Dicen que entre los setenta y ochenta, un equipo de nadadoras del extinto club Deportivo Internacional era prácticamente imbatible en las carreras de Posta. Que si estaban en el carril de una serie, los demás clubes prácticamente debían resignarse a pelear por el segundo y tercer lugar.
Cuando se les pregunta por la veracidad de esa afirmación, Claudia, Carmen, Diana y Patricia asienten y recuerdan entre risas y con cierta melancolía aquel momento de sus vidas en el que un deporte como la natación las convirtió en un cuarteto de inseparables amigas, dentro y fuera de la pileta.
Treinta años después de haber tenido que poner fin a esa etapa, en la que compitieron a nivel local e internacional, ganaron medallas y alcanzaron récords nacionales, están sentadas una al lado de la otra, vestidas perfectamente iguales con el uniforme del Olimpia y con el mismo entusiasmo de aquellas épocas.
No es para menos. Están a punto de hacer realidad un sueño que parecía ser un capítulo cerrado cuando, a los 18 años, tuvieron que dar vuelta la página porque "era lo común" en ese entonces, según recuerda Diana Domínguez, quien hoy preside la Comisión de Natación del Olimpia y, como tal, es miembro de la Federación Paraguaya de Natación.
"No había psicólogos deportólogos, no había horizonte, no podías dedicarte a la natación como profesión. No como hoy que hay miles de torneos, incluso para gente mayor, hay apoyo del Estado y se puede expandir el deporte a los chicos", explica, a lo que Carmen Castillo acota: "No había una proyección, ¿para qué ibas a entrenar después de los 18?"
Las dos, al igual que Patricia Marchewska y Claudia Hickethier, comenzaron a nadar prácticamente por obligación. Pero una vez que aprendieron, tomaron este deporte como un estilo de vida y la excusa perfecta para volverse inseparables.
"Yo comencé a los cuatro años, cuando papá me tiró a la pileta y me dijo: Nadá. Fueron 25 metros en que no paré, mientras él no me dejaba, no me agarraba ni me dejaba agarrar la pared", recuerda entre risas Patricia.
"Empecé a nadar cuando papá se accidentó. Me quedé en casa de una tía casi todo el verano y como mis primas iban a nadar al Inter, ella seguramente no sabía que hacer con nosotros y nos mandó con ellas", rememora a su vez Diana.
"Tenemos historias similares. Obviamente que, como toda criatura, tenés que aprender a nadar. Ese fue el objetivo inicial y a los tres años me tiraron a la pileta", comenta Claudia, luego de que Carmen recordara que también empezó en el colegio Internacional, donde "a los siete años más o menos empezamos a competir juntas". "Ahí encontré a estas hermosas compañeras de vida", agrega Patricia.
Es que, cuando tienen que hablar de la carrera que hicieron juntas, las palabras de admiración de una para con las demás sobran. A lo largo de los años no solo se hicieron fuertes como equipo sino como amigas, al punto que este año, cuando dos de ellas fueron a Mar del Plata para buscar la marca que las clasificara al Mundial, las demás que ya lo habían logrado antes las acompañaron.
Pero, ¿cómo fue que decidieron volver a unirse para nadar juntas?
Al trabajar en este deporte, Diana estaba al tanto del Mundial Masters de la FINA, que se realizará en Budapest (Hungría), del 7 al 20 de agosto, y de la posibilidad de que una delegación representara al país.
Los exnadadores comenzaron a entrar en contacto entre sí, formándose el equipo de Paraguay Masters, que estará representado por 16 nadadores. Entonces, Diana llamó a sus amigas, se reunieron en la casa de Carmen, y les propuso competir en representación del club Olimpia.
Ninguna consideró la idea, a esta altura de sus vidas, descabellada. "En esa reunión, todas nos miramos. Sabíamos que Diana y Carmen siempre entrenaron, pero…", dice Claudia, "nosotras dos, ¡no!", la interrumpe Patricia entre risas.
Fue allí cuando se miraron entre todas, diciéndose "¡Che, Carmen!, vamos pues a tirarnos", "vamos pues a tirarnos, Claudia", y reabrieron el capítulo, dejando en claro que iban las cuatro o ninguna. De hecho, según recuerda Claudia, "no hay ni hubo opción" de decir "no", aunque no pueden evitar confesar que una de ellas dio algunas señales de querer "perderse por el camino".
"¡Nooo!", se apresura en responder Patricia ante la mirada acusadora de todas, que entre risas le recuerdan que a veces no iba a entrenar, se llamaba a silencio en las conversaciones del grupo y hasta se inscribió casi sobre la hora.
Pero, ante tantas acusaciones con humor, Patricia se defiende al destacar que uno debe revivir aquello que lo hizo tan feliz: "Para mí, el sentimiento fenomenal y de máxima felicidad fue volver. Siempre digo a la gente 'volví a mi viejo amor y volví en súper buena compañía'. O sea, excelentes personas, compañeras, amigas de toda la vida… Es otro código de conducta y de vida".
Y otros tiempos en los que las cuatro volvieron con una vida ya hecha, una carrera profesional, una familia formada y con hijos con los que acabaron intercambiando roles.
