El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha descartado la utilización de las Fuerzas Armadas para combatir el crimen en las favelas mientras esté al cargo tras la oleada de violencia que se desató el lunes en Río de Janeiro después de que un jefe de las milicias paramilitares fuera abatido por la Policía.
“No quiero a las Fuerzas Armadas en la favela peleando con criminales, ese no es su papel”, ha zanjado este viernes ante la prensa, en relación a la reunión que mantuvo esta semana con el ministro de Defensa, José Múcio, y los mandos militares para ver cómo proceder en relación a lo ocurrido en Río de Janeiro.
Lula también ha aprovechado para destacar que mantiene buena relación con las Fuerzas Armadas y ha pedido que los militares no sean juzgados por “la locura de lo ocurrido el 8 de enero”, en referencia a los ataques a las instituciones en los que participaron algunos militares y seguidores del expresidente Jair Bolsonaro.
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El pasado lunes, la Zona Oeste de Río de Janeiro fue escenario de una ola de violencia, en la que se registraron destrozos y la quema de une treintena de autobuses en represalia por la muerte de Matheus da Silva Rezende, alias ‘Teteu’, considerado el ‘número dos’ de la milicia que controla la ciudad.
Al menos doce personas fueron detenidas por estos hechos, calificados por el gobernador del estado de Río de Janeiro, Cláudio Castro, como “acciones terroristas”, prometiendo que no descansarán hasta detener a los principales líderes de estas facciones que se disputan el control del territorio con el narco.
Ataques en Rio de Janeiro
Autobuses incendiados, una humareda recubriendo los barrios populares del oeste de Rio de Janeiro: las escenas de caos esta semana mostraron el alcance del control de las milicias parapoliciales en la capital turística de Brasil, convertidas en un asunto de seguridad nacional. El ataque, que dejó en llamas 35 autobuses y un tren, ocurrió en respuesta a una operación policial que mató a un líder de esas poderosas organizaciones criminales, según las autoridades.
Rio de Janeiro no había sufrido tal depredación a su transporte público en un mismo día. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva comparó las llamas y las nubes de humo con “escenas propias de la Franja de Gaza”, y dijo que las milicias constituyen un problema de seguridad nacional. “Es muy fácil ver esas escenas por televisión (...) y decir ‘es un problema de Rio, del alcalde, del gobernador’. No, es un problema de Brasil al que tenemos que hallar una solución”, afirmó.
¿Qué son las milicias?
Fundadas hace unas cuatro décadas por expolicías, las milicias se formaron como una respuesta de grupos de autodefensa comunitarios al azote de las bandas narcotraficantes. Su cuna histórica es la zona oeste de Rio, donde predominan los barrios pobres y desatendidos por los servicios públicos. Un 40% de la población de la ciudad, es decir unos 2,6 millones de personas tienen su hogar ahí.
Inicialmente bien vistas por los habitantes, las milicias pronto comenzaron a parecerse a los grupos criminales que combatían, cobrando “protección” a los comercios locales, y luego extendiendo sus tentáculos, como las mafias, a todo tipo de servicios. Venta de bombonas de gas sobrefacturadas, desvío de líneas eléctricas o servicio de Internet... todo lo abarcan, incluso el mercado inmobiliario.
“Acaparan tierras, incluso públicas, para construir viviendas o centros comerciales -mayormente de forma irregular-, que alquilan o revenden a los habitantes”, explica la socióloga Carolina Grillo, de la Universidad Federal Fluminense (UFF), estudiosa de las milicias. La opinión pública comenzó a desilusionarse con las milicias en 2008, luego del secuestro y tortura de un equipo de periodistas. La Asamblea Legislativa de Rio abrió una comisión investigadora y más de 200 personas fueron arrestadas, incluyendo personalidades políticas.
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¿Por qué la situación ha empeorado?
Las milicias comenzaron en los últimos años a incursionar también en el tráfico de drogas, forjando alianzas puntuales con el narcotráfico. De igual manera han expandido sus operaciones a las periferias pobres del norte de Rio. La situación se tornó explosiva en junio de 2021, cuando el poderoso jefe miliciano Wellington da Silva Braga, alias “Ecko”, fue abatido en una operación policial.
Estalló una guerra de sucesión interna y los narcotraficantes se aprovecharon. “Las sangrientas luchas dieron una oportunidad a los narcotraficantes de recuperar y expandir sus territorios” en alianzas con algunas milicias, dijo Grillo. El espiral de violencia ha enlutado la zona oeste de Rio. Este año las muertes por armas de fuego aumentaron 127%, y los tiroteos, 55%, respecto a 2022, según datos de la plataforma especializada Fogo Cruzado.
¿Cuál es la respuesta de las autoridades?
Las milicias ya habían acaparado los titulares a inicios de mes, cuando tres médicos murieron baleados en un bar frente a la playa en el acomodado barrio Barra da Tijuca, en la zona oeste. Los investigadores sospechan que uno de ellos fue confundido con un líder miliciano que estaba jurado de muerte por rivales.
El gobernador de Rio de Janeiro, Cláudio Castro, advirtió al crimen organizado a “no desafiar al Estado”, y prometió una lucha “sin descanso” para detener a los peces gordos de las milicias. “Como si cortar las cabezas fuese a resolver algo”, lamentó Grillo. “Todos los grandes líderes de las milicias fueron presos o muertos y eso no impide la expansión de los grupos armados”, añadió.
La experta defiende en cambio que las autoridades deben desarticular sus operaciones financieras, y critica una ausencia de control político sobre las fuerzas de seguridad de Rio, que tienden a favorecer incursiones policiales armadas en detrimento de investigaciones profundas. Castro anunció el miércoles la creación de un “grupo de trabajo” con apoyo de organismos federales para atacar el problema de las milicias, volcado especialmente a “asfixiar financieramente” estos grupos.
Fuente: Europa Press/AFP.