Claudia Sheinbaum, una científica dedicada a la política, se convirtió el domingo en la primera presidenta de la historia de México con una aplastante votación que asegura la continuidad de la izquierda al frente de la segunda economía de Latinoamérica.
Sheinbaum, de 61 años, sucederá desde el 1 de octubre al mandatario Andrés Manuel López Obrador, cuya aprobación ronda 66 % en gran parte debido a su carisma y a la entrega de millonarias ayudas directas para jóvenes, adultos mayores y discapacitados. Aquí tres claves de la victoria de la exalcaldesa de Ciudad de México, que sacó unos 32 puntos de ventaja a la centroderechista Xóchitl Gálvez, según el conteo rápido oficial.
Candidata sólida
Combativa activista estudiantil, académica galardonada y con un probado récord como funcionaria electa para afrontar crisis mayúsculas -desde el desplome de una línea de metro hasta la pandemia-, Sheinbaum ha demostrado solidez. Simpatizantes y críticos reconocen su inteligencia, y subrayan una trayectoria congruente en la defensa de ideales de izquierda que hoy conforman el proyecto político de López Obrador.
El triunfo de Sheinbaum puede atribuirse “a su compromiso con temas populares como la energía renovable y la educación, y a su experiencia al frente del gobierno de Ciudad de México”, opina Michael Shifter, investigador del centro de análisis Diálogo Interamericano.
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El peso de López Obrador
Sheinbaum no se cansó de repetir que mantendría el camino trazado por el presidente saliente. “Era un mensaje fácil de entender, contundente, que a fuerza de repetición y disciplina realmente logró penetrar”, señala el académico Carlos Bravo Regidor. Se benefició asimismo de la amplia red nacional de su partido Morena y tuvo el apoyo de la maquinaria del Estado. “Desde la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Morena se ha convertido probablemente en el modelo de partido más exitoso a nivel nacional”, dice Gustavo Urbina, académico del Colegio de México.
EL PRI gobernó México de forma ininterrumpida durante siete décadas, hasta el año 2000. Pero es prematuro hablar de una nueva hegemonía partidista. Fundado en 2014, Morena es un partido joven con pocas elecciones en su historial, donde la disciplina militante se basa en la lealtad a AMLO, como es conocido por sus iniciales.
“El presidente sigue cumpliendo una función simbólica, moral y de toma de decisiones que es fundamental. Habrá que ver cómo cambia este esquema ahora que pasemos a la figura de Claudia”, señala Urbina. Shifter destaca además el peso de AMLO en la nominación de Sheinbaum como candidata, que, si bien ganó una consulta interna del partido, fue vista siempre como la favorita del mandatario. “Los partidarios de AMLO confían en su criterio y se han unido para apoyar a su sucesora”, subraya.
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Una oposición desacreditada
El desprestigio de los partidos tradicionales que conforman la coalición opositora -el centrista PRI, el derechista PAN y el izquierdista PRD- actuó como estímulo para los votantes de Sheinbaum y socavó los esfuerzos de Xóchitl Gálvez. “Tienen muy mala reputación, los electores mexicanos los asocian con atributos negativos y creo que ese fue un fardo que detuvo mucho el potencial crecimiento de Xóchitl”, apunta Bravo Regidor.
En contraste, Morena, partido del que tanto AMLO como Sheinbaum son fundadores, es visto por los votantes como “relativamente nuevo y diferente”, y se le asocia con aspectos positivos, añade. Pero el pecado mortal de la oposición ha sido no reparar en la “inconformidad real, vigente y genuina” de muchos mexicanos, señala el escritor y analista Jorge Zepeda Patterson.
“El gran error de la oposición en este sexenio fue creer que podían recuperar el poder simplemente desengañando, mostrando la demagogia” o ineficiencia de López Obrador para atender problemas como la violencia o el acceso a la salud, explica. Ante esos cuestionamientos “la gente dirá, ‘a lo mejor, pero por lo menos lo está intentado’ mientras los partidos tradicionales “ni siquiera lo intentan’”, plantea Zepeda Patterson.
Fuente: AFP.