El sol se levanta. Al borde de la Franja de Gaza cientos de hombres armados, miembros del movimiento islamista palestino Hamás, se acercan a la frontera con Israel. En unos minutos, van a abrirse las puertas del infierno. Ese sábado 7 de octubre, hace tres semanas, los militares israelíes no vigilan el cerco con Gaza y los civiles de los pueblos y kibutz a proximidad de la frontera no imaginan que Hamás, “organización terrorista” para la Unión Europea, Estados Unidos e Israel, inicia el ataque más sangriento de la historia en suelo israelí.
El nombre de la operación es “Diluvio de Al Aqsa”, por la mezquita considerada como el tercer lugar santo del islam en Jerusalén. Fue preparada con minuciosidad, quizás durante un año, según expertos militares israelíes, delante de las narices de los servicios de inteligencia de un país reputado por su capacidad en ese ámbito.
En uno de sus videos publicados en las redes sociales, Hamás muestra a sus comandos que parten, desde algún lugar de Gaza, rumbo a Israel. “Dios es el más grande”, gritan algunos. La operación empieza. Son las 6:28 (3:28 GMT). Se lanzan cientos de misiles contra ciudades israelíes para distraer la atención de lo que va a ocurrir en tierra. La defensa antiaérea israelí “Cúpula de hierro” entra en acción, pero es desbordada por la cantidad de proyectiles.
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Avance fulgurante
El avance de los milicianos, a campo traviesa, es fulgurante. Quienes abren la marcha van disfrazados de trabajadores agrícolas. Detrás, Los de atrás visten uniformes que pueden confundirse con los de los israelíes. Otros llevan camiseta negra y chalecos tácticos con los bolsillos repletos de cartuchos y granadas. Muchos tienen barba y ondean la bandera verde de las brigadas Ezzeldin al Qasam, el brazo armado de Hamás.
Están equipados con cámaras diminutas del tipo GoPro que permitirán posteriormente entender el desarrollo de la operación. Las imágenes se publicarán en redes sociales. Otras serán recuperadas por el ejército israelí en los cuerpos de los asaltantes y, luego, difundidas a la prensa. Las tomas permiten constatar la agilidad de movimiento de unos comandos bien entrenados, su disciplina, el peso de su armamento, fusiles automáticos, granadas, lanzacohetes antitanque...
“Para ser invisibles, ayudándose de explosivos lanzados por drones o con armas automáticas, empiezan destruyendo las cámaras de vigilancia en lo alto de las torres del ejército, así como las ametralladoras telecomandadas”, explica a la AFP el coronel Peter Lerner, un portavoz militar.
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En ese momento, dice, “se abren veinte brechas con ayuda de explosivos colocados contra la alambrada o las paredes de hormigón” de la barrera levantada por Israel en torno a Gaza. Así ocurre a uno y otro lado de la barrera de Erez, por donde normalmente pasan los trabajadores de la Franja de Gaza para entrar en Israel.
El mito israelí de “la fortaleza inexpugnable” que supuestamente constituye un “Estado refugio” para todos los judíos se tambalea. Se destruyen centros de comunicación para impedir que se avise a los refuerzos y una torre de electricidad cerca del kibutz Beeri. Por mar, embarcaciones rápidas intentan brevemente sortear la barrera. “Sin éxito”, indica el coronel Lerner.
Todo va muy rápido. Decenas de comandos se infiltran dentro del territorio israelí. En motos de pequeña cilindrada, en vehículos de tipo ‘pick-up’ todoterreno, apoyados por topadoras que despejan la vía si es necesario, progresan hacia objetivos elegidos previamente. Todos han penetrado entre uno y siete kilómetros en territorio israelí. Considerando la rápida diseminación de los comandos, parece que todos saben exactamente dónde deben ir.
