El papa Francisco reivindicó la “búsqueda apasionada” de Benedicto XVI por comunicar el evangelio e instó a la Iglesia a “seguir sus huellas” en el funeral solemne que presidió en la plaza de San Pedro del Vaticano ante decenas de miles de fieles, y con el que se cierra una etapa de convivencia atípica de dos pontífices en el Vaticano.

“También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida”, señaló el pontífice en la homilía de la misa que celebró junto a 120 cardenales, cerca de 400 obispos y casi 4.000 sacerdotes.

Ante el altar, estaba situado el féretro de ciprés que contiene los restos mortales del papa alemán, con algunos objetos personales de su pontificado, y las primeras filas estaban ocupadas la que fue su familia durante los últimos años- su secretario, Georg Gänswein y las consagradas de la Memores Domini que se han dedicado a su servicio.

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El papa citó a San Gregorio Magno, uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia latina o de Occidente, y dijo que se mantuvo a “flote en la tabla de las oraciones”. De este modo, ensalzó “la conciencia del pastor” que se abandona a la oración: “No puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado”.

“Fiel amigo del esposo”

Aunque en su homilía prevista, el papa Francisco sólo nombraba a su antecesor como “nuestro hermano” -tampoco lo hizo en la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII-, en la frase final se ha referido directamente a él improvisando su nombre. “Benedicto, fiel amigo del esposo (Dios), que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz”, dijo. Por el contrario, en la misa de exequias de Juan Pablo II en 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger le nombró hasta en ocho ocasiones tanto como Juan Pablo II como por su nombre de pila ‘Karol’.

Francisco destacó que los fieles, como “las mujeres del evangelio” ante el sepulcro de Jesús, rezan ante Benedicto XVI “con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde”. “Es el pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor”, expresó.

En la ceremonia, en la que las lecturas del evangelio han sido en inglés, español e italiano, ha participado la Reina Sofía en representación de España, acompañada por el ministro de la presidencia, Félix Bolaños y la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá. Al no tratarse de un funeral de Estado, solo son dos delegaciones oficiales; las de Italia y Alemania, país natal del difunto, si bien también acudieron autoridades de otros países, pero a título personal como el rey Felipe de Bélgica y su esposa Matilde, o el presidente de Polonia, Andrzej Duda, entre otros.

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No es la primera vez que un papa participa en el funeral de otro; en 1802, Pío VII recibió los restos mortales de Pío VI, fallecido en el exilio en Francia en 1799 y asistió a la solemne misa funeral en San Pedro. Desde este sábado ya no hay dos papas conviviendo en la Iglesia, aunque uno de ellos fuera sólo emérito y el otro reinante.

Benedicto XVI vivió los últimos diez años retirado del mundo, dedicado al estudio y a la oración, pero su figura ha sido instrumentalizada por una parte de la Curia Romana contra Francisco, por lo que su funeral e inhumación en las grutas vaticanas marcan un nuevo inicio para el papa argentino que en marzo cumplirá diez años de pontificado.

Fuente: Europa Press.

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