Uno a uno, los habitantes llegan para hidratarse bajo una tubería de agua fresca en lo alto de Rocinha, la mayor favela de Rio de Janeiro, en un intento por soportar la reciente ola de calor, empeorada por las fallas de energía. Gran parte del centro y el sureste de Brasil sufre desde hace varios días temperaturas agobiantes y atípicas para la primavera austral, con sensaciones térmicas de hasta 59,3 grados el viernes en la ‘Cidade Maravilhosa’, un récord desde el inicio de las mediciones en 2014, según Alerta Rio.
Expertos coinciden en que los efectos son más agudos en los barrios más pobres, con una fuerte densidad de población y viviendas precarias separadas apenas por pasajes estrechos. “Está muy caliente, agonizante, la luz falta a toda hora (...) Aquí, gracias a Dios, todavía hay agua. (Pero) dentro de poco se acabará”, dice a la AFP Renato de Oliveira, un vendedor de 44 años, tras refrescarse con una manguera.
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“Una sauna”
Dentro de las casas, sin aislamiento al calor y poco ventiladas, la situación solo empeora. “Se genera una sensación de sauna”, dice a la AFP André Candido, de 52 años, un habitante de Rocinha. Levantada sobre una colina en el sur de Rio, no muy lejos del acomodado barrio de Leblon, Rocinha está atravesada por calles empinadas y serpenteantes.
Bajo el sol ardiente del mediodía, varios albañiles empapados en sudor combaten las altas temperaturas “bebiendo mucha agua” y con duchas de manguera cuando pueden, entre ellos Kleber Vital. Sin respiro en la noche por la falta de electricidad, duerme con las puertas y ventanas abiertas, dice Vital, de 38 años.
Los habitantes de Rocinha viven en casas bajas, de ventanas pequeñas y techos metálicos, “realmente no adecuadas para una condición de mucho calor” como la de la última semana, dice Denise Duarte, profesora de la facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad de Sao Paulo.
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“Ni un pequeño ventilador”
Vecinos se manifestaron esta semana para protestar por los cortes de energía, que según algunos se debe al aumento de consumo y al aumento desordenado del crecimiento de la favela. Telarañas de cables colgando de los postes de alumbrado público evidencian las conexiones eléctricas informales.
“Las personas no pueden ni siquiera conectar un pequeño ventilador para suavizar el calor”, lamenta André Candido. Las fallas eléctricas han causado “mucho sufrimiento”, dice a la AFP Benedito de Freitas, un ebanista de 68 años que cita casos de niños y personas mayores que enfermaron por el calor o pasan hambre debido a alimentos dañados en neveras inservibles por los apagones.
Algunos suben hasta lo alto de la colina, una zona boscosa donde sopla la brisa. Vienen a cargar agua o bañarse bajo un chorro de agua fresca que sale de una tubería oculta entre el follaje. Es toda “una bendición”, dice a la AFP De Freitas.
Otra pareja disfruta de esta breve pausa refrescante: “Lo llevamos como podemos, con duchas y bebiendo mucho líquido”, dice Maria de Alivamento. Para su compañero, Daniel Cunha, un empleado de almacén, esta fuente les supone también un “ahorro” de dinero.
Adaptar la favela
Brasil ha sufrido en los últimos meses el impacto del clima extremo que los expertos atribuyen al calentamiento y al fenómeno El Niño: altas temperaturas, una sequía histórica en el norte e intensas lluvias acompañadas de ciclones en el sur del país. El calor en Rio podría finalmente ceder el domingo, con previsiones de lluvia y viento.
Adaptar las favelas al calor extremo es una “tarea que llevará un siglo en Brasil”, afirma Denise Duarte. Pero las autoridades podrían empezar ya por construir grandes espacios públicos en las comunidades que sirvan de refugios en momentos críticos, señala la especialista.
A medio plazo, también podrían “reconvertir” viviendas en edificios de mediana altura para albergar a varias familias y liberar así espacio para sembrar árboles, añade. Pero en las empinadas favelas de Rio, eso presenta también sus propios desafíos.
Fuente: AFP.