La homilía del monseñor Ricardo Valenzuela en la misa central del 8 de diciembre, recibió aplausos de un pueblo cansado.
La misa central de la Inmaculada Concepción, la gran fiesta de la Virgen de Caacupé se realizó a las 06:00 de este sábado 8 de diciembre como cada año, con la presencia de millones de personas. En esta ocasión, el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de la Diócesis de Caacupé abordó el tema “María, la que nos dio a todos el fruto bendito de su vientre” y se refirió a varios puntos importantes para la realidad nacional.
Manifestó que hemos vivido un año 2018 muy agitado. “En primer lugar, para nosotros los pastores, si algo nos quedó claro de todo lo vivido en el ámbito moral, es que la vida de sacerdotes y religiosos no siempre corre por los cauces del Evangelio. Nos apartamos de ellos por nuestros errores y, lo que es más grave, por la comisión de delitos como los abusos de menores y otros delitos. Por ello, una vez más pedimos perdón, rogando que los delitos se denuncien ante la justicia. ¡La Iglesia no es lugar para delinquir!. Pero también vemos claro que muchas son las vidas de creyentes que dan testimonio del Evangelio, para quienes Cristo es germen de nueva humanidad”, aseguró el monseñor Ricardo Valenzuela.
En otro momento, dijo que al mirar al interior de nuestra sociedad, lastima y preocupa la acentuada gravedad de la crisis de la moral pública y privada, de la vida política y de la administración judicial, de la situación de injusticia social y económica de la población. “La actuación de varias autoridades y dirigentes políticos al no tener programas bien pensados y de un comportamiento no adecuado a su investidura, está creando malestar y descontento de grandes sectores de nuestra patria. Esto nos lleva a decir: ¡Basta ya! Basta a la desvergonzada corrupción e impunidad a la que se ha llegado. Miremos la Casa de la Justicia, ya no podemos permanecer impasibles ante tanta corrupción. Se ha perdido la confianza en la Justicia porque se ha perdido el respeto”, enfatizó ante un público que aplaudía a cada rato.
Valenzuela indicó que la Ley no es igual para todos y que es sabido que los políticos tienen sometidos a jueces y fiscales mediante organismos manejados por ellos mismos. Lamentó que estemos al borde de la justicia por mano propia.
“Gracias a Dios hay todavía algunos magistrados que han logrado escapar a este contexto general de la corrupción pero son casos muy excepcionales. Hay que recuperar en forma urgente la credibilidad perdida” resaltó.
El país está cansado
Así también señaló que hay un claro malestar de la ciudadanía hacia varios representantes de la Iglesia porque se han alejado de los temas centrales de la sociedad y además llevan sobre sus espaldas serios cuestionamientos, cómo son el tráfico de influencias, las protecciones mutuas, los privilegios, salarios altos, mecanismos de presión, etc.
“El País está cansado. El pueblo está cansado de esta clase de autoridades. Cansado de las injusticias, cansado por la falta de oportunidad a un empleo digno, cansado de la violencia y la inseguridad reinante en las calles, cansado de los egoístas que buscan sólo su bienestar individual, cansado de los insaciables de dinero y de poder. Cansado de los que abusan del poder, cansado de los que oprimen y compran conciencias ajenas, cansado de los que negocian sectorialmente los bienes del país, cansado de los que hipotecan el futuro de los niños y los jóvenes. Cansado de los que pretenden enseñar a los niños y niñas ir contra su propia naturaleza, cansado de los que pretenden sustituir los valores familiares por el individualismo y libertinaje, cansado de la pornografía, los robos, la violencia, los secuestros y homicidios; del cultivo cada vez más creciente de drogas y su tráfico impune y el consumo desmedido de bebidas alcohólicas que tantas tragedias ya produjo. En fin, cansado de la corrupción generalizada que parece no tener límites. A todo esto decimos, basta ya” dijo de manera enérgica y con el apoyo de los presentes mediante aplausos.
Hombres nuevos
El obispo de la Diócesis de Caacupé reforzó la idea con palabras de Cristo Jesús. “Necesitamos hombres nuevos, nueva levadura, cristianos que sean luz del mundo con su vida, su testimonio personal, sus criterios y su sana doctrina. Con esta necesidad nos referimos muy particularmente a los laicos que pertenecen a los diversos movimientos de la Iglesia. En esta hora difícil, el Evangelio exige de ellos un compromiso claro y decidido de ser auténticamente hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia. Ya no es posible vivir la santidad solamente al interior de la comunidad eclesial, esa santidad debe traspasar todas las estructuras del mundo actual. Sin este paso fundamental y primero, no vamos a llegar a la nueva sociedad, al nuevo Paraguay que todos soñamos” afirmó.
Por último, el monseñor Valenzuela culminó su homilía citando palabras dichas en 1964 por Martin Luther King, que habla de que una nación se sentencia a sí misma cuando sus gobernantes legalizan lo malo y prohíben lo bueno, y cuando su Iglesia cobardemente se vuelve cómplice con su silencio.
“Hemos hablado. Pero el Señor nos recuerda: ‘Que los cielos y la tierra escuchen lo que acabo de decir; te puse delante la vida y la muerte, la bendición o la maldición. Elige, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia’. ¡Tú decides! Un Paraguay postrado por la corrupción que ha echado a perder los sueños e ilusiones de muchos compatriotas o un Paraguay, que brille por su Justicia, donde la ley es igual para todos, sus representantes son de mente y corazón ‘honorables’, donde los administradores de los asuntos públicos sean personas honradas, capaces y trabajadoras. Donde se dé la búsqueda incesante del bien común para que cada paraguayo tenga una vida digna, una buena educación, tierra, techo y trabajo digno para todos, salud integral para todos. ¡Tú decides! Si eliges la segunda, la vida para que vivas tú y tu descendencia, podemos gritar juntos: Paraguay, despierta, ponte en pie y manos a la obra en pos del Paraguay de nuestros sueños” aseguró el monseñor Ricardo Valenzuela.