En los hospitales del sur de la Franja de Gaza reina el caos, con familiares sosteniendo las bolsas de suero de los convalecientes y otros cargando cuerpos para envolverlos en sudarios. Y todo, entre la llegada incesante de heridos. Tras ocho semanas de guerra, brevemente interrumpidas por una tregua de siete días, los médicos están exhaustos. La falta de combustible y de electricidad, por el asedio “total” de Israel al estrecho territorio palestino, les obligan a decidir cuándo y en qué unidades utilizar los generadores.
Según la ONU, “ya ningún hospital del norte está en condiciones de operar”. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) transporta cada día a los heridos más graves al sur, donde, también según la ONU, “los doce hospitales restantes solo funcionan parcialmente”. Abdelkarim Abu Warda y Huda acaban de llegar en uno de estos convoyes al hospital de Deir al Balah, en el sur.
“Ya no me responde”
Cuando retomaron los combates entre Hamás, que gobierna Gaza, e Israel el viernes, la aviación israelí soltó una bomba sobre su casa en Jabaliya, el inmenso campo de refugiados del norte. Huda, de nueve años, sufrió “una hemorragia cerebral y fue conectada a un respirador artificial en cuidados intensivos”, cuenta su padre a la AFP.
Desde entonces, “no reacciona a nada”, dice levantando los brazos de la pequeña, cuyo rostro se balancea sin que se abran sus ojos. “Ya no me responde”, repite entre sollozos. Al alba se escuchan las primeras plegarias por los muertos. Decenas de hombres se colocan ante las bolsas mortuorias blancas dispuestas sobre el suelo.
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Entre dos grandes bolsas asoma un pequeño sudario, el de un niño que descansa ahora entre sus padres. Varias mujeres en llanto se agachan para tocar por última vez un rostro o besar a un familiar, antes de que algunos hombres carguen con cuidado los cuerpos en una camioneta.
El hospital Nasser de Jan Yunes, el principal del sur de la Franja de Gaza, también está saturado. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, aseguró el domingo que no encontraba “palabras suficientemente fuertes” para describir la situación en este centro, que también recibe heridos del norte.
“Vi caer la bomba”
Los bombardeos de Israel, que según el gobierno de Hamás dejaron más de 15.500 muertos en Gaza, se concentran ahora en Jan Yunes. Israel lanzó su ofensiva en respuesta al sangriento ataque del movimiento islamista en su territorio el 7 de octubre, en el que murieron unas 1.200 personas, según las autoridades.
Ahora, cada día, el ejército israelí advierte en octavillas lanzadas sobre ciertos barrios que un “terrible ataque es inminente” y ordena a los residentes que se marchen. Y cada día, estas advertencias se acercan al barrio del hospital. Tras cada explosión en la ciudad llegan nuevos heridos, mutilados y cuerpos.
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El personal empuja rápidamente una camilla todavía ensangrentada para ir a buscar a los nuevos pacientes, que suelen llegar en automóviles ya que las ambulancias no tienen tiempo de salir. En los pasillos, familiares, heridos y médicos se empujan para acercarse a las camas. Otros colocan prendas bajo la cabeza de un herido acostado sobre el frío suelo, manchado de sangre.
Algunos pacientes están tan débiles que no pueden siquiera chillar de dolor. Ehab al Najar, por su parte, deja estallar su ira. “Volví a casa y vi caer la bomba sobre nuestra casa. Han muerto mujeres y niños, ¿qué hicieron para merecer esto?”, grita, antes de soltar una larga diatriba contra los dirigentes árabes y la comunidad internacional.
Fuente: AFP.