Un juez federal de Florida desestimó la demanda por difamación de Donald Trump contra CNN, en la que el expresidente de Estados Unidos pedía a la cadena 475 millones de dólares por daños y perjuicios. Trump criticó a la cadena televisiva de noticias por utilizar la expresión “la Gran Mentira” para referirse a sus acusaciones de que Joe Biden le había “robado” las elecciones presidenciales de 2020.
Consideró que, con ella, CNN intentaba “desprestigiarle” y establecía comparaciones de él con Adolf Hitler y el nazismo. El viernes por la noche, el juez Raag Singhal -designado por Trump- desestimó la demanda, dictaminando que los comentarios de CNN no eran difamatorios porque constituían una opinión.
“El uso por parte de CNN de la frase ‘La Gran Mentira’ en relación con los desafíos electorales de Trump no da lugar a una inferencia plausible de que Trump abogue por la persecución y el genocidio de los judíos o de cualquier otro grupo de personas”, escribió Singhal. “El Tribunal considera que las referencias nazis en el discurso político (realizado por cualquier “bando”) son aborrecibles y repugnantes. Pero la mala retórica no es difamación cuando no incluye declaraciones objetivamente falsas”, dijo.
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Donald Trump, favorito republicano en la carrera hacia la Casa Blanca, presentó una denuncia contra la cadena CNN en octubre. Según su acusación, “la ‘Gran Mentira’ es una referencia directa a una táctica utilizada por Adolf Hitler y que aparece en ‘Mein Kampf’”.
A lo largo de su mandato, el expresidente republicano, ahora rodeado de escándalos y acusado en tribunales, mantuvo una pésima relación con grandes medios de comunicación como CNN y The New York Times, a los que apodó medios de “noticias falsas”.
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Fuente: AFP
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Perfil: Donald Trump, un sobreviviente político
El incombustible Donald Trump vuelve a tener la Casa Blanca al alcance de la mano gracias a su olfato político y su capacidad para sortear obstáculos. En su tercera campaña presidencial ha sobrevivido a todo: una condena penal, cuatro inculpaciones y dos intentos de asesinato. Gracias a su “instinto” afilado, el tempestuoso septuagenario, cuya caída se ha anunciado mil veces, ha sabido sacar provecho de cada uno de estos escollos.
Parte de los republicanos lo abandonaron después de que simpatizantes del magnate asaltaran el Capitolio en 2021. Pero el millonario de 78 años ha recuperado en cuatro años un control total sobre el partido. Durante la convención de los republicanos a mediados de julio, disfrutó viendo cómo aquellos que le dieron la espalda se deshacían en alabanzas en el escenario. Fue dos días después de ser blanco de un intento de asesinato durante un mitin en Pensilvania. El magnate llevaba un vendaje blanco en la oreja en la que resultó herido. En solidaridad muchos simpatizantes se vendaron las suyas. La imagen de Trump levantándose, con el rostro ensangrentado y el puño en alto, es la más impactante de la campaña.
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“¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!”
Su “¡Lucha!, ¡Lucha!, ¡Lucha!” lanzado a la multitud mientras los agentes del Servicio Secreto lo desalojaban se ha convertido en un grito de guerra para sus partidarios, que lo corean en cada mitin. Una marea de estadounidenses con gorras rojas, en su mayoría blancos y bastante mayores, acude a sus actos electorales convencidos de que el neoyorquino, que hizo fortuna en el sector inmobiliario, comprende sus dificultades mejor que nadie.
En los mitines el candidato pinta un panorama apocalíptico de Estados Unidos, devastado según él por una inflación galopante, migrantes que “envenenan la sangre del país” y demócratas “de mierda”. Trump, que será el presidente estadounidense de más edad en prestar juramento si gana, apuesta también por los hombres jóvenes, cuyo apoyo cultiva con videos con campeones de artes marciales mixtas en la red social TikTok, o declaraciones provocadoras en pódcasts.
Desde sus primeros pasos en política, la antigua estrella de la telerrealidad jugó la carta de un candidato antisistema, sin que eso le perjudicara. Como cuando, un mes antes de las elecciones presidenciales de 2016, salió un viejo video en el que se escucha a este padre de cinco hijos, de tres mujeres diferentes, presumir de usar su celebridad para “agarrar a las mujeres por la vagina”. Los observadores predijeron entonces que perdería el voto de las mujeres. Se equivocaron. Donald Trump ganó.
