Los abogados de Virginia Giuffre, la estadounidense que acusó al príncipe Andrés de haber abusado sexualmente de ella cuando tenía 17 años, anunciaron el pasado martes un acuerdo financiero confidencial que permite al hijo de la reina Isabel II, de 61 años, escapar a la vergüenza de un proceso. Y que plantea la cuestión de quién correrá con la onerosa cuenta.
Según la prensa británica, Andrés podría haber vendido su lujoso chalet suizo por unos 18 millones de libras (24 millones de dólares, 21 millones de euros), pero tendría aún que pagar una importante deuda por esta adquisición. Así que Isabel II debería contribuir a una parte de su propio bolsillo, afirmaba el Daily Telegraph.
Giuffre, de 38 años, es una de las víctimas del multimillonario estadounidense Jeffrey Epstein, declarado culpable de pederastia por un tribunal de Florida y que se suicidó en una cárcel de Nueva York en 2019 mientras aguardaba un nuevo juicio por tráfico y abuso de menores.
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La amistad de Andrés con este financiero, que defendió en una muy controvertida entrevista en 2019, provocó un escándalo que ya lo había obligado a retirarse de la vida pública. Pero el hijo de la reina siempre negó las acusaciones de Guiffre y afirmó que se defendería. Tal vez por eso la prensa sensacionalista británica se mostró iracunda por el acuerdo extrajudicial.
“Un hombre verdaderamente decidido a limpiar su nombre de tan atroces acusaciones habría luchado con uñas y dientes”, decía un editorial de The Sun. “Andrés está acabado”, afirmaba, considerando que “debe retirarse por completo de la vida pública y vivir su retiro en la ignominia”.
Para el abogado británico Mark Stephens, especialista en cuestiones de reputación en el gabinete londinense Howard Kennedy LLP, “la mayoría de personas verá el pago de daños y perjuicios a alguien que el príncipe Andrés dice no haber conocido nunca” con extrañeza.
El hijo de la reina “ha preservado en cierta medida la dignidad de la familia real (...) pero creo que no volverá” nunca a la vida pública, dice a la AFP. Isabel II querría cerrar así un escándalo especialmente embarazoso en el año en que celebra su Jubileo de Platino -70 años de reinado- en una campaña destinada a reavivar el amor de los británicos por la monarquía.
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Para proteger a la institución, había privado de sus honores militares a Andrés, que ya no puede utilizar su título de Alteza Real. Pero los escándalos no paran aquí: el mismo miércoles la policía británica anunció haber abierto una investigación sobre la fundación del príncipe Carlos, hijo mayor de la monarca.
Aunque este caso no concierne personalmente al heredero al trono, de 73 años, se sospecha que su antiguo ayudante de cámara, Michael Fawcett, utilizó sus influencias para ayudar a un empresario saudita a obtener una condecoración real, que sirvió después para apoyar su petición de ciudadanía británica, a cambio de generosas donaciones.
En el caso de Andrés, “me parece horrible que todo se haya escondido bajo la alfombra”, dijo a la AFP en las calles de Londres Yasmine Ollive, una ejecutiva de cuentas de 34 años. Cerca del Palacio de Buckingham, Collin Gilbert, un turista estadounidense de 53 años, aseguraba que “nos dimos cuenta hace mucho tiempo de que la monarquía guarda esqueletos en el armario”.
No se anunciaron los detalles del acuerdo financiero, pero el diario Daily Mirror afirmaba que el príncipe desembolsará 12 millones de libras (16,3 millones de dólares o 14,3 millones de euros): 10 millones para Giuffre y 2 millones para la organización benéfica que ella creó el año pasado para ayudar a las víctimas del tráfico sexual.
Pero según otros diarios el monto sería inferior: The Guardian lo estimaba en más de 7 millones de libras, sin incluir los “millonarios” honorarios de los abogados, y el Daily Mail hablaba de una “humillación de 10 millones de libras”. Contactada por la AFP, una portavoz de Andrés declinó hacer comentarios.
