Un grupo de ciudadanos autoconvocados realizará desde sus hogares en el Bañado Sur una manifestación al sol de cacerolas y manteniendo la distancia que exige el protocolo de aislamiento de prevención contra el coronavirus.
Vecinos organizados del Bañado Sur se sienten estafados con la promesa del Gobierno de otorgar la ayuda de G. 500.000. Aseguran que recibieron el mensaje, pero al momento de enviar el 1, como indicaron las autoridades, el dinero nunca apareció.
Es por eso que puntualmente a las 17:00, desde sus precarias viviendas, realizarán el acto simbólico del cacerolazo contra el hambre que ya no espera. La convocatoria fue en las calles 38 Proyectadas y Japón.
Cerca de 2.000 familias pertenecientes al Bañado Sur se registraron en la plataforma digital proporcionada por la Secretaría de Emergencia Nacional para acceder a la ayuda, pero curiosamente la ayuda nunca llegó.
La mayoría de los pobladores son trabajadores informales, recicladores que viven el día a día y no pueden salir de sus casas debido a la cuarentena y aislamiento instalados por el Gobierno para evitar la propagación del COVID-19.
Zunilda Vera, pobladora, dijo a La Nación que ya no pueden seguir esperando o morirán de hambre, pues tienen una vida muy menesterosa.
“Ya recibimos todo, nos enviaron la pregunta esta, respondimos con el 1 y hasta ahora nada. Se queda ahí y después ya no te envían ningún mensaje. De esas 2.000 familias seguramente 10 cobraron, el resto, nada”, explicó respecto a la asistencia del Gobierno a familias vulnerables por los tres meses que pretende paliar la crisis ocasionada por el paro de actividad económica que perjudica sobre todo al sector informal.
Es la segunda vez que se desarrolla la protesta porque en la primera ocasión no obtuvieron respuesta. “Queremos hacernos escuchar y que nos den nuestro pedido porque ya se burlan de nosotros. Así como ellos nos pidieron que nos quedemos, nosotros no salimos a reciclar, yo soy recicladora. Los que venden yuyos no salen, los que venden diario no salen. Pero los niños no saben que no hay. No cumplen y eso nos duele. Acá en la comunidad nosotros otra vez en la escuelita nos ayudamos para hacer la olla popular, pero no abastece, somos muchos. Tenemos abuelitos, niños discapacitados y duele cuando te preguntan: ‘¿No vas a hacer la merienda hoy?’”, expuso.