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“Estados Unidos primero”
Una vez en la Casa Blanca, este hombre de imponente físico rompió con todos los convencionalismos frente a unos estadounidenses entusiastas, atónitos o asustados. En nombre de “Estados Unidos primero”, trató con rudeza a los aliados del país, inició una escalada impredecible con Irán sobre el programa nuclear y expresó fascinación por líderes autoritarios, como el ruso Vladimir Putin o el norcoreano Kim Jong Un.
El republicano remodeló la Corte Suprema a su antojo, ofreciendo una victoria a los conservadores sobre el aborto. Desestimó de un plumazo un movimiento contra la violencia policial y escapó, en dos ocasiones, a la infamia de una destitución. Los cuatro años de Trump en el poder siguen estando empañados por su incapacidad para ser reelegido en 2020: una derrota frente a Joe Biden que nunca reconoció.
Tampoco hubo una “ola gigante” republicana prometida por el expresidente en las elecciones de medio mandato de 2022. Su partido sufrió reveses en referendos sobre el aborto, incluso en estados muy conservadores. Las elecciones del 5 de noviembre ¿serán sinónimo de un nuevo fracaso y un regreso a los tormentos judiciales o de una increíble vuelta?
Fuente: AFP.
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“Victoria aplastante” o “fraude”, los dos únicos resultados para los seguidores de Trump
Los partidarios del republicano Donald Trump están dispuestos a rechazar los resultados de las elecciones presidenciales... a menos que gane su candidato. “Realmente no me lo creería si me dicen que ella ganó”, asegura a la AFP Brandon Dent, de 22 años, refiriéndose a la rival de Trump, la vicepresidenta Kamala Harris. “Él tendrá una victoria aplastante”, añade este repartidor, observando a los miles de sus compañeros simpatizantes de Trump que hacían cola para ver hablar al expresidente en la ciudad de Salem, en Virginia, enclavada entre suaves montañas teñidas de rojo y naranja por el follaje otoñal.
El aspirante republicano ha dedicado su campaña de 2024 a sembrar dudas anticipadas sobre la validez de los comicios del martes, retomando la retórica que rodeó su fallida campaña a la reelección de 2020, que culminó con sus partidarios asaltando el Capitolio del país el 6 de enero de 2021 para supuestamente “detener el robo”.
Después de tres carreras presidenciales y casi una década de Trump en la escena política de Estados Unidos, su marca característica de escepticismo o negación se ha enconado entre sectores de votantes conservadores, de todas las edades, orígenes y ocupaciones. “Kamala va a ser presidenta, pero creo que Trump va a ganar” el recuento real de votos, dice Jace Boda, ingeniero en una instalación nuclear. “Sospecho que va a haber mucho fraude”, considera.
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A los tribunales
Mientras Trump se ha apresurado a avivar los temores de fraude durante la campaña, el Comité Nacional Republicano y grupos aliados también han insistido en este tipo de reclamaciones ante los tribunales. Han presentado demandas contra los procedimientos de recuento de votos, las máquinas de votación, el registro de votantes, los votos en ausencia, la certificación de los resultados y otras cuestiones electorales.
Aunque muchas de las acciones han sido desestimadas, a expertos les preocupa que puedan enturbiar aún más las aguas en torno a lo que la gente cree sobre los comicios, especialmente con Trump repitiendo con insistencia su falsa afirmación de que las votaciones de 2020 le fueron robadas.
“He sido escéptico desde las últimas elecciones sobre los demócratas”, asegura Olen, un asistente al mitin que, como muchos otros, se negó a compartir su apellido con los medios. “Todo lo que han hecho está torcido”, comenta este leñador y agricultor de 70 años, que llevaba una camiseta con una imagen de un Trump ensangrentado levantando su puño tras el intento de asesinato en Pensilvania, completada con las palabras “lucha, lucha, lucha”.
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Virginia “no está en juego”
La decisión de Trump de celebrar un mitin en Virginia también podría encajar en su narrativa de fraude. Las encuestas muestran que ese estado va a favor de Harris. Sin embargo, en este último fin de semana antes de las elecciones del 5 de noviembre, Trump se dirigió a Salem en lugar de hacer otra parada en un estado decisivo, como Pensilvania o Míchigan.
El mes pasado, mientras el magnate hacía campaña en los bastiones demócratas de Colorado, Illinois, California y Nueva York, Adrienne Uthe, fundadora de la empresa de relaciones públicas Kronus Communications, con sede en Utah, dijo a la AFP que celebrar mítines en esos estados podría ayudar a construir su “narrativa de un ‘movimiento nacional’”.
