Con una red en las manos y en haciendo equilibrio sobre escombros flotantes, un voluntario atrapa a un gato asustado, varado en las afueras de una casa inundada en Jersón, en el sur de Ucrania, después de la destrucción de una represa. Tres días después de que las trombas de agua retenidas en el embalse Kajovka comenzaran a verterse en esta ciudad, las autoridades ucranianas lograron evacuar a más de 2.300 habitantes de las zonas bajo su control.
Los voluntarios también intentan localizar a los animales atrapados por el agua, ya sean gatos, perros o gallinas. “Es lo que nos diferencia de los rusos. Solo piensan en destruir, mientras que los ucranianos pensamos en salvar vidas”, destaca Serguéi Ludenski, de 31 años, que afirma haber salvado más de un centenar de animales en tres días.
En estos rescates, patos, pollos, gansos y gatos son colocados en jaulas en una barca de metal, una especie de Arca de Noé moderna. Serguéi y su colega Dmitro Klimenko, de 28 años, saben dónde buscar porque los habitantes les envían las coordenadas de las casas en las que los animales pueden estar atrapados.
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Su organización, el Centro de Ayuda a los Animales, nació al comienzo de la invasión rusa de Ucrania. Serguéi salva normalmente a perros y gatos abandonados en ciudades bombardeadas, como Bajmut, epicentro de los combates en el este y cuya conquista Moscú reivindicó en mayo. Las inundaciones plantean un nuevo desafío, sobre todo porque Jersón sigue siendo blanco de la artillería rusa.
“Es la primera vez en Ucrania que los voluntarios tienen que trabajar en el agua. Ni siquiera puedo llevar un chaleco antibalas. Es demasiado pesado y podría hundirme si caigo al agua”, explica remando entre los escombros. Para cada viaje, los voluntarios deben prepararse mentalmente. “Cuatro voluntarios murieron y vimos sus cuerpos. Es aterrador”, observa Serguéi esquivando los cables eléctricos que cuelgan.
Salvar vidas
Pero no tiene tiempo para pensar en sus colegas muertos, ya que los animales están atrapados en los tejados. Durante su viaje, cayó varias veces al agua, fue mordido por gatos salvajes y herido por residuos flotantes, pero nunca perdió su sonrisa. “Hoy hemos salvado varias vidas”, destaca. “Uno de los gatos estaba en muy mal estado, recibirá atención y sobrevivirá. Una hora más tarde habría estado agotado y se habría ahogado”, explica escondiendo tres patitos en su suéter, por falta de jaulas libres en la lancha.
En un cruce de Jersón, una anciana camina con el agua hasta los tobillos. Unos pocos kilómetros y miles de metros cúbicos de agua separan a Tetiana Petrenko, de 67 años, de su hogar. En su cuarto piso, varios de sus perros quedaron atrapados. Tetiana no tiene más negocio ni dinero desde la inundación, pero lo único que le preocupa son sus animales. “Morirán allí”, repite.
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Serguéi y Dmitro, que acaban de dejar gatos y aves en el refugio de animales, anotan su dirección y reinician el motor de su embarcación. “La manera en que tratamos a los animales muestra nuestra humanidad”, dice la mujer mostrando a un pequeño chihuahua ciego que pudo llevar consigo.
Frente a los disparos de artillería, los dos voluntarios no pudieron llegar hasta los perros. “Un proyectil cayó en el agua al lado nuestro, saltamos y nadamos hasta un edificio. Rompimos una ventana y nos escondimos allí”, cuenta Serguéi quitándose los zapatos mojados. Sin embargo, prometieron volver a intentar reunir a Tetiana y sus perros.
Fuente: AFP.