El colapso del gobierno sirio de Bashar al Asad, un aliado de Moscú, asestó un golpe a la imagen global de fortaleza rusa y expuso los límites de su capacidad militar en medio de su ofensiva en Ucrania. Rusia ayudó a mantener a Al Asad en el poder al intervenir en la guerra civil siria en 2015, pero con sus fuerzas concentradas en Ucrania, su capacidad de resguardar a su aliado se vio disminuida.

Los rebeldes irrumpieron el domingo en Damasco tras una ofensiva relámpago de menos de dos semanas que depuso al régimen y obligó a Al Asad a huir. Las agencias noticiosas rusas informaron que recibió asilo en Moscú. Ahora no está claro si Rusia podrá mantener el control de su base naval del Mediterráneo en el puerto sirio de Tartus, o su base aérea en Hmeimim, con lo cual perdería su presencia estratégica en la región.

“Moscú no tiene suficientes fuerzas militares, recursos, influencia y autoridad para intervenir efectivamente fuera de la antigua Unión Soviética”, indicó el analista Ruslan Pujov en un artículo para el diario ruso Kommersant. Esto se hizo más evidente después de 2022, con la “prolongada” ofensiva de Moscú en Ucrania, que agotó las capacidades militares rusas, dijo.

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Tras el inicio de la ofensiva rebelde contra Asad el 27 de noviembre, Rusia anunció que respondería con ataques aéreos, ayudando al ejército sirio en tres provincias norteñas. Pero quedó claro que era una intervención limitada. “Intentar mantener (a Al Asad) habría fracasado de cualquier manera. Rusia tiene otras prioridades ahora y los recursos no son infinitos”, señaló a la AFP el analista político Fiodor Lukianov.

El Kremlin dijo que estaba “sorprendido” con la velocidad del ataque rebelde. Rusia ha invertido cuantiosos recursos financieros en el país tras ayudar a Al Asad a enfrentar a las fuerzas rebeldes con ataques aéreos y devastadoras campañas de bombardeos. Ahora deberá “negociar” con el mismo grupo rebelde al que atacó para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y personal diplomático, según el jefe de la inteligencia rusa, Serguéi Narishkin. “Este es ahora nuestro objetivo principal, garantizar la seguridad de nuestro pueblo”, dijo el lunes a periodistas.

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“No lloraré por Siria”

Para empeorar las cosas, Rusia enfrenta la probable perspectiva de retirar sus bases militares de Siria, según Lukianov. La base naval rusa de Tartus le permite enviar buques de guerra directamente al Mediterráneo, mientras que su base aérea en Hmeimim le da acceso rápido al espacio aéreo en grandes extensiones de Oriente Medio.

Estas bases sirias “desempeñan un papel en los esfuerzos rusos por proyectar poder no solo en Siria, sino en la región, incluyendo a Libia, Sudán y otras partes de África”, indicó en una nota el Soufan Center sobre seguridad mundial. “El daño a la capacidad de Moscú por maniobrar en África y el Mediterráneo podría tener un impacto estratégico sobre la influencia rusa en el mundo”, anticipó R. Clarke Cooper, investigador del centro de estudios Atlantic Council.

Tras la caída de Al Asad, blogueros militares rusos reaccionaron con sorpresa y consternación. “No lloraré por Siria más de lo que habría llorado por Izium, Jersón o Kiev”, escribió en Telegram el corresponsal de guerra ruso Alexander Kots, en referencia a ciudades ucranianas de las que Moscú se replegó durante su ofensiva.

“La imagen de nuestro país dependerá enteramente de los resultados de la Operación Militar Especial, (que es) más importante que cualquier otra cosa en este momento”, expresó Kots utilizando el término del Kremlin para la ofensiva.

Pero antes de la caída de Al Asad, uno de los aliados más estrechos del presidente ruso Vladimir Putin, podría debilitar la mano de Moscú en cualquier negociación futura en el conflicto ucraniano, según el Soufan Center. La incapacidad de Moscú de mantener a Al Asad en el poder sugiere que está totalmente consumido por el conflicto ucraniano, indicó el centro, “poniendo a prueba los recursos y capacidades de Rusia, planteando dudas sobre la sostenibilidad de su ofensiva en Ucrania”.

Fuente: AFP.

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