Antes de su mitin en Salem, Larry Sabato, director del Centro de Política de la Universidad de Virginia, explicó a la AFP que “Virginia no está en juego”. “Es un intento de la campaña de Trump de hacer creer a sus bases que Virginia está en juego”, completó. Los sondeos nacionales sitúan a Trump y Harris codo con codo, pero si las elecciones se deciden de forma aplastante por Trump, los votantes republicanos dijeron a la AFP que estarían dispuestos a dejar de lado sus dudas.
Cherl, que trabaja para una organización sin ánimo de lucro, dijo que estaría “escéptica” si los resultados muestran una victoria de Harris, pero “bastante confiada” si apuntan a un triunfo de Trump. “Dios ya tiene un plan hecho para que Trump sea presidente”, dijo la mujer de 39 años. “Solo estamos a la espera”.
Fuente: AFP.
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Expertos refutan encuestas: diferencia entre Trump y Harris sería mayor de lo esperado
Las encuestas muestran una contienda extremadamente reñida entre Kamala Harris y Donald Trump por la Casa Blanca. Sin embargo, expertos advierten que, al final, la diferencia entre ambos candidatos puede ser mucho mayor de lo esperado. Según los sondeos de opinión más reputados, la vicepresidenta demócrata y el exmandatario republicano están codo a codo en los estados clave que posiblemente definan las elecciones presidenciales de este 5 de noviembre.
El lunes por la tarde, por ejemplo, el recopilador de encuestas FiveThirtyEight daba a Harris y Trump un empate con el 47,8% de los votos en Pensilvania, un ajustado 47,4% frente a 47,7% en Nevada y una diferencia de apenas un punto porcentual en Wisconsin, Míchigan y Carolina del Norte. Pero no todo el mundo está convencido de que esta sea una competencia tan ajustada.
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¿Inverosímilmente reñida?
“De hecho, las encuestas por estados muestran no solo una carrera extraordinariamente reñida, sino inverosímilmente reñida”, considera Joshua Clinton, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Vanderbilt en Tennessee. En un estudio publicado esta semana por la NBC, este especialista en sondeos cuestiona la “similitud” de los resultados -con pocos decimales- de las encuestas de opinión disponibles, sugiriendo que quizá sean los encuestadores y no los votantes quienes estén detrás de esta casi unanimidad.
“Una encuestadora temerosa que obtiene un margen de cinco puntos en una carrera reñida puede optar por ajustar sus resultados para que coincidan con lo que muestran otras encuestas, a fin de que su sondeo particular no dañe su reputación”, explicó. También hay que señalar que los institutos de encuestas están a la defensiva, enfrentados a costos financieros y a las crecientes dificultades para llegar a los votantes en la era de los teléfonos inteligentes que filtran las llamadas.
Además, la experiencia de las últimas elecciones presidenciales estadounidenses no invita a respaldar sus predicciones sin reservas. Las encuestadoras se equivocaron tanto en 2016 (victoria de Trump sobre Hillary Clinton) como en 2020 (derrota de Trump ante Joe Biden). La primera vez, por subestimar la categoría de “blancos sin título universitario” entre los votantes que dieron la victoria al republicano. La segunda, a pesar de correcciones adoptadas, por infravalorar una vez más el voto a Trump y considerar de más el dirigido a Biden. Bastaría un error de este tipo para que los siete estados clave fueran ganados el martes por Trump o Harris, una hipótesis que nadie puede descartar.
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El precedente Carter/Reagan
Entrevistado por la AFP, W. Joseph Campbell, profesor de la American University de Washington, confirmó que se ha planteado “si los encuestadores no están maquillando demasiado sus datos, para alinearse con los resultados de los demás”. “Es un fenómeno difícil de probar, pero que se sospecha, y se llama instinto de rebaño”, señaló. A continuación, mencionó otro famoso precedente, el de las presidenciales de 1980. “Todas las encuestas mostraban una carrera muy reñida entre el presidente Jimmy Carter y el republicano Ronald Reagan. Y Reagan acabó ganando casi por goleada, por casi 10 puntos porcentuales. No digo que eso vaya a repetirse en 2024, pero es algo a tener en cuenta”, acotó.
Fuente: AFP.
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Los siete estados que definen al nuevo presidente de EE. UU.
Más de 200 millones de votantes están llamados a las urnas para las elecciones presidenciales del martes 5 noviembre en Estados Unidos, pero el resultado puede depender de tan solo unas decenas o cientos de miles de votos. Y es que los votos de los electores de siete de los denominados estados bisagra tendrán mucho más peso que los de los demás.
