COMENTARIO

Por Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del BM para América Latina y el Caribe

La pandemia ha golpeado duramente a la región de América Latina y el Caribe. La contracción de las economías en el 2020 fue la mayor en más de un siglo. Para el 2021 prevemos una recuperación parcial que es esperanzadora. Sin embargo, la mejor salida de esta crisis sería una en la cual la región pueda superar el bajo crecimiento que persistía antes de la pandemia, y que le permita entrar en una senda de mayor desarrollo con equidad y sostenibilidad. Para esto es imprescindible que los países de América Latina emprendan acciones y reformas alineadas con ese propósito.

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El último año, debido a la crisis del covid-19, la pobreza aumentó y la clase media se redujo en casi todos los países. La mayoría de los países incrementaron el gasto público para amortiguar el impacto de la pandemia, pero el alcance de estos esfuerzos no logró evitar que una importante proporción de familias haya caído en la pobreza. La pandemia golpeó con más fuerza a los más vulnerables, lo cual se refleja en el aumento de la desigualdad.

La situación sigue siendo frágil. El índice de pobreza a nivel regional es del 21,8%, pero podría agravarse en el 2021 si no se sostienen las políticas de protección social en los niveles actuales –un enorme desafío presupuestario en plena crisis– y si no se acelera rápidamente el crecimiento económico.

Una crisis sin precedentes como esta requiere respuestas también extraordinarias. Desde que surgió la pandemia, los países movilizaron gigantescos recursos humanos y económicos para atender la emergencia. Se postergó el servicio de la deuda de los países más pobres y se crearon fondos para la compra y distribución de vacunas. En este contexto, el Banco Mundial ha otorgado US$ 14.800 millones a los países de la región en apoyos al sector público. Estos recursos se dirigieron a respaldar la respuesta de emergencia y a apuntalar las economías para su pronta recuperación.

Toda esta ayuda fue vital para sobrellevar una situación difícil y para muchos dolorosa. Pero ahora hay que poner la mirada en el futuro. Si la región quiere crecer rápidamente y de manera equitativa, brindando oportunidades para todos, debe poner manos a la obra. ¿De qué manera? Hay reformas necesarias –y urgentes– en tres áreas clave para fomentar el desarrollo: En primer lugar, hay que dar un fuerte impulso a la productividad y la generación de empleo. Un sector privado dinámico, en un ambiente de negocios apropiado para la inversión e integrado a las cadenas globales de valor, puede generar rápidamente oportunidades de trabajo y vías de progreso para muchos. El contexto internacional, impulsado por el crecimiento de la demanda en Estados Unidos y China, es nuevamente favorable y debe ser aprovechado.

También será crucial promover la acumulación de capital humano. Es decir, mejorar los sistemas de salud, hoy al límite de su capacidad, y mejorar la calidad de la educación. Será necesario hacer un esfuerzo muy especial para recuperar el aprendizaje perdido durante la crisis. También se requieren planes ágiles de formación profesional e inserción laboral que incluyan la provisión de habilidades digitales.

Por último, la recuperación debe contemplar una agenda de crecimiento sostenible, consciente de la problemática del cambio climático y, al mismo tiempo, de la necesidad de aprovechar y proteger la riqueza de los recursos naturales que tiene la región. Aquí es importante la inversión en energías renovables y repensar las políticas de subsidios a los combustibles tradicionales.

IMPULSO DIGITAL

Hay un cuarto elemento, cuyo poder disruptivo atraviesa –y potencia– toda esta agenda de crecimiento: la digitalización. La pandemia aceleró drásticamente su impacto positivo. Lo vemos en la economía digital y las plataformas de comercio y servicios; en el teletrabajo y el acceso remoto a educación y salud; en la inclusión financiera, la transparencia y el mejor acceso a servicios públicos. El poder transformador de la digitalización recién asoma. Sin embargo, es necesario acelerar estos cambios y lograr que toda la población tenga acceso a la banda ancha, para que todos puedan aprovechar sus beneficios. Esto va a requerir fuertes inversiones en infraestructura de conectividad, así como normativas adecuadas para darle impulso.

La región ha atravesado un período difícil. Algunos de los males que se arrastraban del pasado, como la pobreza y la desigualdad, se han agravado por la pandemia. Pero las dificultades siempre traen un llamado a la acción. Es hora de construir mejor.

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