“Esta festividad es para honrar los 12 primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios todos los favores que necesitamos”, comentó Jorge Catalino González, estudioso de los santos católicos. Foto: Eduardo Valázquez.
Una devoción muy popular y de lo más hermoso y sublime es la que recuerda a Jesús, en su vida de infancia. En nuestro país, centenares de hogares realizan su respectivas novenas como previa al 20 de julio, y en la fecha lo celebran con rodeado de niños a los que ofrecen chocolatadas, globo loco y mucho más, en acción de gracias al Divino Niño Jesús. Este gran santo milagroso obra cosas maravillosas, en especial, para con los más pequeños.
“Mi hijo nació prematuro. Los médicos dijeron que tenía muy pocas chances de vivir. En esos días, en el hospital, celebraban la fiesta del Divino Niño. Me entregaron una estampa y no dudé ni un instante en encomendarle la vida de mi hijo. Hoy, él tiene 19 años y celebramos esta fecha agradeciendo por su vida. ¿Cómo no agradecer y cómo no creer en él? Los médicos dijeron que el no viviría y si lo hacía tendría muchos problemas. Pero el es joven bendecido que ya está en la universidad”, dice doña Lidia Díaz, oriunda de Sajonia.
Devoción de origen carmelita
Cuentan los antiguos narradores que la Devoción al Niño Jesús empezó en el Monte Carmelo, en Israel, según explicó el estudioso de los santos católicos, Jorge Catalino González. “Esta festividad es para honrar los 12 primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios todos los favores que necesitamos”, comentó.
Según la leyenda, el monte Carmelo está cerca de Nazaret y allí iban frecuentemente el Divino Niño acompañado de sus padres; José y María, como también de sus abuelos Joaquín y Ana. Llegaban allí para pasear y rezar junto a los hombres piadosos de allí, quienes fueron tomando gran aprecio y respeto al amabilísimo Niño Jesús.
Después de que el Divino redentor subió al cielo, los religiosos moradores del Monte Carmelo siguieron recordando con gran cariño y devoción al Niño Jesús. Luego, los carmelitas extendieron la devoción por toda Europa llevando al Divino Niño, por todas partes.
En el año 1200, San Antonio de Padua, y en 1500 San Cayetano, le tuvieron mucha devoción al Niño Jesús, y por ese motivo, en los cuadros se pinta a cada uno de estos dos santos portando en sus brazos, al Divino Niño. Pero quienes enaltecieron más esta gran devoción fueron; Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz (1550), comentó González.
Imagen del Divino Niño en el santuario de Colombia. Foto: Gentileza.
Aparición
De Santa Teresa se narra que subiendo por una escalera hacia un corredor le pareció ver al niño Jesús que la saludaba amablemente. Desde entonces, la santa llevo siempre en sus viajes una estatuita del Divino Niño y en todas las casas de su comunidad mandaba colocar y honrar una bella imagen del Niño Jesús, que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse. La santa gozaba componiendo y cantando villancicos al Niño de Belén.
En el año 1636, Jesús le hizo una promesa a una monja carmelita del convento de Beaune en Francia, conocida como la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento. “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado”, fue la promesa. La monja, que falleció a los 29 años, recibió la misión de propagar especialmente la devoción a la divina infancia de Cristo.
Desde hace 300 años, la devoción al Niño Jesús se extendió rápidamente por Europa, América, Asia, África y Oceanía. Entre las representaciones más conocidas se encuentran: El Niño Jesús de Praga, en Checoslovaquia; el Santo Niño de Atocha, en México; el Divino Niño de Arenzano, en Italia y el milagroso Niño Jesús de Bogotá, en Colombia.
El Día de los Muertos es una celebración que es producto de un sincretismo entre tradiciones cristianas y los rituales de fertilidad indígenas que tiene una pompa especial en México. Cada 2 de noviembre, los feligreses concurren a los cementerios no para lamentar la ausencia de sus seres queridos, sino para celebrar la muerte y recordar a aquellos que ya han partido físicamente. No obstante, la tradición de visitar a los difuntos se está perdiendo cada vez más al punto de que las autoridades municipales iniciaron un proceso de notificación a aquellas personas que mantienen en estado de abandono sus lotes en los cementerios.
