Ancianas mayas esparcen incienso mientras varios indígenas danzan al ritmo de tambores en el centro de la capital de Guatemala. Es la marcha de los pueblos ancestrales esperanzados en un cambio en el país con la llegada al poder este domingo del socialdemócrata Bernardo Arévalo.
El humo del incienso, dicen líderes mayas, purifica el paso de esta caminata de cientos de indígenas que llegaron de varias regiones del país por el traspaso de mando presidencial a Arévalo, quien promete combatir la corrupción e inaugurar una “nueva primavera” en esta nación centroamericana.
“Hoy estamos cerrando un ciclo y empezando una etapa. Hay mucha ilusión, hay mucha esperanza de la población”, dijo a la AFP la lideresa indígena Alida Vicente, de 43 años, en la marcha para “defender la democracia”. Desde que la Fiscalía inició una ofensiva judicial contra Arévalo y al proceso electoral de junio pasado, los pueblos indígenas se convirtieron en el principal respaldo del futuro presidente con protestas masivas y cierres de rutas para “resistir” el llamado “golpe de Estado”.
Con una vara de madera en la mano, que la identifica como alcaldesa indígena del municipio maya de Palín (sur), Vicente dice que esperan “cambios” con un nuevo gobierno. “Hemos tenido gobiernos mediocres, corruptos, sinvergüenzas, que no tienen el mínimo amor por su país, y espero que este gobierno no le falle a los pueblos”, mencionó la dirigente maya ataviada con su colorido traje indígena.
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Primeros pasos
En Guatemala, los pueblos indígenas, principalmente de origen maya, representan el 40% de los 17,8 millones de habitantes e históricamente han sido excluidos y marginados. La pobreza en el país alcanza al 60% de la población, pero llega al 80% en comunidades indígenas, según datos oficiales.
“Estamos conscientes que él [Arévalo] no va a poder resolver toda el problema, pero se puede empezar a dar los primeros pasos para abrir la brecha para construir con él y el pueblo una Guatemala diferente”, señaló Rolando López, de 54 años, autoridad ancestral del pueblo maya mam en el occidente de Guatemala.
Mientras López camina, atrás de él un grupo de bailarines, vestidos con trajes blancos, corren de un lado a otro al ritmo de tambores interpretando el baile de “Los Negritos”, tradicional del municipio de Rabinal. Otros indígenas marchan con vistosos trajes y máscaras del Rabinal Achí, un teatro danzante con raíces prehispánicas mayas declarado patrimonio de la humanidad.
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“Es urgente hacer este cambio”, agregó López, que se cubre del sol con un sombrero blanco y luce un chaleco azul con tejidos mayas. En la marcha participan indígenas que este domingo levantaron un plantón de más de 100 días frente al Ministerio Público para exigir la renuncia de la fiscal general, Consuelo Porras, considerada por Washington por un personaje “corrupto” y “antidemocrático”.
Otros que llegaron el sábado durmieron en la plaza central donde cocinaron un cerdo. “Estamos en el olvido y necesitamos apoyo”, lamentó Lorenzo Car, de 50 años, quien llegó del municipio cercano de San Juan Sacatepéquez.
Cambios pendientes
Guatemala sufrió entre 1960 y 1996 una guerra civil que dejó más de 200.000 muertos y desaparecidos, según un informe de la ONU. La mayoría de las masacres a manos del Ejército ocurrieron en poblaciones mayas.
Aunque el conflicto finalizó hace 27 años con la firma de la paz entre el gobierno y las facciones guerrilleras de izquierda, los pueblos indígenas han seguido excluidos, recordó la lideresa maya Rosalina Tuyuc, de 66 años. “Desde los Acuerdos de Paz se deseaba un cambio y nunca se dio porque todos los gobiernos siempre pensaron en sus intereses, en sus negocios”, precisó Tuyuc.
Fuente: AFP.