Estela Servín, nutricionista del Hospital Central del Instituto de Previsión Social, se refirió sobre la alimentación en el aislamiento y afirmó que las personas pueden verse muy afectadas y tener variadas consecuencias de salud que se estarían observando con el correr de los meses.

“Se teme que se vean agravados los números de obesidad que ya también eran pandémicos. Realmente esta situación actual nos tomó por sorpresa y los hábitos de alimentación se vieron fuertemente impactados. Por supuesto, estos dependen de la realidad de cada persona, de cada familia, es diferente el caso de las personas que hacen la cuarentena en familia a aquellas que viven solas o también en el caso de las personas mayores”, explicó la profesional este martes, según informaron desde la previsional.

Añadió que hay personas que aumentaron el consumo de alimentos preparados o industrializados (galletitas, amasados, alfajorcitos, golosinas, a los cuales uno recurre para paliar esta situación de estrés y de hambre emocional) y hay otras personas que se han acercado a preparar las comidas, que no hacían antes porque sus rutinas se los impedían.

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Servín explicó que se tendría que analizar por todo ello una sumatoria de factores, que se interrelacionarán entre sí como ser: la combinación del aislamiento social con el aumento de la hormona del cortisol (se da por el miedo, la angustia, la inseguridad e incertidumbre) sumado a la mala alimentación que están teniendo las personas y con ellos mayor ingesta de azúcares y harinas por un lado y seguramente también se verán problemas que saltarán secundariamente tras la escasez de alimentos en sectores más vulnerables y fuertemente afectados.

Hambre emocional

“Es fundamental controlar además el hambre emocional, hay muchas personas que están con mucha ansiedad, hay que permitirse este sentir, ya que la ansiedad es una emoción que nos está queriendo decir algo y hay que tratar de calmarla con algo que no sea comida, pero sucede que el cerebro busca lo más inmediato para no pensar, que es comer. Hay que aceptar esa emoción y hablar, muchos suelen no hablar y comen”, señaló la experta.

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Descanso y horas de sueño

Además, en estas circunstancias hay muchas personas que perdieron también los ciclos de sueño y vigilia y por lo tanto, comen en horas que antes no lo hacían.

Dormir bien también es clave, ya que descansar mal lleva al aumento de peso porque aumenta el cortisol, la hormona del estrés que genera grasas y el cuerpo necesita estar despierto y entonces busca energía de los alimentos, por lo que dormir mal genera más hambre.

La Lic. Servín afirma la importancia de preguntarse, ¿cómo estamos comiendo? Y proveerle al cuerpo una rutina alimentaria. No caer en constantes picoteos de alimentos, aprender a escuchar a nuestro organismo y comer por hambre y así menos veces en el día. Puede ser útil aprovechar este periodo invernal para aumentar nuestro consumo de caldos que pueden ser provechosos para aumentar la saciedad.

Alimentación más natural

En su mayoría, las sociedades científicas están recomendando volver a una alimentación más natural (casera) y disminuir en lo posible la cantidad de alimentos altamente industrializados, que no son buenos para el cuerpo.

Lo bueno del aislamiento

La parte buena del confinamiento es que a muchos les ha dado la posibilidad de interesarse o acercarse por primera vez a preparar sus alimentos, lo cual desde el punto de vista nutricional es una ventaja y sostuvo la nutricionista que, “no dejemos pasar esta oportunidad para dedicarnos al cuerpo e implementar nuevas estrategias para cuidarnos, que podamos continuar aplicando cuando regresemos a la normalidad”.

A su criterio, este período es una gran oportunidad para enseñar a niños y adolescentes a cocinar platos sencillos, evitar el consumo de alcohol y hacerse amigos de las frutas, verduras y proteínas saludables, evitando las harinas y azúcares innecesarios.

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