Una ciudad intacta pero abandonada, fijada en el silencio, sin el menor signo de vida. La AFP ingresó excepcionalmente durante dos horas y bajo escolta azerbaiyana en Stepanakert, capital del exenclave separatista armenio. La ciudad montañosa, que en unos días quedó integralmente vaciada de su población, está siendo reconquistada por Azerbaiyán, luego de 30 años de conflicto. Una ofensiva relámpago contra la autoproclamada república de Nagorno Karabaj condujo el 20 de septiembre a la capitulación de los separatistas armenios.
Lo alto de la colina ofrece una vista panorámica de la ciudad, impenetrable desde hace meses, con sus torres, sus edificios altos y sus campanarios. Su tamaño hace que el silencio reinante resulte aún más chocante. Tras cruzar el pequeño retén temporal azerbaiyano, se ve el anuncio de “Stepanakert” en letras armenias blancas con fondo rojo. Luego aparece un retrato un poco desgastado de Putin, el aliado histórico de Ereván.
Pero Azerbaiyán no tardó ni una semana en remplazar el panel dispuesto junto a la carretera por otro nuevo, que lleva estampado el nombre azerí de la localidad: “Khankendi”. La presencia del vencedor es aún discreta y solo unos policías patrullan la ciudad. La red telefónica azerbaiyana funciona perfectamente en algunos sectores y los pequeños vehículos rojos del operador Bakcell están a pie de calle, levantando antenas.
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Edificios vacíos
Todos los edificios, restaurantes, hoteles y supermercados están vacíos y desiertos, con las estanterías dañadas y vacías, signo de saqueos o de un abandono precipitado. Ninguna bandera armenia se ve desde la carretera. Ningún civil a la vista. El único habitante armenio visto en kilómetros de travesía es un hombre solo, demacrado, que lleva un balde en la mano y está rodeado de seis pastores alemanes.
Stepanakert, llamada afectuosamente Stepa, parece atrapada en el tiempo por una catástrofe invisible, y a la vez está intacta, sin huellas de combate o de bombardeos. Simplemente está vacía. Las fábricas de aspecto soviético, las obras de las nuevas casas para la clase media, las huertas, los tachos de basura e incluso el ganado están abandonados.
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Los únicos movimientos significativos son los de los soldados rusos del contingente de mantenimiento de la paz desplegado desde 2020. Con sus inmensas bases y sus iglesias ortodoxas con bulbos dorados, los rusos se encuentran en Stepanakert como en su casa.
Se le ve en tanques, vehículos, a pie o en bicicleta, en los suburbios de la ciudad. Además de ellos, ¿quien continúa en la ciudad, de 55.000 habitantes? Del lado azerbaiyano, nadie responde a esta pregunta con exactitud. El dirigente del enclave separatista Samvel Chahramani prometió el lunes que permanecerá en la capital de ese territorio hasta que terminen las operaciones de rescate para las víctimas del conflicto.
Cannabis y helicóptero
A cierta distancia de la ciudad, afectada por uno de los conflictos más sangrientos de los últimos años, los oficiales azerbaiyanos conducen hasta un campo al borde del antiguo aeropuerto de Stepanakert, situado en Khojali, que ahora sirve de base para los contingentes rusos. Los militares azerbaiyanos uniformados condenan ante las cámaras la presencia de 100 hectáreas de cannabis, un recurso que ha financiado, según ellos, al “terrorismo” separatista armenio en el enclave.
¿Por qué ese cultivo crece al lado de la base rusa y para qué llevar ahí a la prensa? “Se está realizando una investigación, no hacemos comentarios”, responde Aykhan Mustafayev, representante del Ministerio de Asuntos Internos.
Un helicóptero militar del ejército ruso aparece de repente, despeinando a oficiales, periodistas y agitando la hierba antes de posarse, inaccesible tras el alambrado de púas en la pista del viejo aeropuerto armenio. Pese a la inesperada irrupción del helicóptero, el responsable azerbaiyano saborea el paisaje. “Es conmovedor después de tantos años de pena, desesperanza, poder volver aquí... esto ha terminado”, dice Mustafayev.
Fuente: AFP.