Tres de Febrero. Caaguazú. Omar Jara.
Pequeños productores del campo del departamento de Caaguazú expresaron su desaliento ante la agobiante realidad que se vive en las campiñas por efecto de problemas climáticos, el ataque de plagas y el contrabando.
En la zona de Tres de Febrero, ver las parcelas de tomates alegra el espíritu. Pero en pocos días esa misma exuberante producción se convierte en desechos inmundos debido a la falta de una política agraria en nuestro país y la alegría se transforma en desazón e impotencia.
“Nosotros pedimos, y pedimos siempre que las autoridades hagan su trabajo para frenar el contrabando, aunque sea en un 50 por ciento. Por lo menos mientras haya una gran producción en el país que paren el contrabando, y si quieren, que hagan la vista gorda cuando acá no sea época de abundante cosecha”, expresó Amalio Domínguez, horticultor del distrito de 3 de Febrero y activista de la Federación Nacional Campesina (FNC).
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“Por culpa del contrabando de tomates, nuestros productos se funden en las chacras. Si logramos vender, nos pagan a 2.000, máximo 2.500 el kilo, con lo cual trabajamos mucho y perdemos mucho más. En vez de ganancias nos quedan deudas”, aseveró Domínguez.
Agregó que “el precio debe estar en 4.500 a 5.000 guaraníes el kilo para que podamos ganar. Si vendemos a 2.000, 2.500, perdemos, si es a 3.000 más o menos empatamos y con 4.500 y 5.000 ya nos queda algo de ganancia”, graficó el labriego.
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Dio más detalles al señalar que para empezar el proceso de cultivo “hay que entregar 1 millón, 1 millón y medio a los proveedores de agroinsumos (agroveterinarias): semillas, abono, insecticidas, pero ese monto no cubre todo el costo y te quedás debiendo a esos proveedores. Y cumplir con estos compromisos depende de la comercialización. Si no hay buena comercialización, te quedás debiendo y tenés que vender tus animales o echar mano a otros recursos para cubrir tus deudas”, reclamó.
Al problema del contrabando se suman condiciones climáticas adversas y el ataque de plagas. Las siembras de mandioca fallaron en su mayor parte porque las semillas se pudrieron bajo tierra y no germinaron. Esta situación se torna extremadamente preocupante porque sin este rubro básico de la canasta familiar campesina, en el campo no se concibe una subsistencia mínimamente aceptable.