Quizás haya pocas estampas domingueras más tristes que observar a los cadetes esperando el micro para volver a sus cuarteles tras el franco o ir a visitar la tumba de un ser querido.
“Solamente muero los domingos y los lunes ya me siento bien”, dice una canción de Sui Generis convalidando esa suerte de melancolía tan típica de las tardes dominicales.
Una leyenda dice que los muertos acostumbran a visitar a sus familiares los domingos de mañana para disfrutar de la compañía de ellos y la comida del día de descanso. Por eso las mañanas son tan alegres. Luego, al caer la tarde, vuelven a sus fríos sepulcros dejando en los vivos ese sentimiento azul que sucede cuando un grato y entrañable visitante debe partir.
Empero, es probable que la razón de mayor peso sea que, como afirma Alejandro Dolina, la gente se pone triste los domingos de tarde porque no le gusta su trabajo. Por eso él, quien ama el suyo, nunca es asaltado por ese abatimiento. Tal vez no en vano en el mejor oficio del mundo el domingo es un día laboral más y, muchas veces, el más importante de la semana.
Hecha esta digresión, ¿se está perdiendo la costumbre de visitar a nuestros difuntos? Definitivamente Gustavo Adolfo Bécquer tenía razón: “Cerraron sus ojos / que aún tenía abiertos / taparon su cara / con un blanco lienzo; / y unos sollozando, / otros en silencio, / de la triste alcoba / todos se salieron. / La luz que en un vaso ardía en el suelo, / al muro arrojaba / a sombra del lecho; y entre aquella sombra / veíase a intérvalos / dibujarse rígida / la forma del cuerpo. /Despertaba el día, / y, a su albor primero, /con sus mil ruidos / despertaba el pueblo. Ante aquel contraste / de vida y misterios, / de luz y tinieblas, / yo pensé un momento: / ¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!”.
CADUCIDAD
En contacto con El Gran Domingo de La Nación, Gerardo Arévalo, jefe del Departamento de Necrópolis de la Municipalidad de Asunción, confirmó que la comuna tiene una ordenanza que les “faculta a recuperar los lotes que están en caducidad, es decir, cuyos titulares no hayan pagado las tasas durante cinco años. Es la única forma en la que nosotros podemos dar respuesta a la problemática de la falta de espacios en los cementerios municipales. Casi ya no hay lugar”.
A renglón seguido detalló que los tres cementerios municipales –a saber, Recoleta, del Sur y del Este– tienen una demanda de unas 3.000 inhumaciones anualmente. Sin embargo, casi el 50 por ciento de las personas fallecidas no tiene lugar.
Gerardo Arévalo, jefe del Departamento de Necrópolis
“Esto significa que la Municipalidad debe recuperar aproximadamente 1.500 lugares de manera anual para dar respuesta a esta problemática. Este año estamos notificando a las personas por el abandono de sus lugares. En la notificación recordamos a los usufructuarios que son ellos quienes tienen que encargarse del mantenimiento edilicio de su lugar”, indicó.
MULTA
Asimismo, el funcionario adelantó que procederán a aplicar la multa contemplada en la ordenanza por la dejadez y el abandono de los lotes, que es de dos jornales mínimos, que equivalen a G. 215.254.
“Lo que nosotros pretendemos es que la gente se acerque y trate de mejorar el estado edilicio de sus lugares. No es que se va a hacer un desalojo. Lo que estamos haciendo es recuperar los lotes que están visiblemente vacíos. Hay personales trabajando en el campo que visualizan aquellos lugares que están abandonados y pasan a la oficina los números de padrones. Luego se verifica el estado de cuenta y de acuerdo a eso se procede. Nosotros no tocamos ni desalojamos a nadie”, aseguró.
