Con datos económicos alentadores y triunfos clave en el Congreso, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva vive una especie de luna de miel tardía con el electorado, tras un cuestionado arranque de mandato. Una encuesta del instituto Genial/Quaest publicada a mediados de agosto atribuye al mandatario izquierdista un 60 % de aprobación, frente a 51 % en abril.
En los primeros cien días de su tercer mandato al frente de la mayor economía de América Latina, de 77 años, Lula tuvo un balance con altibajos. Este estuvo marcado en particular por declaraciones polémicas, derrotas parlamentarias y la desconfianza de empresarios e inversores, en un ambiente social aún tenso después de las elecciones en las que derrotó a su predecesor de ultraderecha, Jair Bolsonaro.
Una semana después de su toma de posesión, este clima llegó a su punto máximo en los ataques del 8 de enero contra las sedes de los poderes públicos en Brasilia. Pero el inicio del segundo semestre comenzó con mejores señales para el líder de izquierda. “Hace cuatro o cinco meses era difícil imaginar que el gobierno estaría (ahora) en una situación tan favorable”, dijo a la AFP Leonardo Paz Neves, politólogo de la Fundación Getulio Vargas.
Reformas económicas
Así, tras sufrir una serie de reveses en la Cámara de Diputados, Lula logró la semana pasada la aprobación de nuevas reglas presupuestarias, esenciales para la financiación de sus programas sociales. “El gobierno ha demostrado su capacidad de organizarse mejor para obtener el apoyo necesario”, algo vital y muy complicado en un Congreso mayoritariamente conservador, evalúa Mayra Goulart, politóloga de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
Aunque este apoyo tiene un precio: se espera que Lula reorganice en los próximos días su gabinete para recompensar con carteras a los partidos centristas que lo apoyaron. Otra gran victoria fue la aprobación a principios de julio de una reforma fiscal, esperada por el sector económico desde hace décadas. El proyecto aún debe ser votado en el Senado para ser adoptado.
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En reconocimiento a las reformas económicas del gobierno, la agencia Fitch Ratings elevó hace un mes la calificación de la deuda soberana de Brasil de BB- a BB. “La reforma fiscal y las nuevas normas presupuestarias nos permitirán alcanzar un crecimiento mayor y más sostenible, tanto desde el punto de vista social y medioambiental, como en términos de inflación”, dijo el miércoles el ministro de Economía, Fernando Haddad, al margen de la cumbre de los Brics en Johannesburgo, donde también participó Lula.
La inflación parece estar bajo control (3,99 % en 12 meses hasta julio), lo que llevó al Banco Central a reducir en agosto su tasa de referencia por primera vez en tres años, un recorte que Lula había reclamado desde el principio del mandato.
Aunque ve las reformas como una “señal fuerte” del gobierno, el economista Pedro Paulo Silveira plantea dudas: “Para que se respeten las nuevas normas presupuestarias será necesario aumentar los ingresos, y eso parece difícil”. Los expertos prevén un crecimiento de entre 2 y 2,5 % este año, aunque el contexto económico sigue siendo incierto y el gobierno ha generado grandes expectativas sociales, que pasan por el gasto público.
Mejoras ambientales
A la vez que logró superar en parte la desconfianza de los círculos empresariales, Lula también obtuvo por primera vez durante su mandato más opiniones favorables (50 %) que desfavorables (46 %) entre los evangélicos, un vasto electorado que había apoyado masivamente a Bolsonaro. Para Goulart, esto se explica en particular por “la reducción de la polarización y la radicalización”.
Además, Jair Bolsonaro y su entorno se han visto salpicados por varios escándalos judiciales. Bolsonaro quedó fuera de la carrera para las próximas elecciones presidenciales de 2026, después de haber sido declarado inelegible por ocho años por diseminar información falsa sobre el sistema electoral.
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Mientras tanto, Lula cuida su reputación internacional. A principios de este mes, recibió a líderes de países amazónicos en una cumbre para preservar la selva en Belém, ciudad del norte de Brasil donde se realizará la conferencia climática COP30 de la ONU en 2025.
os movimientos ambientalistas lamentaron la falta de anuncios concretos, pero Brasil salió fortalecido “como país clave en el debate climático”, considera Paz Neves. Sobre todo, porque Lula puede presumir de un balance inicial prometedor: durante sus primeros siete meses de gestión, la deforestación en la Amazonía cayó 42,5 % contra el mismo período de 2022.
Fuente: AFP.