El papa Francisco llegó a Eslovaquia este domingo, tras una breve escala en Budapest, para una visita oficial de cua­tro días en la que se reunirá con supervivientes del Holo­causto y miembros de la comu­nidad gitana. El Pontífice, que abogó por la “apertura” hacia los demás tras su encuentro con el líder húngaro Viktor Orban, fue recibido en Bra­tislava por la presidenta eslo­vaca Zuzana Caputova. Para marcar su llegada, las campa­nas de las 2.627 iglesias cató­licas del país repicaron al uní­sono cuando su avión aterrizó. Hoy lunes, Francisco tiene previsto reunirse con miem­bros de la comunidad judía, incluidos los supervivientes del Holocausto.

El martes viajará a las zonas más pobres del país, donde se reunirá con miembros de la comunidad gitana, y el miér­coles regresará a Bratislava para dar una misa al aire libre en el lugar de peregrinación de Sastin, antes de volver a Roma.

Eslovaquia es uno de los países menos vacunados de Europa (solo la mitad de los adultos lo están totalmente, frente a más del 70% en el conjunto de la Unión Europea). En un principio, el gobierno había decidido reservar todos los eventos para los vacunados, lo que provocó descontento y un bajo número de reservas. Finalmente cambió de opi­nión una semana antes del viaje, y decidió dar entradas a quienes den negativo en los test y a los que se hayan recu­perado del covid-19.

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“MÁS ABIERTOS”

El papa Francisco lanzó un lla­mado este domingo para que la gente sea más “abierta” a los demás, durante la misa de clau­sura de un congreso religioso internacional y tras haberse reunido en Budapest con el líder soberanista Viktor Orban.

“Le pedí al papa Francisco que no deje perecer a los cristianos húngaros”, publicó el primer ministro, Viktor Orban, en su cuenta de Facebook, donde difundió una foto suya con el líder de 1.300 millones de católicos. Orban, que se pre­senta como un baluarte con­tra la “invasión musulmana” en Europa, le regaló al papa la copia de una carta de 1250 de un rey húngaro, enviada al papa de aquel entonces y en la que le pedía la ayuda de Occidente contra los guerre­ros tártaros que amenazaban la Hungría cristiana.

El sumo pontífice apareció sonriendo en unas imágenes retransmiti­das por la cadena de televisión oficial del Vaticano, que aludió a un encuentro “cordial” de 40 minutos. Orban, de su lado, parecía más reservado.

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