Con relación a cómo se ejecuta el proceso de notificación, señaló que en primer lugar verifican en el sistema si aparece una dirección y, en caso contrario, proceden a pegar el aviso por los panteones que se encuentran en mora a la espera de que con motivo de estas fechas las personas se acerquen a visitar las tumbas de sus familiares y posteriormente regularicen su situación.
“Cuando alguien muere las personas se acuerdan de sus lugares en los cementerios y muchas veces se ven en figurillas porque están atrasados, están en caducidad, no pueden pagar porque el sistema les bloquea porque ya pasaron cinco años y los panteones están en total dejadez. Eso es por la falta de visitas”, añadió.
Foto: Néstor Soto
Cuestionado ante las quejas respecto a la falta de limpieza de los espacios comunes como los pasillos, esgrimió que se trata de áreas muy amplias que están arborizadas por ejemplares añosos, por lo que están trabajando con Aseo Urbano para la poda de los árboles y carpida de las malezas debido a que no cuentan con la cantidad suficiente de personal.
Foto: Néstor Soto
PÉRDIDA DE COSTUMBRE
En lo que atañe a la afluencia en los cementerios, dijo que “categóricamente ha disminuido. Se perdió esa costumbre de visitar a los muertos. Quizá haya cambiado la mentalidad misma porque son generalmente personas mayores las que visitan los lugares. Antes era toda una fiesta patronal los lunes porque era el día acostumbrado de visitar a los muertos. Esa costumbre quedó en el olvido”.
Por último, con relación a qué planes de mejoramiento están contemplados o siendo ejecutados actualmente en los cementerios municipales, Arévalo apuntó que la comuna firmó un convenio con la Administración Nacional de Electricidad (Ande) para la iluminación de estos predios y que ya completaron el trayecto reconocido como patrimonio cultural en la Recoleta. Además, aseguró que esta iniciativa también será replicada en los cementerios del Sur y del Este, sobre todo para contrarrestar el problema de los robos perpetrados por consumidores problemáticos de estupefacientes, que además dejan todo tipo de desechos en el lugar.
La cada vez más escasa afluencia de personas en los cementerios es corroborada por las vendedoras de flores. Gladys, quien toma tereré con sus colegas y funcionarias municipales en la explanada de la Recoleta, nos cuenta que creció en ese lugar al lado de su madre, con quien se inició en el oficio de florista hace más de cinco décadas.
La mujer confirma que las personas visitan cada vez menos a sus difuntos. “Ahora la gente ya ni siquiera viene a dejar la cruz luego de los nueve días del entierro. Mucho menos van a venir dos o tres años después. Vienen, les entierran y chau, ya les dejan abandonados a sus seres queridos, pero no tiene que ser así”, se lamenta.
EXPECTATIVA
Sin embargo, para este 1 y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos y de los Muertos, respectivamente, esperaban que las personas se acerquen a visitar a sus familiares fallecidos. “Espero que se acuerden nuevamente de sus seres queridos”, anhela mientras explica que las rosas, los girasoles y los crisantemos tienen un costo de G. 10.000 cada uno y tres por G. 20.000, en tanto que los arreglos con flores surtidas también tienen un costo de G. 20.000 y vienen preparados con algodones húmedos para no usar agua y de esa forma combatir la epidemia del dengue y la chikunguña.
“¿Vuelve el polvo al polvo? /¿Vuela el alma al cielo? / ¿Todo es sin espíritu, / podredumbre y cieno? / ¡No sé; pero hay algo / que explicar no puedo, / algo que repugna / aunque es fuerza hacerlo, / el dejar tan tristes, tan solos, los muertos!”, finaliza compungido el poeta.
Tras realizar la limpieza, fumigar y acomodar nuevamente los utensilios al interior del panteón de mi abuela Petrona, una operación que realizo a intervalos cada vez más irregulares, antes de retirarme lanzo una última ojeada y exclamo, siguiendo a Bécquer, “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”.
Ricardo Scavone Yegros ingresó a la Academia de la Lengua Española
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En ceremonia celebrada ayer jueves, Ricardo Scavone Yegros fue recibido como miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española (Aparle), condición que lo habilita como miembro de la Real Academia Española (RAE). El escritor y diplomático ocupa el sillón de Francisco Pérez-Maricevich, fallecido el 15 de setiembre de 2022, a los 85 años.
