El 18 de julio de 1994 marcó a sangre y fuego la historia reciente de la Argentina. Un coche bomba explotó frente a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) sobre la calle Pasteur 633 en Buenos Aires, causando la muerte de 85 personas y heridas a más de 300. Este ataque es considerado el peor acto terrorista en la historia de Argentina y uno de los más significativos contra la comunidad judía en América Latina. A lo largo de tres décadas, el atentado ha tenido profundas implicaciones políticas, sociales y judiciales en el país. La explosión destruyó completamente el edificio de la AMIA, una institución central para la comunidad judía argentina fundada en 1894. Entre las víctimas se encontraban empleados de la AMIA, visitantes y transeúntes. La magnitud de la destrucción y el número de víctimas conmocionó a la sociedad argentina y a la comunidad internacional, que veían cómo la garra oscura del terrorismo golpeaba con dureza a un país que se mantuvo siempre al margen de esta clase de conflictos.
Las investigaciones iniciales se vieron marcadas por irregularidades y acusaciones de encubrimiento. El juez Juan José Galeano, encargado del caso, fue acusado de manipular pruebas y sobornar testigos, lo que llevó a su destitución en 2005. A pesar de las sospechas sobre la participación de funcionarios iraníes y del grupo terrorista Hezbollah, no se logró condenar a los autores intelectuales del ataque. En 2006, el fiscal Alberto Nisman presentó un informe acusando formalmente a altos funcionarios iraníes de planificar el atentado, pero su muerte en 2015, en circunstancias aún no esclarecidas, dejó más preguntas que respuestas y el caso entró en una nebulosa aún más indeterminada a raíz de este crimen.
PROFUNDA HERIDA
El atentado dejó una herida profunda en la comunidad judía argentina, de lejos la más grande que acoja cualquier país de América Latina. Cada aniversario es marcado por actos de conmemoración y demandas de justicia, demandas que aún hoy –tres décadas después– se siguen reclamando. La sociedad argentina en su conjunto ha expresado su solidaridad, pero también su frustración ante la impunidad que rodea el caso. La falta de justicia ha sido vista como un reflejo de las deficiencias del sistema judicial y de la corrupción política en Argentina. En respuesta al atentado, se implementaron mejoras en la seguridad y en las políticas antiterroristas en Argentina. La creación de la Unidad Fiscal AMIA en 2000 y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) han sido pasos importantes para mantener viva la memoria y la búsqueda de justicia. Sin embargo, las promesas de avances concretos en el caso han sido limitadas.
A 30 años del atentado, el recuerdo de las víctimas sigue vivo, y la búsqueda de justicia continúa siendo un tema central para sus familiares y para la sociedad argentina. Las investigaciones y los procesos judiciales han avanzado lentamente, pero el caso de la AMIA sigue siendo un símbolo de la lucha contra la impunidad y por la verdad en Argentina. La comunidad internacional, especialmente la comunidad judía global, sigue apoyando los esfuerzos para que se haga justicia y se esclarezca completamente la verdad detrás de este trágico suceso.