En Estados Unidos los votantes eligen al candidato por el que quieren que los electores de su estado voten. Los estados bisagra no se inclinan claramente hacia uno u otro partido, a diferencia de los otros estados que ya se consideran favorables a los demócratas (California o Nueva York, por ejemplo) o a los republicanos (Texas o Florida, entre otros). Representan un número significativo de electores (93 de 538).
Como no importa quién gane la mayoría de los votos en todo el país, lo único que cuenta es el resultado en cada estado, el candidato más votado en un estado gana todos sus electores (excepto en Nebraska y Maine). El objetivo es alcanzar la cifra mágica de 270, sinónimo de victoria nacional. Por eso, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris centran sus energías en estos estados e invierten en ellos la mayor parte de sus fondos.
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Pensilvania
Quizá el estado más codiciado con sus 19 grandes electores. Trump ganó por la mínima en 2016 y Biden se impuso en 2020 pero también por escaso margen. En este estado en declive industrial, los obreros tienden a dar la espalda a los demócratas. Pero Harris cuenta con los grandes proyectos de infraestructuras lanzados por el presidente Biden y con el apoyo de los sindicatos para conservarlo. Las grandes ciudades de Filadelfia y Pittsburgh se inclinan por ella, mientras que Trump apuesta por la población rural.
Michigan
Al igual que Pensilvania, este bastión demócrata -y sus 15 grandes electores- fueron a parar a Trump en 2016, para sorpresa de todos, frente a Hillary Clinton. Biden lo reconquistó en 2020. En esta cuna de la industria automovilística, también en declive, Harris ha recibido un fuerte apoyo del principal sindicato del sector (UAW), pero no de los numerosos votantes árabes-estadounidenses o musulmanes indignados por el apoyo de Estados Unidos a Israel en la guerra de Gaza. Trump apuesta en particular por el coste de la vida para movilizar a la clase media contra Harris, que se presenta como la heredera de un mandato de Biden marcado por la inflación.
Wisconsin
Junto con Pensilvania y Michigan, es el tercer estado que resquebrajó el “muro azul” en 2016, un bloque de una veintena de estados considerados firmemente demócratas. Hillary Clinton perdió sus diez grandes electores, que Biden recuperó en 2020. Como muestra de la importancia del estado para ellos, los republicanos celebraron allí su convención en julio, en Milwaukee. Entre los votantes moderados, los demócratas agitan la “amenaza existencial para la democracia” que representaría Trump.
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Georgia
Quizás el más importante de los estados bisagra, junto con Pensilvania. En el corazón del sur religioso y conservador, Georgia confía tradicionalmente sus 16 grandes electores al candidato republicano. Pero en la estela de los movimientos antirracistas, este estado, con su numerosa comunidad afroestadounidense, prefirió hace cuatro años al demócrata Biden.
Hija de padre jamaicano y madre india, Harris tiene 59 años, casi 20 menos que Trump, y un mejor perfil para atraer a los jóvenes y a las minorías de los centros urbanos y universitarios. Pero el electorado religioso alaba a Trump como artífice de la suspensión de la garantía federal del aborto. Un logro por el que parecen proclives a olvidar la imputación del expresidente por intentar alterar los resultados de las elecciones en Georgia en 2020.
Carolina del Norte
Otro estado sureño, Carolina del Norte (16 grandes electores) no vota por los demócratas desde Barack Obama en 2008, pero su gobernador es demócrata desde 2017. Sin embargo, al igual que en Georgia, Harris cuenta con los afroestadounidenses (en torno al 20 % de la población) y los jóvenes. Los demócratas se esfuerzan por aumentar el número de votantes registrados con la esperanza de mejorar la participación.
Arizona
Este estado predominantemente republicano del suroeste (11 grandes electores) dio la sorpresa en 2020 al elegir a Biden por solo 10.457 votos de ventaja. Trump ha centrado su campaña en la inmigración ilegal, un tema importante en este estado fronterizo. Esto juega en contra de Harris. La esperanza de la actual vicepresidenta radica en que en las elecciones de medio mandato de 2022 el estado prefirió a una demócrata para gobernadora, en detrimento de una candidata trumpista.
Nevada
Este estado del oeste de Estados Unidos con seis grandes electores, conocido por sus casinos, no ha votado por un republicano desde George Bush en 2004. Pero los conservadores creen que pueden conseguirlo gracias en parte a la población latina, parte de la cual se distancia de los demócratas. Los partidarios de Harris esperan que la llegada de nuevos habitantes (empleados más jóvenes y mejor formados que suelen proceder de la vecina California para trabajar en el sector tecnológico o en la transición energética) juegue a su favor.
Fuente: AFP.