Si bien el consumo excesivo de alcohol tiene unas consecuencias graves sobre la salud, un nuevo estudio multicéntrico realizado por investigadores españoles aporta nuevas evidencias sobre la relación entre el consumo muy moderado de vino, no más de media copa o una copa al día en la comida, en personas con riesgo de enfermedad cardiovascular.
Aunque el estudio no termina de ser conclusivo sobre los efectos protectores o beneficiosos de su consumo, se asoció prospectivamente con una menor tasa de enfermedad cardiovascular (ECV) en una población mediterránea con alto riesgo cardiovascular. Para ello, el estudio evalúo la asociación entre el ácido tartárico urinario, un biomarcador objetivo del consumo de vino, y la tasa de un evento clínico compuesto de ECV.
La investigación, dirigida por la Universidad de Barcelona, el Hospital Clínico y el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), el Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) y la Universidad de Navarra (UNAV), “deberían ayudar a posicionar el consumo moderado de vino en el lugar que le corresponde, como un elemento de la dieta mediterránea, considerada la más saludable del mundo”, afirman.
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La nueva investigación forma parte de un estudio español más amplio que investiga el efecto de una dieta mediterránea (rica en aceite de oliva, verduras, frutas, frutos secos y pescado, y baja en alimentos y bebidas dulces o procesados) en personas con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Todas las personas que participaron no tenían ninguna enfermedad cardiovascular al inicio del estudio, pero tenían diabetes tipo 2 o presentaban una combinación de factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, como tabaquismo, hipertensión arterial, colesterol alto, sobrepeso y/o antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular.
“Los estudios epidemiológicos que evalúan el papel que desempeña el vino en la tasa de eventos cardiovasculares suelen basarse en información autodeclarada sobre su consumo. Son datos fiables, pero sujetos a errores de medida debido a recuerdos inexactos o percepciones sesgadas sobre la conveniencia social de beber bebidas alcohólicas”, explica el profesor de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UB, el investigador Ramon Estruch,
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Ante esta problemática, los investigadores del nuevo trabajo han medido el consumo de vino mediante encuestas de frecuencia de ingesta de alimentos, que han confirmado con un biomarcador del consumo de vino objetivo: la concentración en la orina de ácido tartárico, una molécula que se produce sobre todo en la uva y que otras especies vegetales raramente sintetizan.
Con esta metodología, el estudio ha analizado el consumo de vino y la evolución cardiovascular de una cohorte de pacientes que forman parte de PREDIMED. En total, se evaluaron 1.232 participantes, (657 mujeres y 575 hombres con una edad media de 68 años) incluyendo 685 que tuvieron alguna incidencia cardiovascular (muerte cardiovascular, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o insuficiencia cardíaca) y 625 que se seleccionaron de manera aleatoria.
Los puntos de corte para el consumo de vino autoreportado se establecieron en 1 copa al mes; entre 1 y 3 copas al mes; entre 3 y 12 copas al mes; entre 12 y 35 copas al mes y 35 copas al mes. El análisis de los datos muestra que el consumo leve de vino (entre una copa a la semana y menos de media al día) disminuye el riesgo de tener una complicación cardiovascular en un 38 por ciento, pero esta reducción llega al 50 por ciento cuando el consumo es moderado (entre media copa y una copa al día).
Atendiendo siempre a que su consumo se hiciera con las comidas y no más de copa y media al día. Así, han observado que cuando el consumo sobrepasa de más de una copa al día, todos los días, el efecto protector desaparece. Los investigadores también advierten que “siempre que hablamos de un consumo moderado de vino es con las comidas, nunca entre horas”.
“Hemos encontrado un efecto protector del vino mucho mayor que el observado en otros estudios. Una reducción del riesgo del 50 % es mucho mayor que la que se puede lograr con algunos medicamentos, como las estatinas”, advierte el profesor Estruch.
Al respecto, Inés Domínguez, de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la UB y del Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA), afirma “los resultados de los estudios de cohortes siempre deben confirmarse para tener mayor seguridad”, por lo que considera necesario más investigación.
En este sentido, apuntan a dos vías de actuación potenciales; la primera trataría el diseño de estudios aleatorizados de intervención nutricional, mediante la asignación al azar de participantes en grupos con un consumo de vino distinto. El problema, según apuntan, es que “son estudios muy costosos de hacer. Ahora hay uno en marcha, pero los resultados tardarán aún entre cuatro y cinco años”.
La segunda sería estudiar los mecanismos de estos efectos protectores del vino sobre el sistema cardiovascular, como investigaciones sobre el poder antiinflamatorio de los polifenoles del vino -como el resveratrol y otros componentes fenólicos-. “Conocer los mecanismos da mucha plausibilidad a los resultados de los estudios epidemiológicos de cohorte”, concluyen.
Consultado por SMC, el jefe del Servicio de Prevención y Control del Tabaquismo y de las Lesiones en la Agencia de Salud Pública de Cataluña, Josep Maria Suelves, advierte “el consumo de alcohol tiene numerosos efectos negativos sobre la salud, entre los que se incluyen diferentes formas de cáncer, cuya magnitud excede cualquiera de los supuestos efectos beneficiosos sobre la mortalidad por causas cardiovasculares descritos hasta la fecha”.
Por tanto, de acuerdo con el conocimiento científico actual, su opinión es que “no debe recomendarse nunca el consumo de vino u otras bebidas alcohólicas para promover la salud o prevenir enfermedades” ya que “no existe ningún nivel seguro de consumo de alcohol”. Además, subraya el hecho de que varios de los autores del artículo mencionan haber recibido en el pasado ayudas de diferentes organizaciones vinculadas al sector de la producción de bebidas alcohólicas.
Consultado por las mismas fuentes, Naveed Sattar, catedrático de Medicina Cardiometabólica de la Universidad de Glasgow (Reino Unido), ve “decepcionante” que una investigación ensalce el consumo del alcohol cuando “hay pruebas abrumadoras de que cualquier cantidad de alcohol aumenta el riesgo de muchas complicaciones”.
Por su parte, Julián Pérez Villacastín, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y expresidente de la Sociedad Española de Cardiología, destaca el estudio, ya que “es de muy buena calidad y prueba de ello es que está publicado en la revista de cardiología número 1 del mundo”.
“No se puede concluir que el alcohol sea bueno para la salud ni que el alcohol reduzca el riesgo cardiovascular. Sí se puede concluir que en personas (y mejor, en varones) de alrededor de 70 años que tienen factores de riesgo cardiovascular (y, por tanto, una probabilidad elevada de tener problemas cardiovasculares de salud), el beber una copa de vino al día reduce en global un 50 % los eventos cardiovasculares incluyendo insuficiencia cardiaca, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o muerte cardiovascular durante un seguimiento de unos cinco años”, añade.
Fuente: Europa Press.