La falta de lluvias regulares, como lo especifica el director de Gestión de Riesgos del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), Edgar Mayeregger, lo que está provocando es una sequía agrícola, ya que, además de esta, están las sequías meteorológicas e hidrológicas. La implicancia de la actual es el impacto que puede llegar a tener en la producción de los cultivos extensivos, en especial de la soja.
“Lo que pasa este enero es la falta de lluvias regulares, que es lo que impacta en el sector productivo porque las plantas tienen la peculiaridad de que al estar en la etapa de requerimiento de agua para consolidar su fisiología y cumplir su ciclo, al no recibir esa humedad empiezan los problemas, cuando coinciden la etapa crítica con la falta de lluvias. No es que dejó de llover, pero sí irregularmente y afecta los ciclos”, expresó a La Nación/Nación Media.
CASO DE LA SOJA
Justamente, en el caso de la soja que ahora está en etapa de llenado de grano, que es el momento crítico en el que no debe faltar agua, las lluvias de verano entre diciembre y enero que suelen ser los chaparrones, están siendo muy dispersas y afecta al llenado de granos. Por decirlo, en una zona pudo darse precipitaciones interesantes, mientras que a unos 1.000 metros no llegó nada, explicó.
El experto indicó que los informes que manejan en cuanto a los principales cultivos de la campaña 2024/2025 ya fueron cosechados los referentes al autoconsumo con buenos resultados, pero los que todavía tienen que ser cosechados en 2025 como la soja y el sésamo sí son afectados. Tampoco se puede sembrar el maíz zafriña ante la falta de humedad y las pasturas en mal estado, dijo.
¿CUÁNTO DEBE LLOVER?
Desde la Unión de Gremios de la Producción (UGP) señalaron que al viernes 24 de enero el panorama continuó igual con un escenario de falta de lluvias o algunas precipitaciones dispersas que todavía no pueden mejorar las condiciones de humedad en las zonas más afectadas, como lo es en el norte del país. El área sembrada ya estaría afectada en un 80 % con déficit de humedad.
“De momento sigue el mismo escenario, salvo en el departamento de Amambay que mejoró mucho su nivel de humedad en el suelo, gracias a algunas lluvias, pero las parcelas afectadas ya tienen una merma. En general, seguimos solo con aguaceros y lo que hace falta para cortar el déficit de humedad de los suelos es una lluvia general de por lo menos 80 mm”, expresó a La Nación el presidente del gremio, Héctor Cristaldo.
SIMILITUDES
El sector había proyectado a finales de 2024 buenos resultados para este 2025, pero la naturaleza les jugó una mala pasada, y al dejar de llover desde la segunda mitad de diciembre, se empezó a complicar la siembra, debido a que las plantas empezaban el momento más crítico para dar los granos. Algunas imágenes compartidas por los productores dan clara evidencia de que los cultivos no llegaron a terminar su ciclo.
Es así que haciendo un comparativo con las últimas sequías, la UGP cree que el déficit de humedad actual se asemeja mucho a lo acontecido en la campaña 2018/2019, cuando se dio una situación similar cuando se esperaba una producción promedio de 10.000.000 de toneladas de soja y se obtuvo 8.512.008 toneladas, con pérdida del 15 % en el rendimiento.
En el 2022 fue la última sequía agrícola más grave, cuando afectó a casi el 60 % de la producción e impactando en el crecimiento cero de la economía en ese periodo, ya que de las 10.000.000 toneladas estimadas en la producción, se llegó a solo 4.380.736 toneladas de soja.
CAMBIO DE PANORAMA
La Cámara Paraguaya de Exportadores y Comercializadores de Cereales y Oleaginosas (Capeco) coincidió con la UGP respecto a la semejanza de lo acontecido en el 2019, explicando que lo sucedido en el 2022 fue diferente, ya que en aquel entonces, para diciembre de 2021 ya tenían la perspectiva clara que se enfrentarían a una fuerte sequía.
A diferencia de ahora, que en 2025 se logró algunos desarrollos altos y otros bajos, dependiendo de las regiones, ya que las lluvias de noviembre y principios de diciembre del 2024 daban un optimismo prudente. Lastimosamente “se cerró la canilla” y dejó de llover, que sumado a las altas temperaturas y mucho viento sureste, secaron los cultivos, cambiando totalmente el panorama.
DIFERENCIA EN PRECIOS
Aunque para Edgar Mayeregger el escenario actual le recuerda incluso al del 2008/2009, con sequía pronunciada, luego en 2012, posteriormente la seguidilla desde 2019, 2020 cuando se dio el impacto del fenómeno La Niña y los últimos años. La diferencia con la del 2009 cuando se tuvo una disminución del 65 % de soja fue en el precio, que en aquel entonces era alto y ahora está con una muy baja cotización.
“Desde el 20 de diciembre no se dieron las lluvias periódicas, así empezaron a resentirse los cultivos que venían con dificultad, eso les provocó un estrés grande, las vainas quedaron vacías, algunos granos fueron poco desarrollados o se cortó prácticamente el ciclo”, remarcó a La Nación Hugo Pastore, director ejecutivo de la Capeco.
Según los comentarios que reciben, dijo, los cultivos tendrían un avance de 35 %, y si se llega a un 70 u 80 % de avance de las parcelas, sí se podrá tener los ratios de las áreas sembradas, ya que lo restante 30 o 20 % ya no variaría mucho en el promedio a ser cosechado con ese avance, mencionó.
IMPACTO EN LA ECONOMÍA
Al cierre del año pasado Paraguay exportó 7,9 millones de toneladas de soja de la campaña 2023/2024, cifra que refleja un incremento de 1,4 millones de toneladas más que la zafra pasada, mientras que la producción de la oleaginosa alcanzó 11 millones de toneladas, según datos de la Capeco. En tanto, los ingresos de divisas para el país desde este segmento económico representaron USD 4.174 millones.