En su discurso de ingreso, Scavone Yegros se refirió a una de las personalidades memorables de nuestra cultura: el ensayista, periodista y crítico literario Carlos R. Centurión (1902-1969), con su monumental obra que registra la historia de las letras y la cultura paraguaya. El acto se realizó en la sede de la Academia Paraguaya de la Historia, en Asunción, y la presentación estuvo a cargo del académico Guido Rodríguez Alcalá.
Ricardo Scavone Yegros nació en Asunción en 1968. Es abogado, egresado de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”. Funcionario del Servicio Diplomático y Consular, ocupó cargos en varias representaciones en el exterior. Últimamente fue embajador paraguayo en España. Actualmente es director general de la Academia Diplomática y Consular.
Scavone Yegros es Miembro de Número de la Academia Paraguaya de la Historia. Miembro Correspondiente de las Academias de Historia de Argentina, Bolivia, Colombia, España y República Dominicana y del Instituto Histórico y Geográfico del Brasil. Ha publicado numerosos libros, entre ellos, recientemente “La hija pequeña de la Madre Patria: España y la República del Paraguay en el siglo XIX” (2024). Colabora con el diario La Nación/Nación Media.
La Academia Paraguaya de la Lengua Española fue fundada el 30 de junio de 1927 en Asunción, teniendo por primer presidente a Luis de Gásperi. La actual junta directiva es presidida por Bernardo Neri Farina, con los vicepresidentes Estela Appleyard de Acuña y Guido Rodríguez Alcalá; Limpia Concepción Esteche (secretaria general), Ana Martini (secretaria de relaciones); los tesoreros Javier Viveros y Fernando Pistilli Miranda; y los síndicos Victorio V. Suárez y Julio Lezcano Claude.
El abogado, escritor y diplomático fue incorporado a través de una ceremonia celebrada ayer jueves. Foto: Aparle
Miembros de número
La entidad paraguaya está integrada por 26 miembros de número, a los que se agregan los correspondientes y los preeminentes. Los académicos numerarios se reúnen en sesiones ordinarias que se realizan el último jueves de cada mes, con varias sesiones extraordinarias a lo largo del año. Los miembros actuales son: Julio Lezcano Claude, Víctor Casartelli, José Antonio Moreno Ruffinelli, Osvaldo González Real, Renée Ferrer, Elena Pane de Pérez Maricevich
También: Jesús Ruiz Nestosa, Juan Evangelista Aguiar B., Gustavo Laterza Rivarola, Estela Appleyard de Acuña, Sara Raquel Chaves, Alcibíades González Delvalle, Esther González Palacios, Bernardo Neri Farina, Guido Rodríguez Alcalá, Victorio V. Suárez, Alfredo Boccia Paz, Fernando Pistilli Miranda, Juan Manuel Marcos Álvarez, Javier Viveros, Limpia Concepción Esteche, Ana Josefina Martini, José Zanardini y Ricardo Scavone Yegros.
La increíble historia de cómo mil niños fueron salvados del genocidio en Ruanda
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En 1994, en pleno genocidio contra la minoría tutsi en Ruanda, mil niños huérfanos o separados de sus familias fueron salvados gracias a los “convoyes de la vida” de una oenegé suiza, una historia que sale a la luz 30 años después. La escritora francoruandesa Beata Umubyeyi Mairesse, que entonces tenía 15 años, hizo el viaje junto a su madre en un convoy el 18 de junio.
Casi todo el viaje lo hizo “echada en el fondo” del camión, lleno de niños, y “cubierta con telas” para esconderse porque las autoridades ruandesas solo habían autorizado el rescate de menores de 12 años. Beata cuenta esta historia poco conocida en su libro “El convoy”, publicado recientemente, una investigación de varios años que empezó con sus propios “recuerdos difuminados” y que es al mismo tiempo la reconstrucción de lo que vivieron y un homenaje a quienes les salvaron, arriesgando sus propias vidas.
