamado a otra vida. “Deja todo, ven y sígueme”. Después de tres años se decide, y sin despedirse de nadie, una mañana del año de 1851 se dirige al convento de Nuestra Señora de Mayfouq, donde será recibido como Postulante y luego como Novicio, llevando una vida ejemplar, sobretodo en lo referente a la obediencia. Es precisamente cuando Yusef toma el hábito de novicio, cuando renunció a su nombre, escogiendo el de su consagración: Chárbel.
Pasado un tiempo, le enviaron al Convento de Annaya, en donde profesó los votos perpetuos en 1853. Anhelaba fervientemente el ser ermitaño. Dormía sólo tres horas reposando sobre una tabla cubierta de hojas secas con un trozo de madera como almohada.
A mediados de diciembre de 1898, se enfermó, justo antes de la consagración mientras celebraba la Misa. La parálisis gradualmente se apoderó de él. La noche de Navidad murió, repitiendo la oración que no había podido terminar en el altar: “Padre de Verdad, tu hijo amado, que hace un increíble sacrificio por nosotros. Acepta esta ofrenda: Él murió para que yo pudiera vivir. Toma esta ofrenda! Acéptala...” Estas palabras resumieron una vida de setenta años.
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El hombre de los Milagros
Chárbel ofreció amplias pruebas a lo largo de su vida sobre sus extraordinarios dones. Alumbró la lámpara de aceite llenada por agua. Hay historias sobre clarividencia y curaciones relacionadas con su nombre. Después de su muerte, Dios lo quiso señalar por numerosos prodigios: su tumba fue inmediatamente rodeada de una “brillantez extraordinaria” por 45 días. Esta misma luz atrajo al beato Esteban Nehme a descubrir su vocación religiosa. Su cuerpo se ha mantenido incorrupto, suda líquido parecido a la sangre. Este líquido ha sido el responsable de muchas curaciones. El pueblo lo veneraba como santo aunque la jerarquía había prohibido su culto formal mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto.
En el siglo XX su tumba se ha abierto cuatro veces, y en cada ocasión “se notaba que su cuerpo sangrante todavía conservaba su flexibilidad como si estuviera vivo”. Sus milagros son incontables en el mundo entero. Los registros están llenos de casos de curaciones físicas y morales. Para su beatificación se necesitaba un milagro reconocido por médicos y teólogos, en el caso de Chárbel se contaron hasta 1.200 milagros.
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