La ciudad de Caacupé hoy 7 de diciembre no tiene el mismo ambiente de brillo y jolgorio por las fiestas de la Virgen de los Milagros que en años anteriores. Esa devoción y demostración de fe que se suele sentir y respirar en el aire, hoy se perciben como lejanos ecos que persisten en las calles y veredas de la Villa Serrana.
Esta total ausencia de fieles repercute en todos los estratos de la población local, pero más golpea a los pequeños comercios que tenían como oxígeno financiero a estas fechas de diciembre luego de una pandemia que generó crisis. Esta situación puso en aprietos a los que viven del “día a día”, a los que de cada venta diaria llevan el pan a su mesa familiar.
Esperaban repuntar algunas ventas en estas fechas. Sin embargo, esto no fue así, a raíz de una decisión del Gobierno Nacional de apelar a la conciencia sanitaria, a modo de evitar la expansión del COVID-19 en el territorio. El mercado municipal de Caacupé es un fiel termómetro de cómo hoy está sufriendo la ciudad los embates económicos de la pandemia. Fuera de esto, se observan locales cerrados, otros en alquiler. Los que abren tienen una escasa clientela que quizás solo ayuden a sobrevivir a los propietarios, pero que viven con el riesgo de terminar con la misma suerte del resto.
Un equipo de La Nación, tras recorrer las calles de la ciudad, encontró el mercado municipal de Caacupé totalmente clausurado. Los candados son la carta de presentación y las cadenas que abrazan los portones son señales contundentes de la situación que hoy atraviesan los comerciantes, trabajadores y demás personas que viven, comen y también alimentan a sus hijos, gracias a esta actividad.
Patios de comidas con mesas vacías, copetines con persianas abajo y demás tiendas que no dejan entrar siquiera un haz de luz en su interior, son parte de la desoladora escena de una ciudad que pareciera haberse convertido en fantasma, abandonada. Solo en un rincón del mercado municipal se pudo encontrar dos locales abiertos, en la sección Santería.
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“Este fin de año será difícil para nosotros”
En uno de ellos encontramos a la comerciante Silvia García, una señora adulta que es propietaria de un negocio de venta de imágenes de la Virgen y otros trabajos de alfarería como alcancías y demás esculturas. Su testimonio es desgarrador.
“Aquí es todo un desastre. La verdad, si te digo la verdad, es que nosotros dependemos grandemente de las fechas de Caacupé para sobrevivir. Ahí hacemos nuestra navidad y año nuevo, y también gracias a eso llegamos a la fecha de Reyes Magos para nuestros nietos. Pero este año va ser difícil porque no hay nada ni se venda nada”, expuso.
Doña Silvia añadió que ella, a diferencia del resto de los locatarios, viene todos los días a abrir su local por dos hechos; el primero es porque vive cerca y el segundo, porque mantiene una mínima esperanza, gracias a su fe por la Virgen, de que aparecerán clientes en su negocio.
“Yo vengo a sentarme acá por si alguien aparece, pero aparentemente esta situación va continuar”, dijo al momento de demostrar en su expectativa un poco de optimismo. “Yo creo que ya vamos a tener algo bueno dentro de poco. Tarde o temprano van a venir los feligreses hasta Caacupé, quieren cumplir su promesa con la Virgen”, dijo
Por otra parte, manifestó que, si bien no recibió ella el subsidio por las restricciones impuestas por el Gobierno por ser beneficiaria del sueldo de la tercera edad, el monto destinado por el Estado al resto de los comerciantes es irrisorio. “G. 500 mil en un ratito se come todo. Encima en el supermercado se alza todo. Nada se puede hacer, solo queda esperar”, expuso.
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