El acuerdo financiero alcanzado para evitar un humillante juicio en Nueva York cambia poco para el príncipe Andrés en el seno de la familia real británica: descrito durante décadas como el “hijo predilecto” de Isabel II, queda ahora como un paria.
Aunque gracias a este arreglo extrajudicial escapa a la amenaza de un proceso civil por agresión sexual a menor, Andrés ya se vio en enero privado de sus honores militares, el gran orgullo de los miembros de la familia real británica, y otros honores para proteger la imagen de la monarquía.
El duque de York, de 61 años, celebrado como “héroe” de la guerra de las Malvinas (1982) en la que participó a los 22 años como piloto de helicóptero, vio su fortuna caer en desgracia debido a su amistad con el financiero estadounidense Jeffrey Epstein.
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El pasado agosto, la estadounidense Virginia Guiffre, de 38 años, lo acusó de haberla agredido sexualmente tres veces en 2001, cuando ella tenía 17 años, por la intermediación de Epstein, condenado por pederastía, que se suicidó en prisión en agosto de 2019. El duque de York, siempre ha negado estas acusaciones.
Pero en la perspectiva de que próximamente fuese interrogado por un proceso al que ahora escapa, dos masajistas habían relatado en los últimos días a la prensa sensacionalista británica sus experiencias con Andrés, al que una de ellas, Emma Gruenbaum, describió como un “tipo asqueroso”.
En noviembre de 2019, Andrés trató de defenderse sobre su relación con Epstein en una entrevista televisada con la BBC que se convirtió en un verdadero fiasco. El príncipe, noveno en el orden de sucesión al trono británico, se mostró arrogante y carente de compasión por las presuntas víctimas de Epstein. Explicó que el financiero le había permitido conocer a gente interesante y juzgó simplemente “inapropiado” el comportamiento de su amigo.
La entrevista provocó tal polémica que lo llevó a anunciar aquel año que se retiraba de la vida pública, una decisión humillante y rarísima para un miembro de la familia real. Nacido el 19 de febrero de 1960 en el Palacio de Buckingham, diez años después que su hermana, la princesa Ana, Andrés es el tercer hijo de la reina Isabel II y del príncipe Felipe. Niño fácil y lleno de entusiasmo, se dice que es el “hijo predilecto” de la monarca.
En su juventud fue uno de los solteros más codiciados y multiplicó las conquistas antes de casarse, en 1986, con Sara Ferguson. La reina le concedió el título de duque de York. Dos hijas nacieron de esa unión, las princesas Beatriz (1988) y Eugenia (1990), pero el matrimonio no duró. A pesar de su divorcio, en 1996, Andrés y Sara afirmaron ser siempre “los mejores amigos del mundo” y la duquesa recientemente salió en su defensa.
Tras su separación, Andrés fue visto junto a mujeres con los pechos descubiertos de vacaciones en Tailandia o participando en una fiesta sobre el tema “prostitutas y proxenetas” en Estados Unidos. Después de 22 años en la Marina Real, el duque de York se convirtió en el representante especial del Reino Unido para el comercio internacional, pero fue sumamente criticado por sus elevados gastos a expensas de los contribuyentes.
Sus relaciones con el yerno del expresidente tunecino Ben Ali, así como con el hijo del difunto dictador libio Muamar Gadafi y con un sulfuroso multimillonario kazajo ya eran vistas con malos ojos, pero en 2011 salieron a la luz sus vínculos con Epstein, condenado en 2008 por conducir a las niñas a prostituirse.
Una foto muestra al príncipe Andrés abrazando a una jovencísima Virginia Guiffre, que entonces era conocida por su apellido de soltera Roberts; en otra se lo ve paseando por Central Park con Epstein, en diciembre de 2010, un año después de que este saliera de la cárcel. Esta relación fue “imprudente”, reconoció el príncipe.
Fuente: AFP.