En el quinto día del novenario en honor a la Virgen de los milagros de Caacupé, el Monseñor Lucio Alfert, Obispo del Vicariato Apostolico del Pilcomayo, aseveró que existen muchas desigualdades en la sociedad. “Hoy lastimosamente no podemos estar orgullosos de la situación de nuestro país”, resaltó.

Bajo el lema “Producir muchos frutos en la sociedad”, destacó que las profundas desigualdades de la sociedad son innegables. “Como podemos justificar que el 3% de la sociedad proseen el 80% de la tierra y que mucha gente pobre no tiene un lugarcito para colocar sus casitas o los campesinos no tiene donde trabajar. Muchos viven en las veredas de las rutas, es una situación que clama al cielo”, expresó durante la homilía.

Aseveró que hay quienes viven en mansiones de lujo con todas las comodidades, “muchas veces construido con plata mal habida o por reprimir a los jóvenes”.

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“Las casas de los bañados construidas con cartón, tablas, cada año están destrozados por la crecida del río y quedan sin solución definitiva. Muchas familias sufren porque no tienen un lugar donde vivir una vida única de la familia”, aseveró.

También repudió el actuar de la sociedad y el Gobierno por la destrucción de la naturaleza. “¿Cómo la sociedad y el Gobierno permiten el envenenamiento y la destrucción descarriada de la naturaleza?”, se preguntó.

Monseñor Lucio Alfert, Obispo del Vicariato Apostolico del Pilcomayo. Foto: Pánfilo Leguizamń.

“En el Chaco donde vivimos se deforestan hasta 1000 hectáreas cada día. No es admisible que tanta gente tiene que ser descaradamente explotada, cuando por necesidad debe aceptar un trabajo indigno y mal pagado. La justicia clama al cielo”, cuestionó el Obispo.

Denunció que los indígenas en la comunidad Takuara’i en Canindeyu sufren de continuos atropellos por ordenes fiscales y no se hace nada. “Los indígenas son expulsados de sus territorios ancestrales perdiendo su habitat y su hogar, quizás no tienen el titulo pero son poseedores ancestrales. Las autoridades están obligadas a asegurarles la tierras y no venderlas a los sojeros. A modo de ejemplo en la comunidad de Takuara’i de Canindeyu sufren de continuos atropellos por orden de los fiscales aunque vivan en tierras adjudicadas al IND. ¿Por qué el Jurado de Enjuiciamiento no hace el trabajo de condenarlos?”, insistió.

Resaltó que también hay comunidades campesinas que son destruidas por proyectos de empresarios inescrupulosos. “Destruyen la agricultura familiar, crean enormes desiertos poblacionales, cuando le vamos a hacer justicia a esta gente. Exijo a las autoridades de los derechos de los pueblos originarios y toda la sociedad, que los valoren y respeten”.

También hizo un llamado a los medios de comunicación para que analicen siempre la verdadera realidad de los pueblos indígenas y que las informaciones sean veraces. “No obedezcan a ciertos intereses empresariales que viven en contra de la vida de estos pueblos”, puntualizó.

Foto: Pánfilo Leguizamón.

Un llamado a los jóvenes

“Queridos jóvenes ustedes están llamados a dar a la sociedad una lección, que es posible una sociedad sin corrupción, sin violencia, sin injusticia, sin drogas, que es posible una convivencia fraterna, que es posible la paz. Les invito a que vuelvan a Dios”, dijo en otra parte de la homilía.

Animó a los jóvenes indígenas a no abandonar su comunidades, a participar en la vida familiar y comunitaria, proyectarse un futuro mejor.

Al mismo tiempo felicitó a los jóvenes que se reúnen para construir casa para los pobres jóvenes que visitan las cárceles, a los enfermos y marginados, felicitó a los jóvenes que se levantan ante cualquier signo de corrupción.

“Los jóvenes están invitados a comenzar a intervenir en la sociedad, colaborar con Jesús para que en el que mundo entero, en el país, en las comunidades y las familias, la vida sea más justa y fraterna. No debe haber ningún lugar donde los jóvenes no participen y no tiene una voz. Debemos escuchar la voz de los jóvenes”, apuntó.

Resaltó que es grave que miles de jóvenes hoy no tengan perspectiva ni para estudiar, ni para trabajar. “Por eso caen en vicios y delincuencia, no son los jóvenes los maleantes son los mayores los que no le dan la oportunidad”.

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