Empieza la matanza
Se ha hecho de día. Empieza la matanza. A partir de las 06H55, los comandos irrumpen en varios pueblos agrícolas y en una fiesta ‘rave’ a la que han acudido cientos de jóvenes para divertirse en este último día de la fiesta judía del Sucot. En las imágenes de las cámaras de seguridad, que se hicieron públicas, aparecen caminando tranquilamente por los senderos verdes de los kibutz de Beeri, Kfar Aza, Nir Yitzhak, Nir Oz, Nirim...
Hamás afirma que 1.200 “combatientes” atacaron 50 sitios ese sábado, día del descanso semanal judío. Los israelíes hablan de 25 aldeas agrícolas y localidades como Sederot, Ofakim y Netivot, cercanas a Gaza, asaltadas metódicamente. Durante esos ataques, inéditos en la historia del Estado de Israel por su violencia y magnitud, mueren más de 1.400 personas, la mayoría civiles, sobre todo en el primer día.
Casa por casa, bebés, niños, adolescentes, chicas jóvenes, viejos, familias enteras son abatidas a balazos, con fuego, a cuchilladas o hachazos, según los testimonios de los supervivientes, confirmados por las observaciones del personal de primeros auxilios, de soldados que llegan a los lugares y de enfermeros de Zaka, la oenegé encargada de identificar los cuerpos.
Los habitantes armados a cargo de la seguridad de los kibutz intentan resistir con sus débiles medios, esperando largas horas al ejército que, paso a paso y al precio de violentos combates y víctimas adicionales, va retomando las aldeas donde los habitantes siguen atrapados.
Las imágenes más impactantes son las que las autoridades israelíes explicaron haber recuperado de las cámaras utilizadas por los hombres de Hamás para filmar sus acciones: se montaron más de 40 minutos de video, sin comentarios ni fondo sonoro, solo con la mención -a veces- de los lugares concernidos. Esas tomas fueron enviadas más tarde a los medios internacionales.
La visión de los cadáveres en curso de identificación en el Instituto Nacional de Medicina Forense de Tel Aviv, donde la AFP pudo entrar, es difícilmente sostenible. Los cuerpos apilados están mutilados, a menudo son irreconocibles, algunos están calcinados, constató un periodista de la AFP.
El director del Instituto, el doctor Hen Kugel, mostró a la prensa cientos de cuerpos, civiles en su gran mayoría, muchos de ellos jóvenes. Kugel detalla “marañas de huesos y de trozos de carne, enredados por un cable eléctrico” cuyo recubrimiento se fundió.
“En el escáner vemos claramente dos columnas vertebrales. La de un hombre o una mujer, no lo sabemos, y la de un niño. La postura de los dos cuerpos muestra que el adulto intentó proteger al pequeño. Fueron atados y quemados vivos”, explica.
Un enfermero de Zaka, Tomer C., cuenta a la AFP, sin dar su apellido, que “se ató a niños juntos, a unos metros de sus padres, también amarrados, antes de quemarlos vivos en sus casas. A algunos los mataron a quemarropa. Familias enteras fueron diezmadas así”.
En Kfar Aza, una pareja de jóvenes y sus tres hijos fueron hallados calcinados, apretados unos contra otros. “Chicas jóvenes fueron violadas; bebés, degollados”, afirma el coronel Lerner. “Pero no tengo intención alguna de dar más detalles. Los médicos forenses lo registraron todo. Sí, son atrocidades”, agrega.
Hasta las 8:30, son asaltadas seis bases militares: la de Erez, en el norte; la de Nahal Oz, enfrente de la ciudad de Gaza; dos situadas cerca del kibutz Beeri y de Reim respectivamente; y otras dos ubicadas en el sur de Israel, en Sufa y cerca del kibutz Kerem Shalom. Las imágenes publicadas por Hamás muestran que sus hombres abren fuego contra soldados, logran capturar a varios, algunos en ropa interior.
