Luchar en Vietnam no minó la fe de Anthony C. García. Pero el incendio que redujo a cenizas su hogar y arrasó su comunidad en Hawái lo ha devastado, al punto de hacerlo dudar de su creencia en Dios.
“No puedo creer que Dios permitiese que esto ocurriera”, dijo a la AFP el hombre de 80 años, que tras perderlo todo en el incendio que devoró el pueblo de Lahaina, en Maui, se instaló en la plaza donde se alza una imponente higuera que se cree es la más antigua de su tipo en Estados Unidos.
“Quizás estaba ocupado, charlando con Putin o algo así, pero Dios no estaba aquí. Estoy tan enfadado que no sé si quiero seguir creyendo en él”, lanzó García mientras removía escombros a los pies de la majestuosa higuera que ocupa una plaza entera y que por décadas fue retratada por millones de turistas.
“¿Este árbol? Más de un siglo en pie”, señaló el hombre que la semana próxima cumplirá 81 años. “¿Y allí? El primer tribunal de Lahaina. ¿Más allá? The Pioneer, abierto en 1901. ¡El primer hotel de Hawái!”.
Lahaina, el pueblo costero de Maui, en el archipiélago estadounidense de Hawái, fue destruido por un feroz incendio forestal que deja al menos 80 muertos. En el oeste de la isla, Lahaina era un punto de referencia enmarcado por varios edificios históricos que no existen más. “Es mucho para asimilar”, confiesa un descorazonado García.
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“Se llevó todo”
Oriundo de California, el veterano de guerra llegó a Maui en 1993 por un fin de semana que, de tan bueno, terminó extendiéndose por tres décadas. Empleado de un condominio en la isla, alquiló un apartamento, cerca de la popular Front Street, abarrotada por turistas que merodeaban sus bares, restaurantes y tiendas de souvenirs.
Pero las llamas avivadas por los vientos huracanados que sacudieron a la isla en varias localidades consumieron todo: guitarras, documentos, partituras, composiciones, ropas, recuerdos. “Se llevó todo. ¡Todo! Es de romper el corazón”, dice.
García, con guantes protectores en las manos, lleva algunas pocas donaciones en un carrito en la plaza dominada por la famosa higuera. “Ese es mi nuevo apartamento”, ironiza. Movido por la tristeza, y a veces la rabia, lleva tres días barriendo la plaza. Apiló ramas carbonizadas en varias esquinas, así como animales que murieron por las llamas.
“Estoy haciendo mi parte. (...) Y si la gente, en vez de pasar con sus luces, mirando, tomando fotos y sin hacer nada... Hay que comenzar por algún lado”, reflexiona un emotivo García. Dice la leyenda que la higuera fue plantada en Lahaina en el siglo XIX. Sus extensos brazos sobrevivieron a las feroces llamas que no dejaron prácticamente nada en pie.
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Aunque algunos bancos de madera resistieron en la plaza, las ramas perdieron el esplendor y lucen marrones, dibujando un paisaje que parece oxidado. Al fondo, las olas del mar turquesa revientan en el malecón, también casi completamente carbonizado, un paisaje que dista del colorido boulevard donde miles de personas se tomaron selfies y compraron helados, bebidas y comidas.
“En las mañanas, este lugar estaba lleno de pájaros cantando, intercambiando historias”, comentó García, quien afirma que apenas vio una paloma desde el infierno desatado el martes. Algunas personas que han regresado al pueblo para encontrar apenas cenizas se acercan y lo saludan.
“Estoy triste por todos”, comenta el hombre con la mirada en el horizonte. “Pero me quedo aquí. (...) No quiero ir a otro lugar, quiero ayudar a reconstruir”, comenta mientras un camión al fondo arrastra escombros en la calle. “Este lugar me dio tantas alegrías, me hizo un hombre feliz”, agregó García. “Así que voy a comenzar de nuevo. Hay que intentarlo otra vez”.
Fuente: AFP.