El genocidio contra la minoría tutsi en Ruanda, orquestado por el régimen extremista hutu entonces en el poder, mató a casi un millón de personas entre abril y julio de 1994. Fue un proceso de exterminio sistemático, perpetrado por los militares y los milicianos del grupo paramilitar hutu Interahamwe. Entre junio y julio de 1994, mil niños se salvaron de una muerte segura gracias a los convoyes que puso en marcha la oenegé suiza Terre des Hommes (Tdh).
También gracias al compromiso de varios extranjeros y ruandeses (una pareja de cooperantes, un cónsul, periodistas, sacerdotes y monjas) que permitieron sacarlos al vecino Burundi. La AFP habló con varios de estos huérfanos, adoptados o acogidos en el extranjero, y que han reconstruido con valentía su historia.
Libro "El convoy" de Beata Umubyeyi Mairesse. Foto: Editions Flammarion
Camiones abarrotados
En las fotos que Beata ha podido consultar se ven las miradas asustadas o sorprendidas de los niños mirando al fotógrafo desde el interior de los camiones o a su llegada a Burundi. Algunos habían sido internados en orfanatos o centros de acogida antes de las masacres, o eran huérfanos tutsis cuyos padres acababan de ser asesinados.
Fueron sacados del país en autobuses o camiones abarrotados, muchos eran supervivientes de las masacres y llevaban vendas. La muerte los acechaba en cada retén de las carreteras controladas por los extremistas hutus. Uno de los testigos, Jean-Luc Imhof, un cooperante que trabaja desde hace 30 años para la oenegé suiza, ayudó a la autora en su investigación.
En 1993 y 1994 estuvo destinado en Ruanda y volvió al país en 1995. La organización de estos convoyes fue “caótica”, recuerda. En ese momento el genocidio llevaba semanas en marcha. A medida que avanzaban los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR), que acabaría poniendo fin al genocidio, los militares y la milicia Interahamwe “enloquecieron” porque sentían la derrota inminente.
“Terre des Hommes se enfrenta a una situación increíble: la responsabilidad de esos más de mil niños identificados”, recuerda el cooperante. “Eran sobre todo niños pequeños, de entre cinco y diez años, y menores de tres años. Muchos resultaron heridos, en especial por golpes de machete”, dice.
La oenegé tomó la decisión, en acuerdo con otras entidades humanitarias internacionales, de organizar su salida. El primer convoy, organizado a inicios de junio con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), logró llegar a Burundi. El del 18 de junio, que no se pudo hacer con el CICR, “fue aún más arriesgado”.
“El convoy avanza hacia incógnitas increíbles, hay barreras donde los militares obligan a salir a los niños, que arriesgan su vida cada vez”, relata Imhof. Recuerda las tragedias que presenciaron estos niños para sobrevivir y los “traumas que cargan”. Muchos de ellos “vieron masacrar a su familia”.
“Su vida cotidiana consistía en huir de la muerte varias veces por día”, cuenta. Treinta años después, Claire Umutoni, huérfana del genocidio tutsi junto a sus cuatro hermanas, narra esos momentos con una agudeza que estremece. “Recibimos una llamada telefónica hacia el 20 de abril de una persona cuya voz mi padre reconoció; sabía que era uno de los dignatarios de la ciudad de Butare (sur), que le dijo ‘tu hora ha llegado’”.
Los padres pidieron entonces a sus hijas salir inmediatamente de la casa. Claire, de 17 años, y sus hermanas se refugiaron en diferentes sitios de los que serían expulsadas. La joven se convierte de golpe en jefa de familia de sus cuatro hermanas tras la muerte, con una “crueldad inimaginable”, de su madre el 26 de abril y de su padre el 10 de mayo. Las hermanas se refugian en una escuela.
“Caían bombas cerca de la escuela donde estábamos con varios huérfanos; los niños habían sufrido todo tipo de heridas, en el cuerpo y emocionales, era terrible”, suspira Claire en Canadá, donde vive. El 3 de julio Claire sería llevada a Burundi en uno de los convoyes con varios huérfanos.
