• Brasil. AFP.

“Mucha ansie­dad y tam­bién mucho cansancio”, confiesa Pedro Gaspar. La fatiga de este bai­larín viene de largos meses de exigentes ensayos. La “ansiedad” se explica en pocas palabras: el carna­val de Río de Janeiro por fin va a comenzar. “Aquí le llamamos TPC, ‘tensión precarnaval’, que senti­mos todos quienes parti­cipamos de una escuela de samba”, dice a la AFP. Gas­par, de 30 años, gran son­risa y evidente elegancia, es uno de los “pasistas” de Uni­dos de Vila Isabel, una de las doce prestigiosas escuelas de samba que desfilarán las noches del domingo y lunes en el Sambódromo de Río. “El carnaval ya está aquí”, es la frase en boca de todos los locales.

Como cada año, además del carnaval callejero, la fiesta culminará con suntuosos desfiles en el Sambódromo, con capacidad para 70.000 espectadores. Carrozas monumentales, bailarines con trajes brillantes y gru­pos rítmicos sensacionales defenderán los colores de su escuela en una feroz com­petencia.

El pistoletazo de salida oficial se dio ayer viernes con la entrega de las llaves de la ciudad al Rey Momo

Más allá de las actuacio­nes, el carnaval conti­nuará demostrando su rele­vancia política y social. El programa exalta a figuras negras a veces poco conoci­das, tradiciones con raíces africanas, y también honra a las comunidades indíge­nas. “El desfile de las escue­las de samba sigue siendo un lugar donde Brasil se piensa a sí mismo”, teoriza el antropólogo Mauro Cor­deiro, especialista en cul­tura de la samba.

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Las fiestas en Río, que según proyecciones oficiales gene­rarán ingresos por turismo de 5.300 millones de reales (más de 1.000 millones de dólares), no escaparán a las preocupaciones corrientes. Una de las preocupaciones es la epidemia de dengue, una enfermedad tropical que ya ha causado unas 50 muertes confirmadas en el país.

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