Nunca es tarde para emprender o cumplir los sueños. Así empieza la historia de nuestra emprendedora LN de hoy, Liduvina Vega, quien encontró la manera de aprovechar la emergencia sanitaria y concretar lo que siempre quiso: abocarse al arte.
El 13 de marzo de este año, ya en plena cuarentena sanitaria, nació Lidu Art. Se trata de un emprendimiento que se forjó días antes de que deje de asistir a la universidad donde es docente y tutora de tesis de posgrado. Liduvina relata que vio a través de las redes sociales un curso de puntillismo que duraba dos horas y sin pensarlo mucho se atrevió a aplicarlo. De entonces, no paró.
“El arte siempre fue mi pasión, desde muy pequeña tuve inclinaciones hacia la pintura y el dibujo, siempre tuve la suerte de lograr los primeros puestos en los concursos en el colegio, y desde entonces era un sueño que quedó postergado, ya que por la situación económica de mi familia no podía acceder a una carrera como arquitectura o ingeniería. Mi sueño hoy ya tiene nombre y se llama Lidu Art”, contó a LN.
Inició con la pandemia
Y así, hace cinco meses que Lidu se dedica a pintar variadas piezas, uniendo puntos, pero aclara que está más enfocada en los cuadros, sean circulares, cuadrados o rectangulares, en los que utiliza la técnica del puntillismo en un 90%. Recuerda que al principio no tenía herramientas ni los punteros para trabajar en la técnica, pero eso no la detuvo y empezó a buscar objetos que pudieran servir, como velas de todos los tamaños, punta de lápices, cotonetes, pinceles de pizarra, tapitas, así como las pinturas para artesanía, cortes de MDF y todo lo que sea necesario para empezar.
Matizó la técnica con apliques de ñanduti y hasta se atrevió a desarmar un vestido para utilizar tales apliques, lo que sumado a su imaginación y motivación para crear y combinar colores y diseños, da lugar a piezas únicas.
Alegría, pasión y felicidad
“Ni pasó un mes de empezar y mi esposo, que vio mi alegría y mis ganas de pintar compró por internet los punteros, los moldes de círculos, pinceles y elementos de puntillismo para obsequiármelos. No podía de tanta felicidad con semejante obsequio”, expresó.
Al conversar con Lidu se puede sentir la emoción que le produce realizar lo que siempre quiso, y lo que más le gusta, que es plasmar en su arte aves, lapachos, flores, mandalas, hasta mascotas que le van pidiendo. Ante la consulta de cuántas obras lleva realizadas, respondió que perdió la cuenta, pero que serían casi 50 cuadros grandes, 25 pequeños, 6 macetas grandes, 25 macetas pequeñas, una carreta mediana, 2 sillitas, 2 butacas, juegos de vasos, 50 tapabocas pintados, juegos de chaqueta, alpargatas, jeans, entre otros.
En este contexto, Lidu contó que durante la pandemia tuvo que atravesar por un momento difícil de salud de su madre, de 80 años, quien fue sometida a dos cirugías en menos de 15 días, hecho que además del estrés representó costos altísimos, pero pudo superarlos gracias a la venta de su arte.
Con paciencia y creatividad genera ingresos
Lidu señala que además de amar lo que hace, su arte resulta rentable, en poco tiempo recuperó su inversión y vende sus obras sin inconvenientes. “Ni bien me jubile, ya tengo el emprendimiento con el que quiero llegar a mi otoño feliz. Es un emprendimiento que salva y en el que se gana bien”, manifestó la artista.
Solo para tener una idea, los precios de las piezas circulares de 50 cm están entre G. 250 y G. 300 mil, los de 70 cm G. 350 mil, cuadros de 30 cm entre G. 50 y G. 100 mil, dependiendo de los apliques que tengan; así también, Lidu pinta y vende macetitas pequeñas desde G. 15 mil, mientras que el puntillismo en jeans, ya sean chaquetas o pantalones, cobra G. 100 mil y también personaliza copas para vino y champán.
Conociendo a Lidu
Lidu es una mujer de tecnología, pues es licenciada en Análisis de Sistemas Informáticos con una maestría en proyectos, hace más de dos décadas que es docente en la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
“Mi vida desde hace más de 30 años siempre estuvo orientada hacia la tecnología, fue la carrera que mi padre decidió por mí porque era lo que podía pagar, así como la educación, trabajando con alma y vida por ella, porque siento que nací para enseñar. Estoy felizmente casada por más de 19 años con un ser maravilloso que me apoya en todo, luqueña de corazón y con la dicha de tener vivos a mis padres de 80 y 81 años, respectivamente. Tengo 51 años recién cumplidos y sin canas”, se abrió plácidamente y con picardía Lidu.
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Superando al cáncer
Lidu padeció de cáncer, pero gracias a Dios, como dice, pudo vencerlo en el 2014 y desde entonces se propuso hacer todo aquello que siempre quiso, sin postergaciones, sin miedos y con mucha pasión. “Me siento plena, me siento feliz, me siento útil y realizada elaborando cada obra, y siento que las personas que las adquieren pueden sentir todo ese amor que pongo en cada punto que pinto”, subrayó.
Al ser docente y funcionaria de la UNA conlleva la pandemia y las labores matutinas con el teletrabajo, por lo que pinta durante las noches y a veces por las madrugadas, y suele llegar hasta 2 cuadros por noche, dependiendo del tamaño. Si bien pinta todos los días, le dedica más tiempo los sábados y domingos, ya que no debe conectarse al ambiente laboral de la universidad.
Lidu Art es un emprendimiento que se hizo realidad tras no dejar pasar sus sueños, y hoy ya está en las redes, tanto en Facebook como Instagram, con dicho nombre para los que quieran seguir y admirar su arte en puntos.
Mensaje inspirador
Para despedirse, Lidu quiso enviar un mensaje para todos los lectores de LN: “Nacimos para ser felices, la vida es un soplo y debemos aprovechar de ella cada segundo buscando en nuestro interior el obsequio de los dones que Dios nos dio. Una vez que lo encontremos, debemos exteriorizarlo para saber lo que es realmente ser feliz. No postergues tu vida ni tus sueños por nada ni por nadie. Anímate a ser feliz”, concluyó.