Orgullo de los hijos
Es que en este caso no serán los padres quienes se ubiquen en las gradas para alentar y empujar a los hijos como la "hinchada número uno". Serán los hijos quienes ocupen ese lugar, algo que por cierto ya comenzó cuando cada una llegó a casa y comunicó a la familia la decisión de volver a nadar.
Patricia, que está casada y tiene una hija estudiando en los Estados Unidos, recuerda que todos quedaron "encantados" con la noticia. "Al comienzo estaban medio dudosos, preguntaron por qué y cómo me animaba, pero fue un empuje. Un empuje familiar, un empuje entre amigas", agrega.
"Mi marido me reapoya, está feliz de que vaya, y mis hijas también. De hecho, ellas van conmigo para acompañarme", comenta a su vez Carmen, al tiempo que Diana menciona que tanto su esposo como sus hijos son quienes más la presionan. "Me dicen que me concentre, que tome todo en serio", dice sonriendo.
Para Claudia, quien a los 17 años hizo "sufrir" a su inseparable madre al aceptar la propuesta de un profesional italiano de entrenar y competir durante un año en Roma, dice que la misma "ahora está más entusiasmada que yo", al igual que sus dos hijos.
La emoción que padres, esposos e hijos no logren superar será, sin duda alguna, el momento en que pongan los pies al borde de la pileta del Dagály Swimming Complex y la adrenalina de los setenta y ochenta vuelva a apoderarse de ellas, para cumplir ahora un sueño mundial.
De igual manera, prefieren no pensar en ese instante, "porque me pongo nerviosa", reconoce Diana, aclarando que "no es ansiedad" porque "todo está bien controlado. Hicimos la marca mínima para clasificar, que también fue un desafío". "Es divertirse, pasar bien y disfrutar", agrega Carmen.
Apenas el principio
De hecho, el haber superado ese desafío de clasificar por mérito propio, hizo que las cuatro tomen el Mundial de Budapest como el principio de una nueva etapa de competición.
"Nuestro objetivo no es solo ir al Mundial. Esto es lo que teníamos cerca, un primer paso. La idea es, en un año, armar un calendario con torneos locales e internacionales para viajar y competir juntas, porque nuestro próximo objetivo es el Panamericano Máster que se hace en Orlando, Florida, en julio del próximo año. Todavía estamos con un pie en el avión, pero en nuestra mente ya está el próximo viaje", confiesa Claudia.
Es que hoy no solo sobran motivos sino que ellas también cuentan con los elementos necesarios para prepararse y competir como no lo pudieron hacer en su momento. Por ejemplo, una pileta de 50 metros con agua templada como la del Centro Acuático Nacional (CAN).
"Antes solo teníamos piletas de 25 metros. La del Olimpia se hizo gracias a nosotras, ya que papá (Osvaldo Domínguez Dibb) le preguntaba al entrenador por qué salíamos al exterior y no ganábamos. Él le decía que nosotras entrenábamos en una pileta de 25 y los torneos eran en piletas de 50 metros", recuerda Diana.
"Hay una marcada diferencia entre entrenar en una pileta de 25 y en una de 50 cuando querés buscar marcas. Era difícil tener una proyección acá, si ni siquiera tenías una pileta donde entrenar", recalca Claudia, al tiempo que todas recuerdan lo duro que era entrenar en invierno.
"Nadábamos y nos congelábamos", rememora Carmen, por lo que la alternativa era "trotar por el barrio, hacer mucho físico y pesa", agrega Patricia, para luego asegurar -si se quiere con orgullo- que "fuimos las primeras atletas en levantar pesa". "Éramos medio deformes", sostiene Diana, mientras todas sonríen recordando y señalando como lucían en ese entonces.
"En la cultura de esa época era: tu hombro es muy grande, tus brazos… Ahora eso cambió drásticamente", recuerda Patricia. "El físico de las nadadoras cambió. En nuestra época era difícil ser adolescente y deportista", lamenta Diana.
Hoy, todos aquellos "contra" que tenía dedicarse a la natación forman parte de la anécdota que las hace reír y todos aquellos sueños que quedaron truncos cuando, "porque así debe ser", dejaron de tirarse a la pileta, están a punto de hacerse realidad.
Claudia, Carmen, Diana y Patricia parten a Hungría en los próximos días. Primero competirán en pruebas individuales y, el 18 de agosto, entrarán juntas al complejo natatorio, como tantas veces lo hicieron en el país y Sudamérica, y hasta en el río Paraguay para cruzar la bahía. Pero, esta vez, lo harán para hacer realidad un sueño mundial.
Segundo Mundial
En la historia de la natación máster de Paraguay, esta será la segunda ocasión en que el país cuente con representantes en un Mundial. La primera vez fue en el año 2008, cuando Marcelo Torcida y Miguel Calvo compitieron en Australia.
En esta ocasión, entre unos quince mil nadadores de todo el mundo, Paraguay estará representado por nada menos que 20 nadadores. Las cuatro representantes del club Olimpia y 16 pertenecientes al club Paraguay Másters, que encabeza el olímpico Alfredo Carrillo (compitió en Atlanta 1996).
Todos se prepararon en eventos locales e internacionales, dos de ellos realizados incluso en el país, donde alcanzaron las marcas necesarias para clasificar al Mundial de Budapest. La delegación nacional comienza a viajar, en distintos grupos, a partir del 8 de agosto.