Se toman fotos cerca de los cuerpos de militares que yacen en el suelo, ondeando banderas con los colores de su movimiento. A otros cuerpos inánimes los cargan en un ‘jeep’ blanco y se los llevan. El recinto del festival de música Tribe of Nova, en un campo a unos kilómetros de la frontera, es atacado por comandos que llegan por aire en paramotor o por carretera en ‘pick-up’.
Los jóvenes que están festejando empiezan a grabar el enjambre de aeronaves. Pero cuando entienden lo que está pasando, huyen en todas direcciones. Para muchos es demasiado tarde: según las autoridades israelíes, 270 caen bajo los tiros de los comandos terrestres.
“Mi mejor amiga me llamó por teléfono. Yo estaba en mi casa, en Tel Aviv. Ella intentaba esconderse. Oía los gritos y las ráfagas de armas automáticas. Ni siquiera sé qué hicieron de su cuerpo cuando ella dio un último grito”, cuenta llorando a la AFP Deborah A., una joven franco-israelí que prefirió no dar su apellido.
Un país en shock postraumático
La comparación con el nazismo se expande rápidamente por los diarios y las pantallas de televisión israelíes. Todo el país parece sufrir síndrome de estrés postraumático. Y, para mayor angustia de la población, hacia las 18:00 el ejército confirma que “soldados y civiles israelíes” han sido secuestrados por Hamás.
El movimiento islamista publica un video en el que aparecen al menos tres hombres vestidos de civil aterrorizados, detenidos por un escuadrón de hombres armados con el rostro difuminado, afirmando que se trata de “enemigos capturados”.
Alrededor de 220 rehenes, según Israel, están retenidos desde el 7 de octubre en la Franja de Gaza. Una de las cuatro rehenes liberadas por Hamás, Yocheved Lifshitz, de 85 años, residente en el kibutz Nir Oz, dijo que se la llevaron “en una moto” y que la “golpearon en el camino”. “No me quebraron las costillas, pero me hicieron mucho daño”, explicó.
“Estamos en guerra”
Hacia mediodía, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declara con gravedad: “Estamos en guerra”. Y añade: Hamás “pagará un precio sin precedentes”. Las capitales occidentales condenan la operación de Hamás. Washington garantiza que Israel tenga “lo que necesite para defenderse”. Joe Biden lanza una advertencia contra “cualquier actor hostil a Israel que pretenda aprovecharse de la situación”, aludiendo a Irán, que acaba de elogiar una “orgullosa operación”.
Al norte, el Hezbolá libanés, proiraní, felicita “al pueblo palestino y a sus aliados de las Brigadas al Qasam y de Hamás” por “esta operación heroica”. La reacción de Israel no se hace esperar. El ejército convoca a sus soldados y se envían instrucciones (”Tsav 8″) urgentemente a 360.000 reservistas.
Empieza entonces un bombardeo incesante en la Franja de Gaza, un pequeño territorio densamente poblado donde Hamás ocupa el poder desde 2007. Hasta ahora, el movimiento islamista afirma que más de 7.000 personas han muerto, civiles en su mayoría. La Franja de Gaza, un territorio empobrecido donde viven 2,4 millones de personas, está sometido a un bloqueo israelí desde 2007. Desde allí salen los cohetes que apuntan contra Israel.
Muy rápidamente, los comentaristas israelíes insisten en el “error imperdonable del gobierno de Netanyahu” y en las “fallas intolerables” del ejército y de los servicios de inteligencia que condujeron a un “fiasco peor que el de la guerra de Yom Kipur”, el ataque sorpresa lanzado por Egipto y Siria en octubre de 1973.
Pero inmediatamente se instaura un sentimiento de unidad en torno a lo que se describe como “una guerra existencial”. Al caer la noche, abundan las búsquedas para encontrar eventuales atacantes aún escondidos en Israel. El país se parapeta. Se vacían las calles, las carreteras, las autovías. Las compañías aéreas cancelan masivamente sus vuelos. Se insta a los israelíes a mantener la vigilancia y a informar a las autoridades de cualquier movimiento sospechoso.
Fuente: AFP.