Con una manta gruesa y dos radiadores eléctricos, Volodimir se sentía preparado para enfrentar en su domicilio al duro invierno ucraniano a pesar de la destrucción infligida por Rusia a la infraestructura energética del país.

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Pero una bomba rusa golpeó su viejo apartamento de la era soviética en Limán, en el este de Ucrania. Las ventanas saltaron por los aires, las paredes se fisuraron y uno de los radiadores se rompió.

A pesar de estos daños y del periodo gélido que se anuncia para las próximas semanas, este barbudo afable de 57 años no se plantea dejar su apartamento, ahora cubierto de hollín.

“Esto no es nada. Sobreviviremos. Vamos a repararlo”, asegura con optimismo a la AFP. “Lo esencial para mí ahora es arreglar las ventanas, encender los radiadores y que haya de nuevo”.

Este año, cientos de ataques de drones y misiles rusos contra la red energética ucraniana han inutilizado la mitad de la capacidad de producción del país.

Aunque el otoño ha sido clemente, el invierno se anuncia como el más duro desde el inicio de la invasión lanzada por Moscú el 24 de febrero de 2022.

Expuestos a las bombas

En ciudades y pueblos cercanos al frente oriental, donde el enemigo progresa más rápidamente, los combates han arrasado las infraestructuras. Pero los habitantes que decidieron quedarse aseguran que podrán aguantar los próximos meses gélidos, incluso si el ejército ruso continúa acercándose.

Todos nos preparamos para el invierno. Hemos sobrevivido dos años y sobreviviremos el tercero, no se preocupen”, asegura a la AFP Yuri, un residente de 71 años de Limán.

Su ciudad natal, situada a unos 15 kilómetros de la línea del frente, ya estuvo ocupada por Rusia entre marzo y septiembre de 2022.

Actualmente quedan unas 8.000 personas, según la alcaldía, contra unas 20.000 antes de la guerra. La localidad no es más que una sombra de lo que fue y algunos de sus vecinos han optado por vivir en sótanos.

Viktor Krupko habilitó el sótano de su inmueble para protegerse del frío y de los proyectiles. “Hay cortinas, una cocina, calefacción, todo está allí”, afirma el septuagenario.

Su mujer, asustada, ya vivía en el sótano desde hace meses. No fue hasta que un ataque ruso golpeó su apartamento que Viktor se decidió a unirse a ella.

Pero si se corta la electricidad en el sótano y se queda sin calefacción, volverá a su apartamento para reinstalarse allí y enchufar la estufa, advierte el anciano.

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“Es imposible traerla aquí, porque no puedo encenderla”, explica. “No hay sitio donde ponerla ni donde colocar la chimenea”, agrega.

Fuente: AFP

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