El próximo gobierno se enfrentará al inicio de una nueva fase econó­mica. Luego de las sucesivas crisis que configuraron una economía más débil, el desa­fío de robustecer la actividad económica es imperativo, señaló Patricia Goto, econo­mista de CPA Ferrere.

“Esto requiere de un com­promiso de los tres poderes del Estado para encaminar y comenzar a ejecutar las acciones necesarias para el cambio estructural. Mayor seguridad judicial, compro­miso del Congreso con las necesidades de la población y un Ejecutivo altamente preparado y comprome­tido con la estrategia país, son algunos de los objeti­vos a perseguir”, sostuvo la economista en entrevista para La Nación/Nación Media. Afirmó que la car­gada agenda 2023 obliga a fortalecer las instituciones. Por un lado, la obligación de obtener un resultado bene­ficioso de la renegociación del Anexo C de Itaipú recaerá sobre el nuevo gobierno; por otro, la ejecución de grandes proyectos de inversión pri­vada y la atracción de más capitales necesita, indefec­tiblemente, del acompaña­miento y de acciones desde el sector público.

Por último, la consolidación de las reformas estructu­rales requiere de consenso político, para lo cual el nuevo gobierno deberá estar prepa­rado en términos de liderazgo y diálogo.

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La mayor parte del desafío de retornar al dinamismo económico se encuentra en manos del sector público, enfatizó y añadió que “Para­guay, a pesar del deterioro reciente, se perfila como una economía con mucho espacio por crecer con miras al 2023″.

LOS ÚLTIMOS 4 AÑOS

El crecimiento económico de los últimos 4 años se desaceleró notoriamente, promediando una tasa de 1,5% anual, muy por debajo al promedio de expansión observado en la década ante­rior, de alrededor del 4%. Dicha ralentización incor­pora dos escenarios de con­tracción económica en 2019 y 2020 como consecuencia de factores climáticos y de la irrupción de la pandemia, señaló Goto recientemente tras un análisis económico de los 4 años del Gobierno de turno.

Sostuvo a La Nación que si bien son factores exógenos, no cabe duda de que la menor actividad económica repre­senta una señal de alerta para la política económica, sobre todo mirando las perspecti­vas para el 2022, que apun­tan nuevamente a un año recesivo.

Haciendo un análisis global, se puede concluir que la eco­nomía se encontró en una fase de estancamiento en dicho período, producto de varios shocks que debilitaron la acti­vidad de la mayor parte de los sectores productivos.

Consultada respecto al papel del Gobierno ante el impacto general que provocó “la tor­menta perfecta”, dijo que, en base a su estabilidad macro­económica, pudo amortiguar los shocks que afectaron a la economía.

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