Tras gobernar Brasil con un estilo provocador y un cúmulo de escándalos, el ultraderechista Jair Bolsonaro quedó fuera del combate político al ser inhabilitado por la justicia, aunque no tiene intención de alejarse de casi la mitad de los brasileños que lo votaron hace unos meses.
Este excapitán del Ejército, de 68 años, fue declarado inelegible este viernes durante ocho años por ataques contra el sistema electoral de urna electrónica antes de perder los comicios ante su némesis, el veterano izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. “No voy a desesperarme”, de ser condenado “voy a continuar haciendo mi parte”, dijo días antes del veredicto Bolsonaro, convencido de la necesidad de su papel al frente de la derecha brasileña.
Desde que regresó de una estancia de tres meses en Estados Unidos el 30 de marzo, el exmandatario se ha mantenido activo en los bastidores políticos, con reuniones con su Partido Liberal, mayoritario en el Congreso. Su mandato (2019-2022) quedó marcado por escándalos y crisis, desde la gestión de su gobierno de la pandemia del covid-19 hasta sus acusaciones sin pruebas de fraude electoral.
“Trump tropical”
Conocido por su estilo provocador y divisivo que le hizo ganar el apodo de Trump tropical, Bolsonaro irrumpió en el escenario nacional como candidato presidencial en 2018. Con un seductor discurso anticorrupción y de “outsider”, cautivó durante la campaña a muchos brasileños, hartos de los partidos tradicionales salpicados por polémicas.
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Sobrevivió a un ataque con cuchillo perpetrado durante un acto electoral y eso solo hizo que incrementar la fe de sus seguidores en su “Messias”, o Mesías, segundo nombre de Bolsonaro. Este hombre de ojos azules y sintaxis simple encendió el fervor de los derechistas con sus ataques contra el comunismo, la ideología de género o la corrección política.
Y contó con el apoyo de los influyentes “lobbies” de las armas, el agronegocio y el vasto electorado evangélico. Sus críticos, por otro lado, lo acusaron de racismo, sexismo y homofobia. Se erosionó especialmente por su manejo de la pandemia del coronavirus, que en Brasil dejó 700.000 muertos, solo por debajo de Estados Unidos en números absolutos.
Bolsonaro restó importancia al covid-19, desafió los datos científicos para combatirlo, se burló del uso de mascarillas y advirtió que las vacunas podrían convertir a las personas en cocodrilo. Internacionalmente fue objeto de críticas por la deforestación de la Amazonía, que aumentó más del 70 % durante su mandato respecto al promedio anual de la década anterior.
Desaparecido de las redes
Las controversias continuaron hasta los últimos días de su presidencia y después. Luego de perder por un estrecho margen las elecciones, Bolsonaro se negó a felicitar a su adversario y a admitir abiertamente su derrota. Cayó en un silencio inédito, incluso en sus redes sociales, donde había sido hiperactivo.
Viajó a Estados Unidos dos días antes del fin de su mandato y no asistió a la toma de posesión de Lula el 1 de enero. Una semana después, miles de seguidores de Bolsonaro invadieron y vandalizaron el palacio presidencial, el Congreso y la sede de la Corte Suprema, en un intento fallido por derrocar a Lula.
A su regreso a Brasil, el exmandatario enfrenta cinco procesos ante el máximo tribunal que podrían enviarlo a prisión. El más reciente investiga si instigó la asonada del 8 de enero. También es investigado por la policía y las autoridades tributarias por supuestamente haber intentado importar ilegalmente joyas valoradas en millones de dólares que él y su esposa, Michelle, recibieron de Arabia Saudita.
Insubordinación
Nacido en 1955 en Campinas, cerca de San Pablo, en una familia de origen italiano, Jair Messias Bolsonaro siguió una carrera militar marcada por episodios de insubordinación. Abiertamente nostálgico de la última dictadura militar (1964-1985), inició su carrera política como concejal de la ciudad de Río de Janeiro en 1988. Dos años después fue electo a la Cámara de Diputados, donde permaneció hasta ser presidente.
Ya en sus inicios de su carrera política se hizo conocer sobre todo por sus explosivas controversias. En 2011, dijo a la revista Playboy que prefería tener un hijo “muerto en un accidente” que homosexual. Y en 2014, provocó un escándalo al declarar que una diputada izquierdista “no merecía” ser violada por ser “demasiado fea”. Casado tres veces, este defensor de la familia que se define católico tiene cuatro hijos varones -tres de ellos políticos-, y una hija, procreada, según él mismo, en un momento de “debilidad”.
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Fuente: AFP