Según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas padecerá una afectación mental tras la crisis como efecto del coronavirus en el mundo y sus medidas radicales de actuación. Suprimir actos de afecto, distanciamiento, todo lo que socialmente estaba aceptado y valorado, hoy es modo de contagio. Algunos lo pueden asimilar, otros no.
Angustia, ansiedad, miedo y estrés, todo esto genera el coronavirus en la población a causa del encierro, la falta de vida social, de esperanza e incertidumbre. Sumado el cese de actividad económica, pérdida de empleo, estancamiento emocional, vacío de perspectivas y sueños rotos.
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La psicóloga Teresa Galeano explica a La Nación que lo primero que hay que tener en cuenta es que la cuarentena es un desafío porque es un encierro voluntario para proteger nuestra salud física.
¿Qué pasa con nuestra salud mental?
Expone que los pocos estudios previos sobre psicología y cuarentena plantean que es una elección entre la infección o la alteración psicológica que se pueden agravar en una persona, producto del encierro. Por ende, hay que pensarlo como el mal menor si se tiene en cuenta el contexto de pandemia.
“Lo que observo en forma reiterativa son estados de ansiedad y depresión debido a la incertidumbre que vivimos en todas las áreas de salud, economía, educación y contacto social”, dice. Así, el elevado nivel de incertidumbre que acompaña esta situación precipita y mantiene un estado de ansiedad que es una conducta adaptativa frente a una amenaza nueva y desconocida, sostuvo.
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La profesional ejemplifica que todas las redes sociales están teniendo un impacto muy importante en el comportamiento psicológico en esta pandemia, así como las noticias televisivas y radiales. “Entre los comportamientos psicológicos lo que podemos observar son los siguientes: miedo, frustración, enojo, ambivalencia (es posible sentir alivio por estar en casa)”, precisa.
Ambivalencia positiva y negativa
Añade que la ambivalencia puede suscitarse en pensamientos del tipo “ahora puedo hacer lo que nunca hago. Aunque quisiera saber cuándo terminará todo esto”.
Indica que a veces la ambivalencia puede ser productiva, si realmente se realizan actividades postergadas o nuevas. En cambio, la ambivalencia negativa paraliza y deja a la persona improductiva.
Buscar rutina saludable
Comenta que el hecho de no poder continuar con la propia rutina es un factor que desorganiza nuestra estructura, ya que perdemos la sensación de control.
“De hecho, desde todas las sociedades psicológicas se aconseja como un primer factor de salud mental tener una rutina saludable que me ordene, el trabajo, las comidas y otras actividades. Porque de lo contrario es muy fácil caer en estados depresivos”, puntualiza.
Educación en paro y adaptación
Analiza que nuestro sistema educativo se está adaptando a nueva modalidad de enseñanza online y en muchos sectores carenciados tendrán que acceder a la televisión y la radio para intentar estar conectados con los contenidos académicos.
“Pero el tema educativo en escolar básica de vuelta recae en los padres, que de por sí están estresados con otros temas y que además también de alguna manera tienen que hacerse cargo de la educación a distancia y de las tareas”, sostiene.
Convivencia acentúa relaciones
Evalúa que también las parejas se ven afectadas por el exceso de convivencia. “Algunas parejas que estaban bien pueden encontrar en esta situación una forma de potenciar sus relaciones, pero también observamos muchas separaciones y crisis de parejas porque ya había problemas instalados y con el encierro estos problemas se volvieron más profundos”, enfatiza.
Tristeza
Las reiteraciones de noticias negativas conllevan a este sentimiento, además de la ruptura de la cotidianeidad.
Alega que pueden aparecer pensamientos del tipo “no tengo ganas de hacer nada”. En este sentido, es vital compartir estos sentimientos con las personas con las que se comparte el hogar o con otros a través de medios virtuales. Afirma que se debe pedir ayuda profesional cuando la tristeza se convierte en estado depresivo.
Sentimiento de soledad
Aparece ante la falta de vinculación que puede provocar una sensación de soledad y agravarse especialmente en aquellas personas que viven solas. Pueden aparecer pensamientos del tipo “qué hago si me pasa algo”.
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“Es importante tener en cuenta que otros están pasando la misma situación y que puede ser posible establecer nuevas formas para vincularnos. Quizás con personas a nuestro alrededor (vecinos, comerciantes de la zona, entre otros) o también a través de medios virtuales que hasta ahora no habíamos utilizado”, sugiere.
Sensación de encierro
Argumenta que el aislamiento puede hacernos sentir encerrados y agobiados. En efecto, pueden aparecer pensamientos del tipo “quiero salir a la calle y juntarme con gente”.
Afecta a los niños y niñas, se los ve más irritables, más vulnerables porque no pueden tener contacto con otros chicos de su edad y la mayoría de sus actividades están recortadas.
Ansiedad
Exclama que la situación puede provocar sensaciones desagradables en relación a la incertidumbre. A su vez, pueden aparecer conductas y pensamientos que busquen huir de la realidad.
Pensamientos del tipo “voy a dormir hasta que termine esto”. Recomienda intentar mantener una rutina, establecer una serie de actividades para realizar durante el día y separar un espacio del mismo para el esparcimiento.
La sobreinformación
Subraya que el conocimiento es bueno, al igual que la información; es como consumir un alimento: cuanta mayor calidad tenga, mejor nos hará. Sin embargo, como cualquier alimento debemos regularlo, ya que puede tener efectos negativos.
“La sobreinformación no es buena porque la gente tiende a consumir información que coincide con su pensamiento previo, por ende, si son negativos, va a consumir noticias pesimistas. Lo cierto es que los pensamientos de cada uno no son equivalentes a la realidad y de esto dependerá mucho el efecto de la información”, remarca.
Epidemia paralela: miedo, ansiedad y depresión
Expresa que tenemos que entender que esta pandemia está causando una epidemia paralela de miedo, ansiedad y depresión. Además incrementa el estado de los que ya la padecen.
“Las personas que ya tenían alguna patología mental podrían verse más afectadas aún y esto se puede observar en recaídas o empeoramiento de un cuadro de salud mental ya existente, debido a la alta susceptibilidad al estrés en comparación con la población general”, menciona.
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Concluye que si bien estamos en la primera fase, donde todavía el tema de salud mental no está en primer lugar, se deberían generar políticas y estrategias de salud mental en nuestra población, tomando el ejemplo de otros países, ya que veremos que será un punto explosivo en una segunda o tercera etapa de esta pandemia.