“Caos”
“Recuerdo que en la carretera había muchos genocidas huyendo con martillos y machetes (...) era un caos porque el FPR estaba a las puertas de Butare, pero aún había genocidas que querían matar a los tutsis”, cuenta. Recuerda también los controles de carretera a cargo de milicianos que llevaban “porras, grandes cuchillos de matadero, granadas” y su “sensación de miedo constante”.
Finalmente, Claire y sus hermanas son acogidas por unas tías. “Mi tía decidió enviarme a Canadá en 1999, a un país lejano, para empezar una nueva vida, para reconstruirme... y elegí no caer en la locura”, cuenta Claire, ahora funcionaria en la Oficina del Consejo Privado de Canadá y madre de tres hijos.
Regresó a Ruanda en 2008 para enterrar a sus padres, cuyos cuerpos finalmente fueron identificados. Para Beata, el año 2024 marca un “despertar”. “Los que eran pequeños entonces por fin están conociendo esta historia, y eso es poderoso”, dice. Tras la publicación de su libro fue contactada por varios de los niños salvados, ahora adultos. “Cuando alguien se pone en contacto conmigo, le explico que puedo enviarle fotos e intentamos averiguar en qué convoy estuvo, el libro tiene un impacto”.
“Gracias a ustedes”
Varios de los “niños de los convoyes” se reunieron por primera vez el pasado 30 de junio con cooperantes y periodistas que participaron en su exfiltración. El encuentro, al que asistió la AFP, tuvo lugar en el Memorial de la Shoah, en París. Cuando Nadine Umutoni Ndekezi -que ahora vive en Bélgica- toma la palabra, evocando sus recuerdos del convoy del 3 de julio que la exfiltró del orfanato en el que se había refugiado cuando sólo tenía nueve años, la emoción se apodera del auditorio.
Agradece “la valentía” de quienes participaron en los rescates. “Estamos aquí hoy también gracias a ustedes, porque no se dieron por vencidos”, dice esta mujer, ahora trabajadora social en salud mental y madre de un adolescente de 14 años. Agradece también a Beata, que le permitió “al fin” saber quiénes le ayudaron a escapar.
“Son nuestros héroes, hicieron un acto increíble”, abunda Claire Umutoni, en declaraciones a AFP. Al final de la entrevista, Claire resume los últimos 30 años. “Elegí vivir en nombre de nuestro pueblo, que fue asesinado cuando no era culpable. Para permanecer digna e íntegra frente a los genocidas”.
La fiesta será llevada a cabo en el court central del Yacht y Golf Club Paraguayo, el día sábado 9 de noviembre desde las 21 hs, con la puntualidad característica del Retrovisor. Foto: Gentileza
“El Retrovisor” regresa con una edición excepcional para conmemorar los 30 años de Montecarlo
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La emblemática fiesta retro más importante del país, “El Retrovisor”, vuelve con una edición más que especial: Retrovisor Gold Edition, en celebración de los 30 años de radio Montecarlo.
En esta ocasión el enfoque del Retrovisor Gold es darle un toque extra de lujo y glamour, al estilo de un evento digno de alfombra roja de Hollywood, presentando a un line up exclusivo de DJ´s y muchas experiencias dentro del evento.
Como uno de los diferenciales principales, se estableció un dress code en negro y dorado, algo particularmente llamativo y novedoso, ya que el festejo de 30 años de trayectoria de Montecarlo lo amerita.
La fiesta será llevada a cabo en el court central del Yacht y Golf Club Paraguayo, el día sábado 9 de noviembre desde las 21 hs, con la puntualidad característica del Retrovisor, y contará con la animación especial de Mario Ferreiro y la presentación de los DJ´s de la casa: DJ Pasto, DJ Peajero, Emilio Marín, Juanjo Salerno y Conejo González. Además, el evento será transmitido en vivo por GEN.
Las entradas ya están a la venta y pueden ser adquiridas en TUTI; las generales tienen un costo de G. 80.000 y VIP G. 140.000. El número de contacto para más información y reserva de mesas es el 0991 543085