Un grupo de mujeres beneficiarias del programa Tekoporã no dudó en aprovechar dicha asistencia y forjar huertas para el sustento familiar. No conformes con proveer solo a sus seres queridos, decidieron hacer trabajar los cultivos para convertirlos a la vez en un negocio, algo que les permita generar ingresos y hasta incursionaron con el servicio de delivery, para hacer llegar la producción hortícola a los clientes.
De esa manera, transformaron lo que para muchos es una simple huerta a un prometedor emprendimiento, más aún en esta época de pandemia en la que nada se puede desaprovechar, en especial en lo que es el rubro de alimentos, y más aún al ser tan preciadas las hortalizas para poder producirlos, a más de asegurar la colocación de las mismas al acercarlas ellas mismas.
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Una de las experiencias es la de Alicia Samaniego. Ella vive en Paso Yobái, departamento de Guairá. Ella es titular del programa desde hace 3 años, jefa de hogar y madre de 3 niños, con quienes incluso comparte la tarea en su huerta, haciéndoles partícipes del trabajo diario.
Otra de emprendedora es María quien, con el apoyo de su hijo mayor –asignado a la entrega de los productos a domicilio–, logró tener mucha demanda, ya que las personas no salían a comprar para resguardarse y solicitaban que se les acerque hasta sus casas. Esto fue lo que prácticamente dio un giro al negocio que les demostró que podían vender de igual manera, obteniendo muy buenos resultados.
Alta demanda
La alta demanda de verduras durante la pandemia le abrió los ojos a María para invertir los recursos del programa en la compra de más semillas con la intención de diversificar y aumentar el volumen. “La idea era obtener más ingresos con la venta de las verduras para cubrir los gastos de la casa, ya que tengo 3 hijos, todos escolarizados”, expresó María.
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Así también, Crisolina Peña, del mismo distrito, destinó el primer cobro de su transferencia monetaria a la compra de materiales para construir un chiquero, su objetivo era dedicarse a la cría de cerdos, también para consumo familiar. Luego, la iniciativa tomó otro rumbo, ya que empezó la venta a pequeña escala. “Primero dejé media res para consumo y media res para venta, así empecé, y con la ganancia de la primera venta compré otro cerdo para cría, y luego otro, hasta tener lo suficiente para ofertar mi producto en las ferias”, mencionó.
Con la ganancia del emprendimiento familiar de Crisolina, le permite cubrir los gastos básicos diarios como alimentación, artículos de higiene que actualmente son muy necesarios por la pandemia, y hasta indumentaria y útiles escolares para sus hijos.